sábado, diciembre 27, 2008

638. RUDA Y JAZMÍN

Tan fuerte y presente era aquel aparecido olor que agobiaba sus narinas, que casi le estaban haciendo lagrimear olvidando la sorpresa anterior, por las palabras de Dengue, y llevando su mirada hacia los distintos lugares desde donde se pudiera estar desparramando. Tal vez entrara por la ventana entreabierta.

-De dónde vino ese olor a ruda?
-¿Olor...?
-¡Sí, ese olor que me taladra la cabeza! ¡No lo aguanto!

Era el colmo. Sólo él lo sentía, y de un modo tan intenso !! Los otros nada dijeron, ni siquiera Dengue, que sin embargo se restregó la nariz volviendo a mirar a los presentes con aire de recién llegado que se pregunta por el motivo de la reunión.
El olor cesó tan bruscamente como había aparecido, y ya Manuel volvía a pensar en las últimas palabras dichas, cuando fue acometido brutalmente por una ola de perfume de jazmín. Era un olor sólido, masivo, que no recordaba las cálidas noches del verano y los tantos paseos furtivos por jardines mal protegidos de setos y enredaderas. Le trasladaban literalmente a tanta cercanía que daba para recoger las flores a manos llenas y hasta masticar, si lo quisiera, los tiernos pétalos blancos.

-¿Es un chiste...?

Antes que ninguna contestación llegó otra ola de pura ruda y en seguida la segunda de jazmines... La tercera, la cuarta, intercaladas en los dos sabores, sostenidas en intensidad, y.. ganando una regularidad más propia de un reloj de péndulo que de un aromatizador. Manuel se agarró la cabeza y gritó tapándose los oídos con los antebrazos como si por allí le penetraran los estímulos...

-Es demasiado, -decía tratando de huir de lo que su nariz le gritaba. Chocó la pared, cayó el almanaque de los potros a la carrera, Dengue se paró como si nada le ocurriera y trató de rodearle con sus brazos, protegerle de algo que siempre viene de afuera. Giorgionne levantó la voz para imponerle que describiera lo que le sucedía. Magda temblaba...

-¡Ya está! -dijo de pronto, al tiempo que se dejaba caer con la espalda contra la pared hasta llegar a sentarse en el piso. -Ya está... menos mal, porque creo que no lo hubiera podido soportar más tiempo...!
-¿Que cosa?
-Esos... Sí, esas alucinaciones.
-Olor a ruda...?
-Y a jazmín.
-Los relacionás con algo...?
-No, con nada...
-Veías algo...?
-Nada especial... a ustedes con caras de asustados.

Dengue volvió a apoyar una mano sobre su hombro.

-Yo sé lo que es eso...

sábado, diciembre 20, 2008

637. VUELTA AL PRINCIPIO

Al rato comían todos juntos alrededor de la mesa que habían alejado de la pared para aprovechar sus cuatro lados. Sillas de distinta altura. Platos y cubiertos que tampoco hacían juego a no ser por mostrar una misma disparidad. Comida con sabor a pobreza bien llevada. Pocas palabras...
Dengue parecía algo más sereno aunque con poco apetito. Magda seguía fingiendo naturalidad aunque por dentro deseara no haber cargado con un segundo caso difícil sobre sus hombros. Vittorio trataba de no alterar en lo posible lo que en la vida de los muchachos le parecía una exquisita obra de arte. Manuel se lamentaba de no poder hacer uso de la confianza que en su propio mundo tenía tanto con Vittorio cuanto con la Magda. Se imaginaba que por algún lado andaría ya Mandinga buscándole y que en cualquier momento se les podía aparecer, para espanto de todos y alegría propia. Claro que ahora no se iba a poder ir hasta tanto dejara bien encaminado este asunto de Dengue. Si su otro yo -se lo planteaba- aceptara, viniendo, tomar la posta de la misma tarea, y si al mismo tiempo el grado de confianza que Dengue le había demostrado a él, se mantenía con el otro... Pero Vittorio estaba hablando.

-Y esos guijarros, Manuel, que me contabas...?
-Sí, los guijarros... Los traía en el bolsillo de atrás del vaquero, flaca...
-¿Los traías...?
-Sí, en el hospital me diste uno que no era mío... bah, sí, de Manuel... ¿Y el que yo tenía puesto?

Magda hizo esa apretura de labios que expresa contrariedad.

-Cuando te encontré estabas desnudo.
-...Claro, sí, pero... yo lo traía puesto desde...uf !!

Magda llevó la mirada hacia Giorgionne.

-De dónde venías, Manuel?
-De... A Bur Na Bar, la comunidad de los Esenios. Siempre ando con la bolsa de los guijarros en el bolsillo.

La flaca, vuelta a la palidez, recordó aquello de no contradecir a los locos. Volvió a buscar apoyo en Vittorio con la mirada.

-Perdón. Ya sé que piensan que lo que creo recordar no pudo ocurrir nunca. Menos durante esos quince días que dicen que estuve inconsciente.
-¿Es mucho lo que recordás...?
-Y... desde ese día que dice Magda que me encontró tirado en el baño... Bueno, recuerdo algo parecido que ocurrió hace más de dos años y que... Fue cuando empezó todo...

De golpe Dengue recuperaba el habla, -contale lo de las bolas- dijo, sin fijar la vista en ninguno, sino en el almanaque que en la pared mostraba una tropilla de caballos a la carrera.
Manuel saltó sobre su silla y agarró demasiado fuertemente el brazo del muchacho.

-¿Vos lo sabés, Dengue? ¿Te acordás...? ¿Cómo te podés acordar, si....?

Dengue siguió mirando el almanaque sin parecer enterarse del inquisitorio. Una de sus mejillas tironeaba hacia arriba sin ritmo ni compás predecible... Fue entonces que Manuel se dió cuenta de que el ambiente se había llenado del típico olor de la ruda

viernes, diciembre 19, 2008

636. La Talla Africana

En la cocina Giorgionne con Magdalena, tras la llamada hecha a la farmacia de Miguel, esperaban la llegada del mandadero con los dos remedios encargados. Picada ya la verdura y puesta a rehogar en la olla, hablaban de los posibles escenarios futuros con relación a un proceso que siempre es extremadamente duro y complejo. La voluntad debilitada, la profunda depresión, la vergüenza, la tendencia a ocultar la verdad y escabullir el bulto para volver a consumir la misma sustancia que está socavando todo el organismo y que a la víctima se le antoja como la única manera de obtener entereza y valor para poder vencerla.
Enseguida Manuel trajo a Dengue de vuelta sin haber querido mencionarle la necesidad de darse un baño. Parecía que sus ojos inquietos estuvieran contemplando otra realidad en la que sucesos alarmantes irrumpieran a cada momento en el completo silencio de su cráneo. Ya no quería hablar pero expresaba eso con los tics que recorrían su miembros y su cara tanto como el tamaño a veces de sus pupilas.
Estaba siendo contemplado. Nadie podía alejarse de la recurrente curiosidad de adivinar a través de los signos visibles, los invisibles sufrimientos que seguramente recorrían y horadaban la sensibilidad de este joven envejecido humano. Trataban de seguir la conversación, pero la presencia de aquella especie de talla africana en sufrido ébano, se imponía casi como una provocativa acusación que no necesitaba de ninguna prueba. Era una realidad tangible.
Manuel, y seguramente también Magdalena, conocían bastante de todo lo que se pudiera tomar como las causas que a la larga habían llegado a provocar este efecto. Pero también sabía. aunque no fuera su fuerte el desarrollo de largos razonamientos encadenados que, las causas tienen a su vez sus causas y que, como aquella historia del ala de la mariposa, de haber actuado alguien a tiempo... una pequeña acción tal vez, de parte de alguien que por un momento abandonase el cuidado de sus negocios... o de muchos que hubiesen decidido adoptar como principal norte de sus vidas el logro de una sociedad más armoniosa... De haber en el mundo suficientes personas sensibles al sufrimiento humano más que a la acumulación de riquezas...
Pensando en esas cosas Manuel hervía de indignación. No era éste por cierto, su mundo y por ello, como si fuera un extranjero se cuestionaba el derecho de juzgar a los nativos. En su mundo, contemporáneamente, la gente había llegado a comprender la innegable superioridad del amor sobre la riqueza, de la vida armoniosa sobre la estúpida lucha competitiva, ese ídolo asesino que nunca se sacia de sacrificios humanos.

martes, diciembre 16, 2008

635. Necesidad

Recién cuando llegaban frente a la entrada de álamos se dieron cuenta de haber sentido lejanos jirones de gritos y volvieron las miradas atrás. Se extrañaron de ver aquella figura conocida, el licenciado psicólogo, apeado a la condición de transeúnte sudoroso que, arrastrando un paso desparejo, agonizaba en el intento de aproximárseles.
¿Habrían tal vez, olvidado algún requisito importante de la burocracia? Formulario estúpido, carnet de asistencia... sacar un número para ser atendidos...? ¿Se habrían traído sin querer alguna pertenencia del consultorio? O quizá tendrían que haber pagado algo por los servicios...

-Muchachos...
-¿Pasó algo malo?
-No, nada. Me olvidé de pedirles la dirección para traerles esos remedios que van a precisar...

No llegaba a ser una mentira, pero.

-¿Traernos...?
-Sí. Hay un farmacéutico que dona remedios para estas cosas.
-¿El de la farmacia del puente?
-...si...

Era natural que fuera Miguel. Aun considerando las posibles diferencias, si en un mundo era un anarquista revolucionario, en este otro, por lo menos, una persona solidaria con las víctimas del sistema.

Pero se habían detenido todavía con Dengue colgado de los hombros de Manuel como un poncho puesto hacia un lado, mientras la pequeña casa les miraba tras los álamos, con su ventanas desparejas y sus paredes blanqueadas.

-Tenemos que entrar para que Dengue descanse y preparemos comida.

Entraron. Llevaron a Dengue hasta la cama y le decían que tratara de descansar mientras preparaban comida y arreglaban las cosas para que estuviera cómodo, cuando él pidió con urgencia para ir al baño. Claro que sin firmeza en las piernas como para poder hacerlo solo.
Manuel le llevó, le ayudo a bajarse los pantalones y a sentarse, mientras ambos olían la miserable mugre que cubría su intimidad y sólo Manuel se avergonzaba. Dengue, en cambio, absorto en su temblor, defecó mediante violentos pujos, varios chorros de jarabe pestilente

sábado, diciembre 13, 2008

634. Las lágrimas y el sudor

Cuando los muchachos salieron del consultorio Giorgionne les observó desde la ventana de vidrios opacos que abrió para eso. Un cuadro de complejo diseño humano formado por tres cuerpos y un nudo de emociones autenticas que allí próximo se alejaba dejándole la extraña sensación de haber participado por fin en una verdadera interacción con la realidad y no con la teoría. Lástima que se fueran, supuestos pacientes que de haberse quedado un rato tal vez le hubiesen permitido aproximarse un poco más al misterio de la existencia. Ese carozo inabordable desde los esquemas, perfume volátil por el que los más de los humanos guían los pasos y las acciones que componen la trama de sus historias. Desde ya que se había exedido en sus funciones. Desde ya que nunca debió aprobar que el muchacho fuera mantenido en un domicilio particular, ni tuvo por un instante que dar los nombres de posibles remedios para bajar la ansiedad. Es que había actuado como una persona, como ellos, dejándose llevar por el juego de las imágenes reflejadas, por la emoción empática... por el dolor...

Hasta un rato después no cerró la ventana... Se sentía lleno de una vieja sensación que no había vuelto a sentir en muchos años. Soledad. Como si la vida se le hubiera escapado. Su vida, su propia vida de la que sólo le quedara una sombra. Vida que sí había sentido latir en ellos, llena de coraje y de miedo. De lágrimas y de sudor. De esperanza...
De pronto sin pensarlo se estaba poniendo la campera, abriendo la puerta, despidiéndose parcamente de las funcionarias de la entrada, llegando afuera y mirando en la dirección hacia la que los muchachos se habían alejado, con una sola idea en la mente. No perder contacto.

Los colores del cielo tras las copas de los pinos ya estaban virando a rosado sobre los hilos amarillos de desflecadas nubes. Sintió la aspereza de la arena bajo las suelas, el rumor indiferente del tránsito sobre Gianastasio, la premura de los muchos que bajaban de atestados omnibus desde Montevideo, a descansar para retomar la rutina mañana, los que como él debería estar haciendo y no hacía, se embarcaban ahora dentro del engranaje constante, todo eso en el aire, en las voces que alla lejos se sentían hablar como un fondo sobre el que debería filmarse la escena. LLegó ahora a lo alto del callejón, donde comienza el paulatino declive y los vió, allá, enredados tadavía con los largos miembros del pobre Dengue, así le habían llamado, paso a paso sobre el plateado brillo del balastro, figuras oscuras, pequeñas, solo ocupadas en asumir plenamente sus destinos.

Corrió un trecho. Les gritó sin que le oyeran. Se agitó. Estaba nervioso. Tan nervioso como cuando... Estaba vivo!

jueves, diciembre 11, 2008

633. Vení conmigo

Mientras las palabras de Dengue todavía resonaban el pensamiento de Manuel se disparó hacia contrarios rumbos pretendiendo de golpe encontrar soluciones posibles y realistas a la encrucijada de un amigo que le pide ayuda para matarse. Nunca había gustado de dar consejos ni recibirlos, pero, le estaban pidiendo ayuda. Para seguir muriendo, tal vez, porque decía Dengue que ya era tarde, que de no serlo... Claro, su inteligencia todavía funcionaba. Era totalmente conciente, solo que pesimista. No estaba queriendo morir, lo creía inevitable. Pensó en cargarlo aún en contra de su voluntad, pero no debería dejarle solo... Llevarlo a la policlínica donde tendrían contacto con alguna organización de ayuda... No. Dengue confiaba en él. Tal vez sólo en él...
Le ayudó a pararse de nuevo, y al hacerlo observó las frágiles muñecas de sus manos crispadas en el esfuerzo de no soltarse, su vieja piel oscura de siempre, reseca, casi brillante, y el recuerdo de aquella hilera de eucaliptos entre cuyos troncos se le veía pasar acarreando tachos de comida para los cerdos, mientras en la otra cuadra gritaban su algarabía el resto de los muchachos del barrio que jugaban a la pelota.

-Vení conmigo...

Fue como llevar un liviano manojo de ramas que amenazaran desparramarse y que además fueran, contra toda lógica, el envoltorio de un ser conciente y sensible. Nada preguntaba ya, tomado con ambas manos de los hombros de Manuel. Pisando apenas, cuando no se le retrasaba el pié, temblando, apretando las mandíbulas, confiando...

Entraron sin preguntar al consultorio donde el licenciado Giorgionne tomaba el último sorbo de un café que ya se había enfriado. Colocaron a Dengue sobre un sillón y encararon al profesional. Necesitaban información sobre la mejor manera de sacar al amigo del estado en que se encontraba. No había tiempo para perder. Pasta base. Hablemos claro. No se trata de un estúpido. Ni de un vicioso por placer. Primer paso, ya.
No, alternación en una colonia, no.

-En mi casa, yo me hago cargo, es mi amigo.

Giorgionne entonces, se puso a decir todo lo que sabía sobre el tema. Se sentía impelido por una extraña voluntad que poco se importaba por las limitaciones que su profesión le marcaba. Con sinceridad enumeró todas las dificultades que un caso así presentaba y que presentaría a lo largo de un doloroso y difícil proceso. Pero también expresó su entusiasmo por el efecto positivo que sin duda produciría el mantenimiento de un compromiso tan personal.

-Yo no debería estar diciendo lo que digo pero... -miró entonces los tristes ojos de Dengue- Si vos querés salir de esto, con la ayuda de tu amigo lo vas a lograr.

lunes, diciembre 01, 2008

632. Un Peso Pal Vino

Salieron a las diez, juntos. No que nadie supusiera que él sujeto del experimento fuera incapaz de manejarse por sí mismo, sino una acción simplemente solidaria de parte de la flaca, amorosamente impensada y a la vez ansiosa. No se han encontrado registros que indiquen la composición del desayuno previo, como así tampoco de que sus estómagos fuesen emitiendo ruiditos al caminar las calles rumbo a la policlínica. Pero de cierto se sabe que a las pocas cuadras, es decir antes de pasar frente al boliche de Luque, como un espectro desnutrido se cruzó en el camino el Dengue, más ausente que presente, flotando en una atmósfera de nada. Era el mismo, por cierto, que había adquirido allá, fama de instructor de vuelo y reconocimiento por las perfectas trenzas de 32 confecionadas con las tiras de plástico alrededor de los núcleos de alambre de acero. Ahora y acá, retorcido manojo de tendones flacos adheridos a los poco que de sus huesos quedaba.

-¡Dengue!

Después de varios segundos de desconcierto vino la respuesta.

-¡Manuel! ¡Valor!...¿Sale un peso pal vino?

Enseguida la advertencia de no ser el mismo Dengue que él recordaba y de no ser él el amigo que acababa de reconocer este pobre despojo que así tan de golpe se le acababa de presentar.

-Vos no me podés fallar, Manuel, amigo... Yo soy el Dengue... ¿te acordás de mí...?
-Claro que me acuerdo, Dengue. ¿Cómo no me voy a acordar...! Pero estás mal... ¿Qué te anda pasando?
-Que no tengo un mango, ja, que va a ser?
-¿No estás comiendo nada?

La flaca estiró su pescuezo para llevar los labios junto a su oreja.

-Pasta base -dijo.
-Pasta base -repitió Manuel sin llegar a entender todavía el significado de esas palabras.
-Es lo que hay, valor -respondió el Dengue con esa misma sonrisa que bien podría ser vista como una despedida.
Después se arrolló sobre el balastro de la calle y agregó con un resto de voz.

-Dame lo que tengas. No quiero pedirle a mi tío.

Era el blanco flash de aquella historia que volvía doliendo como una sorpresiva puñalada que abriera el abdomen de cualquier ser vivo. La pasta base y la historia del Dengue entre los baldes de sobras para los chanchos y los tíos depravados que no sólo le explotaban... La mierda humana ensañada con la más debil de las criaturas que ahora solo pretendía morir miserablemente pero aun así con una pizca de dignidad.

-Venite a mi casa... Dejá esa porquería...
-No... Ya es tarde... Tirame un mango

sábado, noviembre 29, 2008

631. Tres Días de Otoño

Tocó carnicería en procura del churrasquito de docientos gramos, verdulería por las zanahorias, el repollo y de ser posible tomates. El autoservicio del chino Wong por el resto. Todo equilibrado y aquilatado según estiquiométricas proporciones que vendrían a reconstituir el mobiliario globular de la sangre y la biblioteca de catalizadores necesarios para las innúmeras reacciones bioquímicas que en delante se verían promovidas con un criterio sino estratégico, al menos táctico. No lo había dicho el facultativo pero, tal vez con su vacía mirada vuelta hacia el reloj de la pared, no otra cosa hubiera querido indicar que la existencia de una posibilidad no nula de que los tan extraños síntomas observados, escuchados, fueran apenas la consecuencia de una incipiente desnutrición. Casos así se han visto en tiempos de escasas meriendas y nulos almuerzos, cuando las pobres neuronas deben aguzar el ingenio y la imaginación, en procura de nuevas fuentes de recursos.
Llevaron, fuera de receta una caja de vino, papel higiénico y café, y llegaron a la relativa altura desde la que otra vez se divisaban los álamos en el bajo, frente a los pinares parejos y oscuros donde alguna vez, en algún tiempo y lugar, Manuel había conocido a su padre.
Todo parecía estar en su lugar salvo las hojas. Los álamos parecían arañar el cielo mendigando ropaje. Estaban en otoño. Por cierto, o tal vez ya comenzando el invierno, no. El clima y la luminosidad del aire parecían otoñales. Era el mes de abril de hacía dos años, pero en otro mundo. En éste no se habían abierto esferas huecas en el piso del baño ni había sido él raptado en una de ellas para llevarlo hasta aquel tugurio filipino de la segunda guerra, donde Ernie Pike fumaba su eterno cigarrillo mientras esperaba el desenlace de una de sus historias. Esto era el otro lado de la membrana, tabique, espejo, tramoya, que separaba las distintos planos de la misma trama. Si él habia sido llevado a otro mundo desde su casa, tal vez habría sido sustituido por otro Manuel traído desde a su vez otro mundo. Luego, en éste él había aparecido inconciente en lugar de otro que habría sido llevado... uf! Más valía no tratar de entender tan intrincado juego de sustituciones, de tiempos y de lugares. Mejor sería tomar las cosas tal cual se presentaban y esperar con calma que apareciera Mandinga a buscarle.
Fue el primero, entonces, de tres días de almuerzos puntuales, amor moderado y descanso. Tres dias otoñales dignos de la sazón de los años, cuando las frutas se muerden de a bocado tomándose el tiempo para el saboreo. Tres días sin conflictos de opiniones, en el pacto tácito de no mencionar lo innombrable, absortos como estaban cada cual en la contemplación de lo extraordinariamente parecida que puede ser una cosa a otra sin dejar de ser diferente. Una persona. Magdalena identica, no sólo en lo físico, a Magdalena. sino hasta en los más escondidos tics de su personalidad y Manuel, oh Manuel... ¿cómo podías, Manuel, haber perdido casi por entero tu memoria y adquirido otra prestada, fabricada de retazos absurdos y fantasías novelescas...?
El tercero fue jueves. Lo era de puro derecho por ser el siguiente al miercoles, el segundo, que ya había transcurrido por completo sin noticias de Mandinga, ni de ninguna otra cosa que no fuera el silencioso transcurrir del tiempo entre comidas y besos. El jueves, hoy jueves tocaba psicólogo

miércoles, noviembre 26, 2008

Recuerdos del Futuro

Rulo extrajo billetes de su bolsillo y liquidó los mencionados haberes sin chistar otra cosa que el consejo de que se tomara unos días todavía de descanso, no fuera que el trabajo le pudiera reavivar ese problema que le había dejado K.O. durante los últimos quince días. Si le parecía, mientras él se pusiera en contacto con el tipo ese y arreglara los detalles. También que podría ser importante no olvidar la cita con ese psicólogo, por lo que fuera, considerando que lo que le había pasado no era cosa común.
Manuel le propuso tranquilidad al respecto, que se encargara no más del negocio, que no le mirara demasiado el escote a la esposa del tipo y que si se ponía a revisar las rutas de la humedad por las paredes, tuviera especial cuidado en no apoyarse en la alacena que colgaba de la pared de la cocina.

-En cuanto le hagas fuerza se te cae encima y vos con ella arriba de esa señora que anda con muchas ganas de sentir algo. El marido es un milico retirado, de la pesada, amigo del comisario y de los hombres grises del ministerio de defensa.

La cara de Rulo parecía no terminar de empalidecer.

-Otra cosa. Si vas al garaje al buscar la escalera tené cuidado con un rollo de alambre de acero que hay a un costado, que podrías engancharlo al sacarla, y rayar la pintura de la Cherokee azul metalizado. Si subís a revisar el tanque tené cuidado con los contactos del flotador, patean. Si te caes no te agarres de las tejas, se sueltan. Pero si igual te pasa todo eso no rajes, el tipo es medio idiota y si te sigue de atrás no va a ser para matarte sino para ofrecerte más trabajo. Su mujer le pide cosas y él busca alguien que quiera hacerlas.
-¿De qué estás hablando, primo...?
-Del futuro.
-¿Te has vuelto vidente?
-No... Pero sé lo que te digo. Ja. Tantas veces me has dado consejos... Bueno tu otro yo, el de mi mundo que no ha de ser muy distinto que vos... Y vos a mi otro yo, seguro, sin que nunca te los pidiera, porque... ¿nunca te dijeron que sos medio sabihondo? Te lo digo de onda, no para molestarte. Vos por lo general venís de vuelta de todo y de todo sabés cómo hay que encararlo. Ja, esta vez estás medio asustado, no? Tu primo se ha vuelto loquito y habla cosas que no podés entender. No te preocupes, yo me sé cuidar.

Las muchachas volvieron de la cocina mucho más distendidas. Habiendo revisado los distintos aspectos del problema concluían en que el tratamiento debía hacerse en base a paciencia, amor y sexo. Eterna receta trasmitida por las viejas matronas desde tiempos inmemoriales. Paciencia para esperar, amor para optimizar, y sexo, dosificado sabiamente, para mantener vivo el interés.

-¿Nos vamos, Manuel? Tenemos que comprar algunas cosas para cumplir con la dieta que te mandaron...

sábado, noviembre 22, 2008

629. ALUCINACIÓN (otra)

Miró Manuel de soslayo a Magdalena, y a Rulo más de frente, para ver que éste no se tragaba lo de que le hubiese contado. Tal vez porque no fuera posible que ella supiese lo que él, de puro imprudente, acababa de lanzar. Pero es que acaso les iba a seguir el juego de suponer que en realidad pertenecía por entero a este mundo? (como al parecer estaría pretendiendo hacerle creer ella... al tanto entonces de que eso no era así?)

-Lo adiviné, primo. ¿No es ese milico que tiene una agencia de seguridad, una cuatro por cuatro marca Cherokee color bordeaux y una mujer bastante tetona?
-...azul metalizado...
-Nos va a pedir que arreglemos el jardín pero especialmente que le pintemos la casa que acaba de comprar, allá al fondo de Becú en la proa, y que veamos si podemos eliminar unas manchas de humedad que aparecen en algunas paredes y que no te engañes conque pueda ser la bajada del tanque. Están todas la cañerías podridas.
-¿Pero... vos hace dos semanas que estabas inconciente...?
-Ja, no creas en las apariencias. Mientras uno parece estar inconciente, por otro lado puede andar recorriendo el mundo.

Todos se miraron junto con al bajada de párpados de la nueva flaca, que así venía a decirles del estado lamentable en que había quedado su mente, luego del accidente que había padecido en el baño de su casa y que sin embargo no le había dejado ninguna señal física de violencia. Rulo adoptó un tono más serio y paternal.

-Te mandaron tomar muchos remedios?
-No. ninguno. Dijo el médico que es un caso en un millón que se da entre personas perfectamente sanas que de pronto se ponen a sintonizar un canal que ninguno de los otros pueden ver... O al revés... Porque creo que es ahora, en este momento, que estoy padeciendo una especie de alucinación.
-Le dieron pase para un psicólogo...

Comprendió Manuel que otra vez se producía el entendimiento tácito entre todos de seguirle la corriente como si fuera loco, pero esta vez le pareció muy divertido darle paso a las fieras, por decir escándalo a los cuerdos, locura en fin, que no fuera más que la pura y loca verdad.

-Si, con el licenciado Vittorio Giorgionne, el mismo que cuando se me vino el auto rojo encima allá en Buenos Aires, es decir en esta misma casa el día que me habían invitado a almorzar. Te acordás Julieta del salto que dí por encima de la mesa?

Silencio.

-Claro que igual que aquella vez va a ser fácil convencerlo de que no soy yo en que está loco, sino la realidad. Tal vez ustedes todavía no se han dado cuenta, pero cuando vean llegar a mi padre volando en su bola de papel de diario, a buscarme, y vean qué grande y feo que es y le escuchen reír con esa risa tan graciosa que tiene... Para mejor se llama Mandinga. No que se se llame, sino que es no más el verdadero Mandinga, ese tan famoso de los versos gauchescos... Bueno, mi padre. Cuando puedan ser testigos de esas cosas y otras que ya van a suceder, entonces van a estar de acuerdo conmigo en que la realidad es una completa locura. Ja ja.

Silencio.

-Claro que yo no soy el Manuel que ustedes conocían de antes. Ese y yo hemos sido intercambiados, todavía no sé por cual causa, voluntaria o accidental... Pero todo lo va a aclarar mi padre cuando venga un día de estos. Puede demorar un poco porque, a pesar de que es muy hábil para orientarse entre miles de mundos paralelos, casi iguales entre sí, él no sé cómo hace pero termina por encontrarme... Tal vez cuando aparezca venga con el otro Manuel, el que ustedes conocían de antes, que ahora va a venir bastante asustado y hablando cosas más locas que estas que yo apenas les digo como para ponerlos sobre aviso.

Julieta casi sin disimulo llevó a Magdalena para la cocina.

-Te quería pedir, primo que me des mi parte del dinero de esos trabajos que ha hecho mi tocayo. No va a ser robo que lo gaste en mantenerme vivo, ya que él ha de estar en este momento comiendo en mi lugar allá donde está, que es donde yo debería estar, no sé si se comprende...

martes, noviembre 18, 2008

628. DUDAS

Se le presentaba la duda a Manuel sobre si él y Magdalena estarían viviendo juntos. No se le ocurría la manera de preguntarle sin que sonara demasiado raro. Natural que siendo él de otro mundo y ella de acá, no lo supiera y, aunque pudiera parecer gracioso de golpe se estaba poniendo tímido, cohibido por esta hermana gemela de la flaca que en definitiva no le estaba creyendo un carajo de todo lo que había explicado sobre los viajes por los mundos paralelos y la necesaria certeza que él tenía, de que otro Manuel, el que sí sabía si vivían en pareja con ella, debería andar perdido por ahí tratando de volver otra vez a su nido. No era que no le atrajera la idea, sino que se sentía bastante extrapolado cada vez que pensaba que ella era otra, íntimamente relacionada con la otra, como una hermana, o la amiga más amiga aun sin conocerse. Y él... una especie de intruso que venía a traicionarse a sí mismo, como ya le había pasado en otra oportunidad pero a causa de una situación mucho más confusa. No quería, ni se detenía a pensar la razón de las dudas en un sentido ético. Si pudiera ser considerado culpable o no. Le ocurría en cambio que se sentía incómodo en el papel de engañador. Si al menos ella le creyese por un momento que él no era el Manuel que ella conocía... y si aun así quisiera seguir la vida que pudiera haber estado llevando con el otro... Ah, porque lo que es besar...besaba tan bien como la verdadera flaca!

-¿Volvemos para casa...?
-Sí. pero antes debemos comprar comida. el doctor me ha dado una dieta que tenés que seguir. Estás muy débil...
-No tengo un peso en los bolsillos.
-Ya lo sé. Pero Rulo tiene plata para vos que cobró del último trabajo que hicieron.

Era el dinero del otro. No podía de ninguna manera comerse la plata del otro y encima... capaz... y apropiarse de su casa y de su ropa. ¡Que situación de mierda!

-Vení, Rulo a esta hora ha de estar de vuelta... si no se fue al hospital a verte. Me olvidé de mandarle un mensaje... Ja, mejor dicho me quedé sin tarjeta.
-Y vos... ¿Has estado sin trabajar por cuidarme...?
-Mirá allá está la moto, qué suerte!

Iban llegando a la casita cuando salió Julieta a recibirles. Sin querer Manuel corrió hacia ella como si fuera al encuentro de la verdadera Julieta, con su manera tan particular de caminar que le hacía siempre resaltar lo bien proporcionadas que tenía la caderas y los senos y la elasticidad de todo su cuerpo.

-Manuel, qué suerte que ya estés bien. Rulo fue hasta ahí, ya viene...
-Y Lucila...? ...Ah... digo...
-¿Qué?

Juleta se había puesto espantosamente pálida. y Manuel al notarlo y buscar en aquella figura el embarazo que debería tener a esa altura de ese año, sintió que el suelo se le hundía en la impresión de tal vez haber dicho algo terriblemente hiriente. Julieta no estaba embarazada, no tenía rasgos de haber recientemente sido madre, parecía al borde de un desmayo.

-Perdón. Todavía estoy confuso.
-No es nada... Vengan, vamos a tomar unos mates adentro...

Rulo tiró los paquetes sobre la mesa tropezando por abrazarse con Manuel al tiempo que gritaba bromas sobre la fingida enfermedad de su primo. Hijo de puta y esas cosas. La cantidad de trabajo nuevo que estaba apareciendo. Hasta uno de un milico con guita, que parecía querer que le reparen todas las cañerías de una casa que acababa de comprar y se la pinten.

-¿Qué te parece, eh?
-¿Ferrari se llama...?
-Sï. ¿Pero cómo lo sabés...?

Magdalena intervino.

-Yo se lo conté...

Rulo la miró confundido.

lunes, noviembre 17, 2008

627. El Payaso de Hojalata Multicolor

La casa estaba perfectamente vacía, es decir que su esposa la escribana Rocencratz, se había ausentado justo a la hora que todos los días con disimulo le esperaba para zaherirle con sus desdeñosos comentarios. Tampoco su hijo, el simpático pelandrún veinteañero, se veía por allí, así que se fue directamente al estudio donde en silencio se puso a mirar por aquel pequeño sector de la ventana donde el progreso todavía permitía ver un trozo de cielo y algunas ramas de árboles casi sin hojas. De la ventanita la vista derivó hacia la fotografía encuadrada en la pared. Él mismo con la edad de su hijo, y la misma expresión distraída, entre los pinos de Salinas cuando el tiempo siempre sobraba. Después Roselín sonriendo aquella sonrisa que le duró hasta el tercer año del matrimonio. Después la biblioteca. El banderín del Pelotaris que nunca tubo iniciativa de tirar, los odiados tres monos sabios, las obras del viejo Freud que ultimamente no leía... Y la cajita de madera laqueada en la que Sergio le había entregado su polémico regalo.
Se levantó para traerla y volvió abriéndola y depositando el contenido sobre el escritorio. Era un objeto oblongo y asimétrico por el lado que se le mirara. Más panzón por uno de los lados y con esa forma de huevo deforme que era más deforme también por un lado que por el otro. Algo así. Lo colocó en el centro del espacio y tomándolo desde arriba con tres dedos le imprimió un brusco giro antes de soltarlo. El objeto giró como si fuera un trompo, manteniéndose en el mismo lugar por casi un minuto, sin cabeceos y apenas aminorando el ritmo. Luego, cuando de pronto se puso a oscilar como dudando qué hacer, fue que Vittorio volvió a sonreír al modo de cuando vió por primera ves bailar el payaso a cuerda y tocar el bombo sobre aquel carromato multicolor de hojalata, que había pertenecido a su abuelo. Y sonrió de ese mismo modo mucho más cuando el objeto ahora iniciaba el giro retrógrado, perfecto, parejo y sostenido, antes de perder por fin todo deseo de hacer demostraciones.

-Gracias Sergio- pensó.

Se sentía liberado. Este simple objeto que a su parecer, y el del viejo amigo, desobedecía todas las leyes del universo y la materia, se estaba constituyendo en la mejor expresión emergente de aquellas voces interiores que recién lograban llegar confusamente a su conciencia. No quiso empero, darle una forma precisa, un contenido conceptual definido, no. Prefirió dejar aquel arruyo rumoroso como una música de fondo. El ronroneo del agua que por fin brota del manantial escondido viniendo a revitalizar las esperanzas de reencontrarse con aquel viejo joven que algún día había sido.

-Así es Vittorio, -se dijo- te llenaste la cabeza de ínfulas y teorías y te olvidaste de vivir. Te escondiste como un cobarde dentro de los libros, quisiste saber todo, dominar las fuerzas, prever los desenlaces, evitar las sorpresas, explicar los misterios... Has sido un cagón. Hoy te llevaste un susto. A pesar de todos tus sistemas y tus conceptos y tus clasificaciones... Te llevaste un susto. Hay cosas que habitan fuera de las fronteras de tu pobre conocimiento. LLegan hasta acá apenas los perfumes que escapan por las rendijas de algunas ventanucas no del todo cerradas. Por suerte eres estúpido pero no tan necio como para negarlo. Ese muchachito te habló de algo que nunca vió sobre tu escritorio, como si lo hubiese visto con tus propios ojos. ¿Magia? ¿Telepatía? ¿Otros poderes extrasensoriales? ¡Pamplinas! No crees en esas cosas y estás en tu derecho, pero... ¿Acaso no será tiempo de abrir un poquito la cabeza?

jueves, noviembre 13, 2008

Lo que hay

Mientras tanto Giorgionne pensaba todas esas cosas, y muchas otras que no se detallan por no distraer, el ómnibus de Copsa había terminado su recorrido en la terminal de Ciudad Vieja. Los pasajeros, sobre desparejas veredas enfilaban tasiturnos, sin ojear los titulares sobre la la Ley de Salud Reproductiva, el posible veto del presidente, la excomunión prometida por Cotuño y las elecciones en Peñarol. Un día más. Uno más de tantos grises dias en el pequeño país de los hombrecitos grises que cotidianamente suben y bajan sin protestar demasiado por las carencias del servicio o la incomodidad de los asientos. Otro día para terminar frente a un plato de comida tibia, una pantalla que habla estupideces y una compañera cansada de soñar la vida como una pasión.
En otras partes de la ciudad, en simultáneo, los últimos comerciantes cerraban sus tiendas o ferreterías con la magra cuenta en la memoria y el sonsonete de la radio que habían escuchado sin escuchar desde algún lugar de los estantes, entreverada con las mediadas de los tornillo, el precio del quilo de papa, y esa moto del vecino que revienta los tímpanos a cualquiera. Otro día que se suma a los muchos que han pasado desde que ya no se esperan, sino que se dejan pasar como los bancos de niebla. Puré de papas sin sal ni aceite en que ha concluido aquella lucha de clases tan temida y postergada por una entera generación, que a fuerza de paños tibios, consideraciones y alianzas terminaba siendo la cosa más parecida a la nada. Una nada totalmente honesta.
Vittorio lo sabía. Lo iba sabiendo mientras volvía a caminar las viejas veredas aquellas de cuando bastante más joven festejaban la vuelta de la democracia y el entierro de la feroz dictadura instalada para evitar esto que al fin la había sucedido. Paradoja, que fuera tan difícil decir cual de los bandos había triunfado, si no era que los dos habían sido derrotados por la grisura y la fuerza de la costumbre. Dictadura mucho más duradera, prohijada por generaciones de empleados públicos aburguesados y carentes de conciencia verdadera, que al parecer de Vittorio, nunca podría terminar en la defenza corporativa de algunas ventajas económicas alrededor del derecho de no hacer nada. Aburrirse todos los días hasta los tuétanos pero con mucho cuidado de nunca llegar a ser útiles. Los odiaba y al mismo tiempo se sabía uno de ellos. O más bien les comprendía de mala gana, todos sumergidos en este mar sin olas en que se había transformado la vida, la de ellos y la suya propia, desde que les habían convencido de que la política es simplemente el arte de lo posible, y lo posible, lo que hay.
Dobló por Durazno y mientras iba sacando del bolsillo chico las llaves saludó a la muchacha del quiosco que tantos defectos tenía según su mujer y al hacerlo volvió a ver la estampa viviente de aquella cosa en que se había transformados tras diez años de matrimonio. Roselín Rosencratz de Giorgionne. Escribana.

martes, noviembre 11, 2008

625. Pisapapeles

Ese pedazo de piedra con el que apretaba los papeles en desorden, que le trajo Sergio de Europa, como prueba irrefutable de la incapacidad explicativa de la ciencia. Porque bailaba de aquella manera ilógica, que a su parecer indicaba un sentido innato del equilibrio y la moderación. Como un Universo, en el que se crearan tantos elementos con una característica, y necesariamente, el mismo número de los que poseyeran la característica contraria. Según él, esas piedras, llamadas hachas, aunque tal vez nunca hubieran sido usadas como tales, contenían en sí mismas ese criterio universal y por eso, cuando le obligábamos a hacer un número de giros en un sentido, inmediatamente se empeñaban a compensarlo con un otros tantos en el contrario... Ahora bien, ¿cómo se habría enterado este muchachito Manuel de que él poseía una cosa así? Pretendía haberse enterado por su boca del nombre hacha celta, y de las confusas explicaciones que alguna vez había leído en una vieja revista científica, donde la causa del giro retrógrado aparecía como consecuencia de un bla bla bla de desplazamientos de centros de gravedad y nada parecido a que la piedra tuviese conciencia o memoria. Las piedras suyas, que pretendía haberle mostrado en acción, poseían aquella propiedad junto a otras que las hacían útiles para comunicarse de forma instantánea con otras que... ¡Basta ya!
Los árboles del Parque Roosevelt pasaban frente a las ventanas del ómnibus como fichas de dominó que siempre mostraban seis sobre seis sin ser la misma.
La lógica pedía un puente entre los datos de su vida privada y las palabras de Manuel.
Una ecuación que una vez resuelta mostrara las raíces a la luz del día para que sustituyendo su valores en las incógnitas se verificara la igualdad propuesta
Ya una vez había estado a punto de creer que su mujer, nada menos, la escribana, poseyera poderes telepáticos cuando de golpe la había sentido pronunciar el exacto y extraño nombre de aquella su amante accidental. Qué sorpresa. Sentirle decir que la mañana se mostraba "más cariñosa que Ifigenia Mendizábal", así con la escasa sonrisa de sus dientes apretados en los cinco minutos de "me tomo un té", entre protocolo y protocolo. Ja, sus verdaderos y propios amantes. Todo tenía o debería tener su explicación. Aquella vez no había atinado a averiguarlo, aunque seguramente lo dicho por la escribana hubiera sido cualquier otra cosa con una sucesión de vocales similar a los que él creía haber escuchado, y esta... Esta vez el problema no estaba en algo que se hubiese escuchado mal, sino... en que la probabilidad de coincidencia entre un mero divague o delirio y la privada realidad de su escritorio de trabajo... Porque si le hubiera dicho que su estudio tenía una ventana que daba al patio de la casa, con las ramas del álamo asomadas y las plantas y la reposera... Pero, que le viniera a recoger de sobre su propio escritorio aquel extraño objeto que ni su propia mujer hubiera sabido nombrar adecuadamente...
Se podía hacer un resumen. Cierto que el poseía un objeto llamado hacha celta. Cierto que dicho objeto tiene la peculiar propiedad de volver marcha atrás los giros que se le imprimen. Cierto que una vez había leído en una revista una pretendida explicación del fenómeno. Falso que conociera de antes a un sujeto llamado Manuel Aquelarre. Falso que dicho sujeto le haya nunca mostrado otros objetos con propiedades similares y hasta más extrañas que las de las hachas celtas. Cierto que él no pretende que la entrevista se haya producido en esta realidad. Cierto que su novia no cree que haya podido hacer otra cosa que yacer inconciente sobre una cama. Cierto que sobre lo que pueda pasar en otros mundos, si es que existen... es poco lo que se pueda afirmar.

-Señor, hemos llegado a destino. ¿No se piensa bajar...?

lunes, noviembre 10, 2008

624.Terciopelo Azul

Vinieron entonces las presumibles disculpas de una parte por interrumpir su retirada y por la otra sobre el escaso tiempo, además de que esas no fueran cosas para hablarse a la carrera sobre el pedregullo de la calle mientras el ómnibus se escapa, y el atardecer que ya se viene, con el tránsito rumoroso y lento de regreso a Montevideo por Avenida Italia y el relumbre púrpura del ocaso. Que joder. Hay horarios que se han establecido y que no se cumplen haciendo que uno se rasque los huevos cuatro horas aguantando el siseo del televisor que las enfermeras ni ven ni apagan, mientras los que tienen hora marcada no acuden y los que no, le paran a uno justo en el minuto necesario de presteza para llegar a tiempo a la parada. Que joder. Aunque con todo no diera para desestimar el pedido de ayuda de una parejita que al parecer está pasando por una situación confusa de la que habría que desbrozar verdades de mentiras al principio, y después ver lo que queda. El jueves, por ejemplo, de dos a tres, aunque la muchacha se vea tan ansiada y desamparada por la suerte del noviecito este que no parece demasiado afligido, aunque sí, pensando en segundo plano algo que estaría bueno averiguar. Sería todo por ahora y no tendría ningún sentido que siguieran caminando al costado, la muchacha, Magdalena dice, insistiendo en obtener respuestas y explicaciones sobre los supuestos falsos recuerdos que él ha elaborado durante su período de inconsciencia, a lo que el muchacho acompaña con raro gesto de la boca casi como una seña del siete bravo. Ha de estar desestimando. ¿Qué? ¿Qué puede estar desestimando entre tantas cosas que salen de la boca de ella, impelida por el deseo evidente de no dejarle ir, la puta. ... ¡Allá arranca el puto ómnibus!

No el asiento de portland de la parada no es un lugar como para evacuar una consulta profesional, al menos en sicología. Pero ahora el sujeto pretende haberse atendido con él, hace dos años, cuando los de su entorno creyeron que se estaba volviendo loco, y hasta él, porque a cada rato volaba con sus existencia a lugares remotos y hasta tiempos. Y que él, es decir yo, el licenciado Vittorio Giorgionne, que le había sido recomendado por el mismísimo Pepe Mujica, cuando le interceptó en el comité del MPP para contarle que había estado siendo perseguido por una banda de milicos torturadores incluso hasta un rato antes en aquel club de bochas de la calle Mariano Soler. Dice que evidentemente también el Pepe había llegado a opinar que estaba con faltante de jugadores en el equipo, pero que, cuando por fin le había hecho bailar las hachas celtas sobre el escritorio. ¿Acaso no lo recordaba? Él, es decir yo, aparte de abrir desmesurados ojos de asombro, había quedado convencido de que él, se refiere a sí mismo,no estaba propiamente loco sino en contacto con una realidad distinta de la cotidiana. Pero se interrumpe ahora tomándose la cabeza y preguntando, como por si acaso su sospecha fuera falsa, qué día de qué año era este en el que bajo el techito de la parada, y el rumor del tránsito, estábamos pretendiendo definir cuál de todas las posibles realidades era la verdadera. 5 del 7 del 6 le contesto como quien llena un formulario. Pobre. Pobre porque pálido se ha puesto, y tartamudo, cambiando la voz y el ritmo de la conversación. Conque en realidad la otra entrevista conmigo licenciado Vittorio Giorgionne, parece tener el nombre muy presente, se realizó hace más de dos años en la policlínica y más o menos en esta fecha. Previa llamada telefónica mía al teléfono celular de "la flaca" que él, Manuel, en aquel entonces Aquelarre le había pasado al Pepe y este a su secretario, para que contactara un sicólogo. Por supuesto que alego que no llevo ni un año trabajando en Lagomar. Replica que era lo que me estaba diciendo, que aquellos días de hace dos años venían en realidad, a ser estos mismos días, y que la entrevista que tuvo entonces, y que él me podría referir con lujo de detalles, no va a tener existencia en este mundo en que ahora respirábamos, por la sencilla razón de que estábamos hablando de mundos paralelos. Me acordé de aquella película del hombre mirando al sudeste y... debo ser sincero conmigo mismo... sentí que toda aquel conjunto de delirios mal concatenados se cubría de pronto con un manto oscuro de misterio... Apenas tuve tiempo para pararme y hacerle seña al ómnibus que venía. Al sentarme en mi mente estaba instalada la imagen de aquella hacha celta que tengo sobre el escritorio del estudio.

sábado, noviembre 08, 2008

623. La Vieja Policlínica

Horas más tarde bajaban del ómnibus entreverados todavía en un diálogo abstruso y entrecortado. Manuel que insistía en enterarse de las últimas noticias de la patria anarquista, de los movimientos de las huestes de Satanás o de lo que pudiera opinar al respecto tanto Mandinga, su padre, como el mismísimo Jesús Cristo, advenido en nuevo asesor y consejero. Y Magdalena, que nada comprendía y a todo contestaba con evasivas mientras apuraba el paso rogando interiormente para que llegaran a la policlínica antes de que el sicólogo ese se hubiera retirado.

-¿Cómo fue que te dije que se llamaba el licenciado...?
-Giorgionne, flaca, ¿cómo más querés que se llame? Vittorio... El mismo Vittorio de siempre... O acaso...?
-Sí, tenés razón, es que con todo esto...

Manuel iba a insistir conque por muy preocupada que pudiera estar no podía.... Pero se quedó mudo no pudiendo él creer lo que estaba viendo cincuenta metros adelante. ¡La policlínica! ¡La vieja policlínica de Lagomar se mostraba allí enfrente en su completa vieja estampa de cuando todavía no le habían hecho las ampliaciones. En lugar del ala izquierda, compuesta por los cinco consultorios nuevos, volvía a reinar el viejo baldío lleno de altos yuyos que abrían sus flores filamentosas bajo una nube de minúsculos jejenes. Se detuvo.

-¿Qué ha pasado aquí?
-Nada, Manuel. No ha pasado nada. Vení, no perdamos tiempo que vamos a llegar tarde...

De golpe se precipitó desde la cima de su ingenuidad al abismo de saberse caminando en otro mundo. Cristo lo había tirado quién sabe dónde, tal vez por impericia, o por descuido, y hasta quizá sin darse cuenta! Cristo era un boludo. Pero ahora...
Retuvo por la mano a Magdalena.

-Esperá flaca. Tenemos que aclarar algunas cosas...

Fue duro convencer a la muchacha que cada vez se mostraba más ansiosa por llegar y poner en manos de alguien que entendiera del tema, a este flaco, su amado, que ahora se empeñaba en hablar incoherencias después de haberse pasado dos semanas inconciente. Se negaba a discutir la irrealidad de la realidad, de la ilusión, o de lo que fuera. Ella no era sicóloga ni médica ni nada. Ella sólo quería que su flaco estuviera bien y que cuando hablaran de una cosa, los dos se refirieran a la misma.
La muchacha era igual a Magdalena, pero era otra. Otra que aun no se había fogueado en los viajes interdimensionales, ni en las guerras cósmicas, ni en el diálogo con la gente que una vez muerta en este mundo, se trasladaba a aquella zona de las siete dimensiones y el tiempo doble... Estaba dominada por el miedo. Manuel trató de meterse en su pellejo y sentir el erizamiento que evidentemente ella había estado sintiendo a cada palabra extraña que él había pronunciado. ¡Pobre! Acercó su cara a la suya. Observó la increíble identidad de formas y rasgos, hasta los más pequeños y fugases temblores de aquella piel le eran conocidos. Se acercó más, como para un beso, y un pensamiento veloz cruzó entre las dos miradas. Si el no era de aquí... entonces habría otro Manuel que... Pero a él lo habían encontrado en su casa... Entonces el otro, ¿por dónde andaría...?

-Allá se va. Ha de ser ese que está saliendo!
-¿Quién?
-El sicólogo...
-Ah, sí... Es él. ¡Eh Vittorio! ¡Esperanos!

El otro se detuvo ya que no podían estar gritando a nadie más. Nadie andaba por aquellas calles más que ese par de muchachos agarrados de la mano que ya avanzaba a paso largo hacia él, haciéndole irremediablemente perder el minuto preciso que necesitaba aprovechar, para llegar justo a las menos cinco a la parada de Copsa, y a su casa antes del comentario mordaz de su esposa la escribana Rocencratz.

viernes, noviembre 07, 2008

622. ¿No habrá sido él?

Es posible que haya abierto los ojos, porque algo en él se abrió de pronto y de par en par a todos los sentidos simultáneos. Cataratas de sensaciones le inundaron y sacudieron al mismo tiempo que el beso primordial continuaba según sus más profundos deseos. Los labios sentidos en toda su tierna realidad de calor y delicioso tacto corrugado, el perfume aquel, nunca olvidado de las más antiguas flores abiertas en el aire de las noches, la humedad... La luz que ahora a raudales le inundaba en orgiástica tocatta, el cuerpo todo que revivía de forma violenta latiendo a todo vapor, la respiración que tragaba resuellos insaciables y por cierto el sexo que ahora también despertaba reclamando su lugar. Estaba vivo por cierto y aquella era su flaca de siempre! La impagable, que acababa de hacerle saltar desde la grisura de la inexistencia a la vorágine de la vida.

-Flaca!

Vino desde el costado una enfermera blanca a controlarle la sonda del suero. Magdalena le acariciaba las mejillas. Él sentía necesidad de preguntar todo pero el corazón le reventaba en el pecho y de pronto se estaba mareando.

-Qué me pasó? Por qué estoy aquí?

Magda, con un gesto le pidió una pausa. La enfermera se retiraba...

-¿No te acordás de nada...?
-Y... lo último... que estábamos volviendo de A Bur Na Bar... la carpa aquella...

Magda en silencio le palpó la frente.

-En tu casa. Te encontré tirado en el piso del baño.
-¿En casa...? Qué raro... No me acuerdo de haber llegado. ¿Y vos, no estabas conmigo...?

Vino un médico con comentarios alegres, los de siempre. Le tomó el pulso, le miró un ojo estirando el párpado. Apuntó cosas en una libretita y murmuró otras hacia la enfermera.

-Haz estado mucho tiempo inconciente...
-¿Qué me pasó?
-No se sabe... Los estudios dan resultados normales. Estabas caído, desnudo, pero aparentemente no te habías golpeado al caer.
-¿Y Satanás...?
-¿De qué hablás...?
-Digo. ¿No habrá sido él...?
-¿El que qué...?
-...el que me tiró... que me hizo algo y me dejó incociente...
-...

La enfermera estaba de vuelta quitándole la mariposa del suero en la muñeca. Había escuchado parte de la conversación pero apenas movió la mirada en silencio de uno a otro. Cuando por fin se fue, Manuel arremetió con sus preguntas. Quería ponerse al día. Si era que había estado inconciente entonces... qué había pasado en aquella vuelta de Galilea traídos por Jesús dentro del receptáculo formado por las líneas de guiones. ¿Habían llegado sin inconvenientes? Ernesto ¿Se había seguido quedando con Rommel, el pequeño zorrito que se les había colado? Jesus, ¿Estaba todavía con ellos, en la caverna, aconsejándoles sobre el mejor modo de defenderse de Satanás?

En vez de contestar los labios de Magda temblaban y sus manos apretaban sin motivo las de Manuel.

-Esperame un momento. Tengo que hablar con el doctor...


miércoles, noviembre 05, 2008

621. Aquella Voz

Pasó en espera un lapso de tiempo indefinido. No sentía los latidos del corazón ni tenía forma de tensar los músculos para obligarlo a latir fuerte. No sabía dónde fijar la atención para buscarlo. Un tiempo algodonoso, informe.. y sin embargo creía estar sabiendo algunas cosas como que... En primer lugar que estaba vivo y en segundo que estaba acostado. Por nada. Por ningún dato de los sentidos. Por ninguna sensación corporal o espacial, simplemente... porque creía estar acostado sobre una cama, en algún lugar real y en la cercanía de una mujer que poseía una voz, la que en algún momento había oído repetir la palabra que su mente pronunciaba, una voz... íntimamente conocida. ¿Qué sería esto? Cual ese lugar donde se encontraba horizontal e insensible bajo la protección... Sí, bajo el cuidado de esa voz!
¿Como y por qué habría llegado hasta allí...? No podía recordar nada. Recordaba sí, por supuesto, llamarse Manuel y una casa... una pequeña casa de paredes blanqueadas sobre la que la luz del sol dibujaba acuáticos reflejos al pasar entre las hojas del álamo. Del álamo... Ese álamo que volvía a ver como visto desde una cuadra de distancia... y después mirado desde abajo, sus ramas plateadas y ese constante vibrar de las hojas, como gotas de agua sobre un techo de cinc... Creía conocerlo, como se conoce al perro que todos los días nos mueve la cola. Quizá ese era su álamo y esa, la que recordaba apenas bajo la sombra, su casa...

-Manuel, ¿me oís...?

¡Otra vez la voz! Sí, es esa misma voz que... De antes...

En el sobrecogimiento acababa de sentir el calor de su propio cuerpo sin percatarse de ello, tal era la emoción. Pero enseguida sus imaginarios pies comenzaron a girar como la aguja de una brújula desconcertada hacia todos los derroteros posibles en el espacio. Recuperaba el espacio pero en desconcierto. Por momentos creía estar cabeza abajo, por momentos al revés... colgado, ¡qué extraño! desde los ojos, con un rayo de luz que le taladrara el cerebro. ¡Debía responder! No fuera que la voz callara o que se fuera!¿Pero cómo? Todavía lo poco que sentía le era externo. Datos que confusamente le llegaban, que confusamente trataba de interpretar... Esa cosa por ejemplo, que sentía ahora, calor tal vez, o rozamiento... ¿dolor? ¿sería eso lo que su mente decía conocer como dolor? Era en la parte frontal, eso redondo y extenso que... ¿O acaso simplemente la sensación del color rojo? Porque... No recordaba como era que se sentía el color rojo... los colores.... El había vivido en un lugar lleno de colores y de luz pero.... No podía recordarlos aunque, por alguna razón extraña ahora se le había ocurrido pensar que eso que estaba sintiendo podría ser precisamente el rojo. Un color rojo que por cierto le agradaba, mucho... y que... ¡No no era un color, era un calor, una tibieza bah, recontraagradable que le llenaba de felicidad! ¡Sí, ahora sabía que eso era la felicidad! Lo que estaba sintiendo con respecto a ese calor que allí adelante amorosamente se había acercado a su ser. ¡Eran labios! ¡Eso era un beso! ¡La voz de la mujer le estaba besando sobre sus propios labios!

sábado, noviembre 01, 2008

620. ¿Rommel?

Entrecruces de palabras se empeñaban a volver con el mismo sonsonete. Rommel, Rommel, "El Zorro del Desierto" que endiabladamente insistía en representarse como la imagen del Hombre Ilustrado que había visto alguna vez en algún lado, aunque bien supiera que no, que el famoso zorro del desierto era un militar alemán que comandaba los tanques tal vez en El Alamein o en otro lugar de esos llenos de arena y trapos cubriendo las cabezas. Lo sabía bien, porque todavía recordaba aquellos números extra de Hora Cero que venían con las grandes batallas de la segunda guerra y, recordaba también, aunque dificultosamente, aquella cabeza dibujada con una gorra y grandes anteojos enmarcados en embudos de metal. Las huellas de las cremalleras de los tanques sobre la arena. Largas hileras de guiones atravesados en paralelo. La constante observación del lejano horizonte de dunas con los largavistas y la sensación de que todo debería estar extremadamente seco y caliente. Los cuerpos y las ropas, pero especialmente las chapas metálicas de los Panzers, las armas y hasta los prismáticos...
¿Por qué entonces se le representaba El Hombre Ilustrado, con sus tatuajes movedizos y enigmáticos...?
Y, especialmente, por qué no acababa de poderse ubicar en ningún lugar conocido, se sentía atado, inmovilizado y en una penumbra gris que ni le permitía saber cuanto tiempo pudiera haber pasado desde que le resonaba en la cabeza el dichoso nombre del mariscal...?

-¿Rommel?

¡Esa voz! Él la conocía... Sí, era una voz conocida la que había sonado en alguna parte de la masa de gris sin dimensiones. Había alguien allí. Cerca, aunque no pudiera verlo... ni tocarlo. Porque nada podía tocar... No, no estaba pudiendo tocar nada, ni tocarse a si mismo, los dedos entre sí, ni sentirlos... Aunque una sola cosa, sí, una cosa sabía como cierta, que era él mismo, el de siempre que pudiera recordar haber sido. Extraña cosa que se pueda ser alguien, siempre, o... desde algún momento que fuese el primer momento de esa sensación de ser quien se es... Y desde ahí en delante siempre el mismo, al menos en apariencia... Pero ahora había alguien cerca y aunque no hubiese terminado de reconocer la voz... no había duda de que había sido una voz de mujer, una voz de mujer que el conocía... La voz y... la mujer. Que terrible confusión! No tenía ninguna duda de que aquella voz era de alguien que él conocía mucho. Mucho, de todos los días, en alguna época pasada... muy pasada tal vez... ¿cuanto tiempo atrás? ¿Cuanto...? Por lo menos de una época anterior al comienzo de la época en que había comenzado a tener esa sensación de estar detenido dentro de la masa gris de la penumbra, con esa palabras recurrente en su conciencia y la imagen del hombre ilustrado que al cambiar de postura reaviva el movimiento de las historias tatuadas en sus brazos.
Pero ahora había sonado esa voz cercana y eso sólo, en sí mismo, quebraba la monotonía de todo lo último que podía recordar. Tal vez en cualquier momento se podría repetir el fenómeno y tal vez si escuchara con mayor atención podría reconocer esta vez la voz y hasta desde qué dirección llegaba... aunque... era tan difícil entender ahora, qué sentido pudiera tener la palabra dirección!

viernes, octubre 31, 2008

619. Cierre Relámpago

-Bien, en ese caso... volvamos entonces- ,dijo Jesús tomando el extremo de la cremallera de guiones entre sus dedos antes de que se terminara de borrar, y comenzando a deslizar la mano hacia arriba, con lo que la anterior abertura se iba rellenando de espacio.
Con un gesto invitó a las damas a pasar primero, y con otro se despidió de los esenios.
No parecía disgustado ni contrariado, más bien perdido en lejanos pensamientos que no debían ser desagradables porque, a pesar de todo, en ningún momento había dejado de sonreír.
Quedaron en aquel espacio neutro, no mayor a un ascensor, incoloro e insípido, al que sin embargo por momentos llegaban los silbidos del viento del desierto y algunos granitos de arena que se estaban colando entre algunos de los guiones que habían quedado mal cerrados.
Chasqueó la lengua y se dispuso a entreabrir la cremallera para volver a cerrarla adecuadamente.

-Si no está bien cerrado este cachivache no funciona,-explicó.

No fue tan fácil. Al querer cerrar de nuevo los guiones se empezaron a transformar en signos de más y a zafarse unos de otros dejando huecos crecientes por donde soplaba una tormenta de arena mezclada con bosta de camello. -Que olor de mierda- rezongó asomando la cabeza fuera de la carpa. Pidió enseguida ayuda a Manuel. Que le tuviese una de las hojas virtuales bien agarrada mientras él estiraba la otra parte que se había encogido, vaya a saber, por la presión del viento y que no quería volver a engancharse con los guiones anteriores.

-¡No hay caso! ¿Voy a tener que hacer un milagro!

Todos se alegraron interiormente. Querían ya volver a sus pagos y además que cuando se habrían las hojas de la puerta, allá afuera, a pesar del vendaval vislumbraban las oscuras figuras de los cuatro esenios que, como estatuas silenciosas seguían con las cuatro manos apoyadas cruzadamente sobre los cuatro pechos, y eso... no parecía natural!

-¡No miren! ¡Miren para otro lado! -ordenó Jesús.

Todos dieron vuelta la cara y enseguida vieron relumbrar un relámpago y olieron un extraño gas que había llenado el escaso volumen de la cabina.

-Ya está.

Que había logrado cerrar se supo enseguida porque enseguida dejó de zumbar el viento y la arena negra de atormentar las caras, pero había un detalle nuevo. Un intruso orejudo. Un pequeño zorro del desierto que, temeroso de no ser querido trataba de esconderse entre las piernas de todos. Ernesto lo tomó en su regazo y enseguida le encontró nombre: Rommel

jueves, octubre 30, 2008

618. Arenas calientes

De modo que tuvieron que tomarse ellos la tarea de explicarles a dónde habían sido enviados.

-Constituimos una comunidad espiritual que vive apartada del mundo y de sus apetencias mezquinas. Aquí todos somos iguales, tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones. Nuestras vidas están orientadas hacia el conocimiento del Dios Verdadero...

Ninguno de los maquis venía con animo polemista, preferían callar las dudas que les producía esa manera de vivir y, especialmente, aquella manera de mirar a las mujeres, a cada momento, interrumpiendo el discurso, como no pudiendo apartar la vista o el pensamiento de los apretados pantalones que llevaban tanto Margarita como Magdalena. Tal vez no por los pantalones mismos, que evidentemente no conocían, sino...
Margarita se decidió a preguntar:

-¿Admiten mujeres en la comunidad?

Los cuatro quedaron fríos como losa de alabastro. El quinto, Jesús, sonrió.

-No, hasta ahora... Ustedes dos son las primeras mujeres que pisan el espacio sagrado de nuestra comunidad.

Los cuatro hicieron signos con las manos floreando en el aire mientras emitían lastimeros cánticos agudos. Jesús apoyó sus manos en dos distintos hombros y les habló en hebreo, o tal vez en arameo, griego, polaco o cualquier lengua muerta. (preferimos no transcribir) Ellos contestaron en lo mismo y con expresiones de disgusto escandaloso. La negociación parecía totalmente estancada cuando a un costado comenzaron a aparecer sucesivos guiones cortos en el aire, formando un rectángulo vertical que se llenó de pronto en tres dimensiones y color. ¡Allí estaba el otro Cristo! El entrecano. El Cristo joven gritó como acometido por una puñalada en el corazón. No quería mirarlo, no, No quería mirarse en el futuro porque gran pecado era pretender violar las leyes del Verdadero, Aquellas sagradas leyes que nos mandan a vivir la vida tal cual que si fuera una verdad, aunque la sospechemos falsa, y tengamos múltiples indicios de ello y de la relatividad del tiempo y de las oscuras energías que nos hacen separar cuando nos parecería lógico más bien juntarnos.

Todo eso y mucho más fue gritando el pobre Jesús al tiempo que trepaba la entrada oculta entre las zarzas y se ensartaba de espinas y perdía las ojotas justo cuando debía enfrentar las calientes arenas bajo los rayos del sol, hasta perderse en la distancia de los espejismos remotos sin dejar de perorar.

-Me olvidaba de decirles...-comenzó a decir el Jesús maduro- que... este podría ser un buen refugio temporario para ustedes...

Los cuatro esenios protestaron en su lengua.

Los Maquis en español también. No le había pedido asilo. Lo que querían era salvar la Federación Anarquista Latinoamericana.

-¿Anarquista...?
-Si, -Cholo se estaba impacientando- acaso esto de los esenios no es también una organización anarquista?

Cristo se comenzó a reír de un modo gracioso. Los cuatro esenios a ponerse rojos primero y bruscamente pálidos después, cuando las pupilas se les achicaron y los iris se les volvieron amarillos.

-Obedecemos al Verdadero!

miércoles, octubre 29, 2008

617. ESENIOS DE A BUR NA BAR

Pasaron dos largas dunas sostenidas sobre un terreno donde de tanto en tanto asomaban escarpadas aunque chatas rocas calizas que protegían en su sombra neta otros escuálidos vegetales, resecos y duros en apariencia.
Jesús bajó chancleteando una de aquellas barrancas y por último se agachó entre las zarzas desapareciendo sin dar explicaciones. Parecía chiste y no daba para seguir el ejemplo suponiendo, como se suponía, que las plantas fueran espinosas para protegerse del hambre y la sed de los chivos o los jumentos que pudieran deambular perdidos. Espinas eran, más que plantas, aunque tuviesen aquellas costras en los tallos, lo único que abultaba con apariencia de carnosidad que algunos insectos patilargos parecían estar libando, justo en ese lugar, por dónde apareció de vuelta la cabeza del nazareno y esa voz, entre gutural y nasal que les instaba a seguirle bajo las matas.
Llovido sobre mojado, debajo de las plantas se habría una bajada hacia una enorme cueva. Natural, tan natural como la galería máxima del Bosque aunque más ancha y mucho mejor iluminada. Desde la parte alta de las paredes se adentraban sobre el espacioso vacío central unas beligerantes puntas sobresalientes, restos de antiguos extractos de rocas más duras, del tipo de las que más por encima hacían de techo.
(Una descripción somera por no decir homérica)
La profundidad, no menor de doscientos metros y otros tantos en el ancho. Una plaza central por donde una buena cantidad de gente estaba en esos momentos entrando a un especie de templo rodeado de puertas, allí donde la claridad que venía de lo alto llegaba a su máximo esplendor... Aunque esa luz no debería estar atravesando varios metros de roca! ¿O sí?
Porque por ningún lado se veían lámparas ni juegos de espejos que tras cuarenta reflexiones hicieran entrar los rayos del sol. La parte central, la más alta, del techo mismo, era , toda ella la que emitía luz... o la estaba dejando pasar con ese color característico de la luz solar. Todos pensaron en cristal de roca. Y en Indiana Jones, pero callaron a la espera de poder preguntarlo. Algunos vecinos se estaban acercando a Cristo para decirle cosas que no parecían referirse a ellos, por extraño que pareciera, porque en ningún momento les miraban ni les señalaban disimuladamente con la pera.
Estaban vestidos como cristo, todos iguales, con un jubón entre corto y largo atado de forma suelta con una cuerda en la cintura. Todo en un color arena que viraba del castaño claro hasta el casi celeste, por decir algo, muy parecido a un conjunto de colores descoloridos. Todas cosas que no venían a importar tanto como saber en donde carajo estaban y para qué habían sido traídos.

Se acercaron al grupo que charlaba. Eran gente bastante joven con miradas de bueno. Todos parecían buenos y más lo parecían cuando se les observaba detenidamente. Parecían ser más buenos que los buenos de la películas. Mucho más. Con la bondad que se les veía en cada detalle del rostro y de la postura del cuerpo y el movimiento de las manos. Ernesto se decidió.

-¿Nos podrían informar de dónde es que estamos?

Cinco voces contestaron:

-A Bur Na Bar.
-Y eso... ¿dónde queda?
-En Galilea.
-¿Año...?
-Según el punto de origen...
-¿Antes de Cristo...?
-...
Cristo al sentirse aludido quiso darles una mejor explicación.

-Yo soy el mismo que les ha visitado allá en el otro continente, salvo que soy otro, es decir... Ustedes han hecho un viaje hacia sus propios pasados... Es decir... Al pasado de ustedes y de mi mismo, que allá en vuestro tiempo les visitaré por un motivo que ahora no puedo saber porque todavía no ha ocurrido. ¡Sean bienvenidos!
-Te queríamos preguntar sobre dónde estábamos y ya nos han contestado pero seguimos sin saber para qué nos han traído...

Parecieron sentirse molestos a pesar de ser tan buenos. Con cierta indignación negaron terminantemente haber traído a nadie. Si acaso lo que habían hecho era recibirlos como enviados de uno de sus hermanos desde el futuro. Eran bienvenidos a la comunidad Esenia de A Bur Na Bar. Ya podían pasar al templo de la luz a cumplir con la ceremonia de recibimiento formal y de asignación de responsabilidades. A partir de ese momento pasarían a ser miembros plenos bajo un nuevo nombre que deberían adoptar.
Estaban bajo un malentendido y este Cristo parecía no hacerse cargo de las motivaciones del otro para haberles mandado... Porque.... ellos apenas se habían asomado el borde de lo que momentos antes había sido la línea exterior de la figura de Cristo, el de allá... y.. sin ninguna intención habían aparecido aquí..

-Suponemos que el Cristo Jesús de allá nos ha mandado...
-Claro... Pero... ¿Ustedes no fueron informados sobre las características de nuestra comunidad?
-En absoluto.

Los cuatro esenios miraron a Jesús con cierto aire reprensivo a pesar de saber que no era el joven Jesús responsable por lo que en el futuro el maduro Jesús pudiera llegar a hacer. Una ley de antigua determina que el flujo de responsabilidad viaja hacia el futuro, nunca hacia el pasado. Hoy se es responsable por lo que se hizo ayer. De lo que se haga hoy se será responsable mañana. Pero nunca al revés. Del mismo modo que las cosas calientes se enfrían hasta cierto punto y no más allá. Nunca se va a formar un cubito de hielo en el vaso de agua que se está tomando.

martes, octubre 28, 2008

616. La Sonrisa de Jesús

La sonrisa final de Jesucristo pareció extenderse por todo el ámbito de la cueva sin salirse empero de los límites de aquel rostro tan parecido y tan distinto a tantas pinturas relamidas y estampitas de las con bordes dorados y olor a goma arábiga. Era el mismo rostro, aunque ahora tan distinto con ese toque sarcástico. El mismo cuerpo, hostia sacramentada, aunque menos recatado o contenido entre los trapos, que el joven azul del cuadro Ingles que Ernesto había heredado y en ninguna de sus vidas había querido colgar. Pero sonriente. Sonriente de ese modo que hacía eco en los recodos de la arenisca rosada, aquí y allá, extendiendo la sensación de sonrisa por todo el entero ámbito que de ese modo también sonreía... sonreía misteriosamente ya. Hasta que de pronto todo Jesús se extinguió en un recortado perfil negro que nada contenía...
Mandinga fue el primero en asomarse al borde y mirar para adentro, que al parecer era posible, como mirar en el hueco de una sombra para ver todo lo que del mundo no se puede ver por el relumbre de la luz, Volvió la cara Mandinga hacia los otros y mostró en sus facciones la expresión del asombro, o al menos del desconcierto. Dijo algo confuso sobre que las imágenes se sucedían por un caño formado de perspectiva, al modo de la linterna mágica o esos aparatos a cuerda que mueven los muñecos fijos para producir la ilusión del movimiento. Un tubo, repitió, que se pierde hacia el pasado, como las sucesivas sombras de los sucesivos movimientos que hasta el infinito se supone que Jesús habría arrojado sobre el mundo, al mismo tiempo que por el otro extremo iría iluminando con miras al futuro.
Vinieron todos a asomarse, sin pudor ahora de invadir vida privada por entender que aquello ya no era una persona sino apenas el brocal de un hondo pozo sin fondo que tendría tal vez algún significado para entre todos dilucidar... Pero Manuel primero y enseguida varios otros, Magda y Ernesto, Cholo , Margarita y el Dengue, fueron chupados por el hueco y cayeron sobre la arena caliente de un desierto apenas matizado de escuálidos arbustos y algunos balidos de cabras. Más allá se veían una chozas y en la puerta de la primera estaba esperándoles el mismo Jesús, el de la sonrisa, ahora vestido de blanco y con la barba bien negra.

-Por aquí también hay gente que vive en cuevas-, dijo a modo de bienvenida, echándose a andar hacia las dunas, sin mirar atrás ni al parecer costarle avanzar con las ojotas sobre la arena.

sábado, octubre 25, 2008

615. El Harén

Tampoco querían sacar el tema de la ayuda que pudiera ofrecerles para resistir las andanadas de Satán. No ahora, hasta que no terminaran de digerir la extrañas cosas que acababa de decir y que les dejaba provisoriamente la impresión de estar tratando con un sujeto bastante cínico, un sofista o quizá un prestidigitador de palabras que pudieran ser entendidas de cualquier manera, como los quiromantes o los adivinadores, que logran por fin enterarse de nuestros secretos cuando nosotros mismos se los terminamos confesando, convencidos de que ya los conoce.
Él parecía estarse muy cómodo ahora que Margarita empezaba a preguntarle cosas de la historia sagrada para que él pudiera ir apartando las mentiras de las verdades que eran pocas. Reconocía haber hecho algunos milagros casi sin proponérselo, hablar a los paralíticos y caminar a los mudos, según viejas técnicas que le había enseñado el mago Simón por encargo del pícaro de Satanás que por aquella época ya había escapado del pozo y andaba buscando aliados. Tan ingenuo era en esa época que le costó bastante darse cuenta de la triquiñuela y decidirse a aplicar las técnicas sobre el propio maestro. Quiso transformarlo en un camello pero apenas logro una joroba.
Todos rieron sin saber si se trataba de un chiste mientras Jesús se ruborizaba completamente.

-Creo que nunca aprenderé a hacer un buen milagro...

Margarita preguntó si existían, los buenos milagros y en ese caso quién conocía él que los supiera hacer.
Se meció las barbas con sus largos dedos y con cejijunta mirada de loco afirmó que Satanás, por cierto.

-En una ocasión creó frente a mí toda una corte con sus lujosos palacios y plazas y mercados y un harén con mujeres perfumadas que se podían tocar. Dijo que todo sería mío y mucho más si así meramente lo deseaba, con solo asentir con un movimiento de cabeza de los que entre nosotros significa irrevocable voluntad de renuncia a ella.

-¿Quedabas para siempre sin ninguna voluntad?
-En realidad podría en el futuro hacer uso del pequeño resto que me quedaría. La voluntad de querer más placeres al precio que fuera. Era muy duro negarse. Yo era muy joven y andaba solo, atravesando el desierto, sin más compañía que un burro testarudo que me habían prestado.
-¿Qué hizo cuando te negaste...?
-¿Quién te dijo que me negué?
-Ah... Aceptaste!
-En realidad... tampoco... Le contesté que de qué me servirían placeres ilusorios que nunca podría disfrutar a pleno, acuciado como estaría por continuos nuevos deseos que debería pagar cada vez con recargados intereses. Argumentó que los placeres serían siempre reales y no condicionados más que a un sólo y único precio, que le diera el asentimiento. Todavía no cedí. Pedí comprobar por vía de los hechos la calidad del servicio. Sólo después de experimentar podría tomar una determinación tan importante. Soy virgen -le dije- no se si estas cosas me pueden satisfacer...
-¿Se la creyó...?
-Sí, tres meses de tiempo ilusorio estuve nadando entre los rosados pétalos del harén, servido sin complejos por cientos de esclavas imaginarias que vertían agua fresca desde las ánforas, bajo las palmeras del gigantesco oasis que sólo existía para mi placer y el de aquellas muchachas que, ¡la puta!, parecían más reales que yo...
-¿Y después...?
-Le pedí una prorroga. No me sentía muy seguro...
-¿Cuantas veces?
-No sé. A la larga se pierde el sentido del tiempo



miércoles, octubre 22, 2008

614. El Mensaje Oculto

Mandinga intercedió para explicar que había encontrado a Jesús todavía ignorante de la guerra cósmica, en medio del festival de las flores, la poesía y el rock.

-¿El rock..!
-Sí, qué tiene de raro? El rock, la birra y el porro...

Ernesto le interrumpió.

-¿Pero el señor..., es el mismo Jesús? ¿El que todos conocemos...?

Jesús largó la risa.

-No me digan que creyeron lo que de mi cuenta ese libro corregido y editado por los curas, ja ja!

Ernesto, todo colorado, sin embargo argumentó:

-Bueno, tan mal no le han pintado solo que..., allí toma vino y nada dice sobre que fume, ni que fuese poeta... o músico...
-Olvídense. -el gesto de aquella mano espantando moscas fue muy expresivo.

Magda, todavía argumentó:
-Pero si es todo mentira. ¿Por qué no volvió usted a decirlo?
-Ja ja, porque entre el viejo y las arpías de la iglesia me habrían arrancado las tripas otra vez.
-¿Entonces es cierto que lo mataron en la cruz?
-Junto a mis amigos ladrones...
-¿Era usted uno de ellos...?

Cristo chasqueó la lengua. Mandinga explicó que estaba molesto con los constantes "usted" y dirigiéndose otra vez al nazareno le instó:

-Dale, seguí.

-Nunca pude ser un verdadero ladrón, esas personas que desde chicos comprenden que es la manera mas digna de no morirse de hambre. Ladrón o bufón en la corte de los poderosos. A mi me invitaban a comer para escuchar mis palabras y sentir un nudo en las entrañas al escuchar la verdad esa que yo no les decía, que yo nunca les estaba diciendo, pero que ellos creían escuchar porque en realidad ya la conocían de antes. Era como otra clase de bufón. El contra. El que no hace reír sino avergonzarse y prometer un cambio de vida que por lo general era rápidamente olvidado. Yo les hablaba en parábolas, eso es cierto, pero no como se dice que para que nadie entendiese sino aquellos ya iniciados en mi doctrina. Les hablaba en parábolas porque ya desde esa época soñaba con ser poeta, y a veces me dejaba llevar por la cadencia de las palabras sin preocuparme mucho por lo que estuvieran entendiendo. Era muy joven y la heroica supervivencia de los humanos me llenaba el corazón de congoja. Me identificaba con ellos. Quería ser uno de ellos.
-Bueno, es mitad humano, no?
-Yo qué se...
-¿Cómo que no..., sabés...?
-Es que no lo sé... Dentro de lo que yo conozco hay muchos seres parecidos pero..., justamente al que menos me parezco es al que se supone que sería mi padre. Tengo muchas dudas... Podría ser hijo del carpintero no más, aunque él nunca haya dicho esta boca es mía.
-Pero viene quedando en pie la verdad de que predicabas para que la gente mejorara espiritualmente...
-Ni siquiera eso. Parece que no han entendido lo que antes he dicho. Mi mensaje nacía y crecía en la mente de cada cual, yo apenas pronunciaba palabras que me parecían agradables sin preocuparme por su significado.

Mandinga dejó escapar su aguda risita. Todos se acomodaron en los asientos. Manuel le preguntó si tomaba mate. Magda se ofreció para hacer tortas fritas




martes, octubre 21, 2008

613. Bienaventurados

Mandinga entendió que le estaban dando permiso para retirarse. De golpe le vino la emoción de la despedida y sin decir agua va cubrió de besos a Magda y Manuel antes de alargar los pasos hacia la rampa en procura de su bola que había dejado sobre el césped de Los Dogones.
Manuel observó que su madre se había ruborizado. Le guiñó un ojo y estaba tomando de la mano a la flaca para con ella retirarse y volver a la vida que les gustaba cuando el aire de la caverna se puso a vibrar de aquella manera archiconocida de cuando entraban las bolas a cada rato. Era una de las propias, de papel y engrudo, que llevaba en un costado la bandera rastafari. Claro, era Mandinga que volvía a entrar, seguramente en procura de alguna cosa que habría olvidado...
Se abrió la puerta corrediza y desde dentro de la bola surgió un relumbre tembloroso que de pronto avanzaba a lo largo de la galería máxima. Alarmados todos se pusieron de pié y vieron que Mandinga salía acompañado de otra persona, tan grande como él pero que en vez de ser negro era todo de luz. Un hombre de tes olivácea, como a veces se dice por no decir mulata, con larga cabellera y barba canosa, vestido de paños envueltos y ojotas livianas, que entre ese halo luminoso caminaba sin sacarse la sonrisa.

-Bienaventurados los que no me siguen, porque ellos encontrarán el camino.

Margarita, creyendo que era una bufonada de Mandinga, largó la risa. Vittorio la trató de contener tomándola por los hombros y mirando la aparición desde el perfil. Rulo se puso pálido. Ernesto sintió que algo muy profundo comenzaba a ceder dentro de su mente.

Mandinga, sin dejar de acompañar los pasos del otro, miraba al grupo de sus amigos y, con sonrisa algo ruborizada, a cada momento encogía los hombros y con la mano mostraba a su compañero con ese gesto que se usa para presentar a alguien.

-Bienaventurados los que necesitan ayuda, porque ya están perdidos.
-Los que no preguntan, porque no esperan respuesta.
-Los que no tienen amor, porque nunca lo perderán...

-Quién es esta persona, -preguntó Cholo.

-Bienaventurados los sabios, porque nunca aprenderán nada. Los entusiastas, porque pronto se cansarán. Los jóvenes, porque pueden envejecer. Los ricos, porque conocerán la pobreza. Y en general, bienaventurado todo aquel que escuchando no entienda y que hablando nada diga. Porque ha llegado el tiempo de la siega y en él, todo lo que haya estará de más. Y todo lo que se eche de menos será el único tesoro.

-¿Será el anticristo...? -musitó Ernesto.

-Yo soy aquel que nunca existió, en eso consiste mi eternidad.Que nunca tuvo nombre, ese es mi nombre, y aunque muchos de ustedes se han empeñado en atribuirme milagros, de verdad os digo que nada se hacer aparte de hablaros de esta forma que ustedes no entienden.

Manuel se adelantó.

-Si venís con Mandinga sos amigo, vení, sentate con nosotros y contanos... si querés podés apagar la luz...

Efectivamente el tipo apagó la luz y ahora en tres pasos entró en la rueda de sillones y taburetes, se arremangó con un brazo los géneros y se sentó alargando las patas hacia adelante como quien viene cansado de caminar.

-Bueno, habrán sentido hablar de mi. Me llaman Jesús y conozco a Mandinga desde hace tiempo. Dice que están siendo acosados por el loco de Satán...

Nadie continuó la conversación. Estaban todavía atorados con la aparición y además con la duda. ¿Estaría este pretendido Cristo, caminando por el jardín cuando Mandinga subió por su bola?

Las miradas se concentraron de tal modo que Mandinga tuvo que hablar.

-Acaso no me mandaron a buscar ayuda...?
-Pero dónde lo encontraste?

(Cristo pestañeó algo avergonzado.)

-En la nebulosa de Andrómeda. Ya iba por la nube de Oor cuando recordé de una comunidad Hippie en la que los astrónomos de aquí llaman Ax15-MRO21202, la estrella, claro, a la que orbita un viejo planeta terroso y selvático que de lejos hiede a menta. Me equivoqué y fui a dar a la gran siete. Pasé demasiado cerca de una de neutrones que me hizo doler de cabeza. Bajé en un pequeño planeta de rica atmósfera analgésica olvidándome precisamente de que ese gas era el famoso gas del olvido. Un mes, más o menos, estuve sintiéndome bien panza arriba entre los yuyos, hasta que se me ocurrió visitar una hermosa estrella que se apreciaba como muy cercana. Se veía hasta de día como un diamante azul colgado de la alta cúpula...
-No hace ni diez minutos que saliste de aquí...
-¿Diez minutos...?

La mirada desconcertada de mandinga se dirigió a Cristo, como preguntando. Cristo se encogió de hombros. Vittorio le preguntó:
-Estaba usted en esa colonia hippie de la nebulosa de Andrómeda?
-Allí sobrevivo en un planeta pacífico...

domingo, octubre 19, 2008

612. La Nube de Magallanes

Pasado el rato de bromas y el recuerdo del bochorno anterior, Bosco arremetió con preguntas sobre Mandinga. Quería que explicara ahora, ya que era el único ser tan poderoso de la reunión, cómo iban a hacer para escapar a las garras de Satánás triunfante. Cómo podían ellos, y los compañeros anarquistas de toda América Latina, aguantar el envate de armas que ni siquiera lograban comprender, cuando tenían enfrente a un supuesto semi-dios temblando y llorisqueando por su propia desventura.

-Tendrías que tener alguna idea... Vos nos indujiste...

Como pudo Mandinga se defendió haciendo uso de sus muchas voces lastimeras y expresivas. Paseándose en medio de la rueda y girando el cuerpo con aparatosos ademanes de manos y dedos y golpes en el pecho. Mirando a la cara a cada uno, exigiendo comprensión.

-Nosotros no somos mucho más poderosos que ustedes. Comemos y dormimos y nos duele la barriga de la misma forma. Nos asustamos... y a veces nos llenamos de estúpido triunfalismo... Estamos constituidos con un par de dimensiones más... poca cosa estando sobre la tierra, región mezquina para eso...
-¿No funcionan aquí...?
-Casi. No hay espesor suficiente.
-¿Y el segundo tiempo tampoco te funciona?
-Creo que no más que lo que ustedes llaman intuición... o pálpito.
-¿Adivinación? Entonces no es un segundo tiempo.
-No. Es una segunda dimensión del tiempo. En vez de ser lineal es toda una superficie. El momento presente es mucho más ancho y abarca cosas que para ustedes serían del pasado..., o del futuro, o meras posibilidades hipotéticas. Pero aquí apenas si funciona.

Cholo resopló. (nunca le había tenido mucha paciencia)

-Esta conversación no nos lleva a nada. Necesitamos ideas nuevas... Decime...Conocés de guerras similares en alguno de los mundos paralelos...?

Mandinga pestañeó como despabilándose.

-Guerras han habido... Pero no conozco los detalles...

Puso cara de memorioso y los ojos apuntando a la bóveda.

-Mmmm.... Dejame ver... Hubo un Centaurino parecido a Obelix que mantuvo a los diablos a raya durante cincuenta años con... unas cosas parecidas a ondas que en vez de arrojar piedras, arrojaban desmemoria...

Agrandó desmesuradamente los ojos y, casi como un niño asustado agregó:

-Tendríamos que hablar con los de la nebulosa de Andrómeda o la Nube de Magallanes...
-¿Hay gente allí?
-Gente y entes vivos muy extraños. Pero no me acuerdo dónde...
-¿Qué pasaba en esos lugares?
-Es fama que nadie ha podido con ellos. Han resistido a todas las formas de globalización.
-¿En este mismo Universo o en otro?
-Da lo mismo. Lo difícil es encontrar el lugar exacto. Manuel ya tiene experiencia de eso. No hay manera de marcar con una pincelada de color distinto cada universo que visitamos... Lleva tiempo reconocerlos por algún rasgo propio que ya se ha visto en otra ocasión y aun así no podés nunca estar seguro.
-¿Puede ser otro y parecer el mismo?
-Eso.

Cholo miró todas las caras para comprobar que pensaban en lo mismo.

-Si te quedás con nosotros tarde o temprano va a aparecer Satanás a buscarte... Sería conveniente que salieras de este Universo, o al menos de esta zona y...
-¿...que averiguara alguna manera de presentarle batalla...?
-Eso.





sábado, octubre 18, 2008

611. WERNICA

Pero el espectáculo no duró mucho. Al cabo de un rato las tomas en primer plano comenzaron a ceder espacio a las vistas de los pisos altos sobre las calles, donde las voces de los cronistas veían daños producidos por supuestas balas disparadas desde la gente. Elementos terroristas infiltrados, tal vez desde un principio, estarían desviando lo que había comenzado siendo pacífica manifestación por los derechos civiles, hacia una verdadera revuelta subversiva contra la propiedad privada y el estilo de vida americano.
Ya dejaron de verse los frentes humanos marchando por las calles. El tema se volaba desde los ideales de Jeorge Washington hacia las acciones de Teodoro Roosevelt y del general Patton, para llegar a las últimas declaraciones del presidente Shwarzenegger:

"Nadie podrá impedir que seamos cada día una nación más poderosa"

Las imágenes eran ahora de las escuadrillas de F-16 volando supuestamente los cielos de Irán, nación a la que se disponían a salvar de la tiranía de Alá y sus seguidores. Hermosas imágenes de aquellas aves estilizadas, que de pronto patinaban de costado la atmósfera, como si bailaran una danza elegante, antes de lanzarse precipitadamente en picada, sobre un caminito rural en las montañas, por donde circulaba no sólo aquella caravana de mulas y pastores, sino especialmente un convoy de transporte de peligrosos armamentos para los terroristas, muy bien camuflados entre las pajas que llevaban algunos de los carritos.
Por supuesto que no sólo las imágenes habían escapado de la realidad de las calles; el sonido también. Pero cualquier imaginación sudamericana podía reconstruir la verdadera película que no se estaba filmando. Detrás de los caballos, emblemática presencia y símbolo de la fuerza bestial, vendrían los carros de asalto, los gases desde los helicópteros y algunas cuantas ráfagas de ametralladora, de esas que los terroristas acostumbran dispararse sobre ellos mismos para posar de víctimas.

Cholo supuso que si quedaban activistas inteligentes con vida, organizarían un repliegue que diera lugar al inicio de una segunda etapa de resistencia activa. Seguramente que los que las grandes cadenas no habían filmado, ya se estaría transmitiendo a través de millones de contactos en la Red. Pidió a Ernesto que buscara.

Lo que vieron lo estaban viendo los ciudadanos norteamericanos. Eran miles de imágenes elocuentes. Un interminable colage de Guernicas.

miércoles, octubre 15, 2008

610. IN GOD WE TRUST

Gracioso resultaba pensar que una nación compuesta de tantos millones de seres pudiera ignorar supinamente el verdadero trasfondo de su propio drama histórico. Que vivieran eternamente sumidos en el vaivén de un villancico, sin ver más allá, donde la estatua trata de iluminar con la antorcha de su brazo en alto, que no hacia donde engañosamente mira; los altísimos cielos, de donde descienden los verdaderos socios que tanto poder les han permitido compartir.
¡Qué ciencia la que adormece la conciencia! Aunque ni tanto. Porque aunque nunca se hubiera utilizado a tan grande escala, después de todo, no es muy distinta que la que en todos los tiempos han utilizado ilusionistas y estafadores de todas las layas. Hacerles creer que hasta los más bajos propósitos pueden ser ejecutados sin violentar las normas de la convivencia humana, ya que, aquellos sobre los que se actuaría, simplemente dejarían oportunamente de pertenecer al mencionado género. Arte mayor.

Es antiguo que los negros, los indios y cualquier clase de prisionero, carecen todos de alma. Adorarían si no fuera así al verdadero Dios. Los obreros, aquellos de mameluco y grasa, de cerebro y altos ideales, no aceptarían de otro modo tan miserable condición. Los débiles del derecho a la vida.
De modo que se pudiera decir hasta hoy, que cada cosa está debidamente en su lugar, y cada lugar en su cosa. Hasta hoy. Porque hoy resulta que alguien nos ha querido desclasificar de la primera posición privándonos del derecho a manifestar nuestras discrepancias. ¿¡A nosotros!? Como que no estuviese bien escrito en millones de pancartas verdes: "IN GOD WE TRUST"

hoy resulta ques lo mismo/ser derecho que traidor

MY GOD IS THE TRUST

el queno yora no mama/y el que nomamaesungil

IN GOLD WE TRUST

queayá nel hoyo nos vamoancontrar

WHERE IS MY GOLD?

la biblia y el calefón

END

Ja.

martes, octubre 14, 2008

609. ¿FREÍDOS?

Se habían sentado todos en abanico frente a la pantalla. Ernesto, siempre servicial, en un periquete volvió con un tazón de maníes tostados por él mismo, una bandeja de los ñum ñum que siempre le traía de regalo Trum y varias cosas más para ir mascando mientras en la pantalla desfilaran los piqueteros del norte, caras encogidas y mejillas redondas, bajo pancartas sin traducir. Había mucha indignación que se reflejaba también en la violentas caligrafías y en el tono apenas quebrado de los locutores que a pesar del profesionalismo sentían, tal vez, afectada su sensibilidad ante el desacostumbrado espectáculo de ver en su propio suelo lo que siempre les habían mandado criticar en el ajeno.

FREEDOM

Por los costados asomaban fuera de programa, rústicas caballerías encorsetadas en arreos extraordinarios y cascos keblar de los que no se quiebran ni a garrotazos. Escondían parcialmente su ominosa presencia en las bocacalles, esperando la orden de ordenar el orden a fuerza de mandobles, o como fuera, según la rigurosa geometría que aprisiona sus atrofiados cerebros.
Afeaban el espectáculo. Eran parte de una antigua escenografía, demasiado usada en tantas de aquellas tragedias en las que un ególatra reyezuelo manda ensangrentar las calles para mayor gloria de su nombre y contento de sus amos.

FREEDOM

Pero era mucha gente. Cada vez más. No sólo en San Francisco con su pintoresca población de todos los estilos y colores, sino en Dallas, New York, New Orleans, Menfis y una larga lista de palabras difíciles de repetir. Hasta en Miami y Orlando, los latinos especialmente, habían copado las calles con sus carteles en español. Se los veía sudorosos bajo un mismo lema.

LIBERTAD

¿Era esto el comienzo de una rebelión? Una especie de revolución. Un hartarse de todas las pretendidas y falsas libertades que sin embargo lo son apenas de consumir lo que se le ofrezca?
A Cholo no le parecía tal. Sin embargo, reconocía no comprender cómo se habría producido este estallido a partir de las primeras arengas de Michael Moore y de su inmediato apresamiento. Tantas veces -decía- han llevado gente presa bajo semejantes cargos por el sólo delito de decir la verdad en público o, a veces, por sólo haberla conocido. Tanta barbarie ha sido silenciada antes...
Vittorio creía que sin embargo por primera vez se había manoseado la imagen que el pueblo tiene de sí mismo como nación. Por mucho que todo no pasara de ser una colección de mentiras, ese pueblo se había identificado con ser el país de la libertad. Ponerlo en duda de una manera clara, era tan grave como enterarse de pronto de no ser un país poderoso. De ser una republiqueta bananera como tantas de esas que sus compañías habían siempre administrado, y ellos, los habitantes, una especie de inmigrantes ilegales.

Una rebelión. Desde ese estallido de amor propio mansillado, hasta lo que se podría pensar como una verdadera revolución distaba todavía una distancia considerable, pero...