domingo, diciembre 31, 2006

170: PROMURUM URURUM

Cholo entendió lo que era la sociedad secreta. Entendió también lo de los Tucu tucus gigantes y la existencia de una guerra cósmica extendida sobre el planeta tierra. Comprendió por fin, que no era cosa fácil entender todos los por qués, las causas y las intenciones. Compartió los fundamentos de la sociedad y simpatizó con el nombre de Maquis que se le había dado. Por eso había aceptado asociarse haciendo el juramento correspondiente que le hacía miembro formal de la organización, dándole derecho a enterarse de la información secreta guardada en la compu y de participar con voz y voto en la reuniones que se desarrollaban en ese lugar que no conocía aun, la Galería Máxima.
Después del juramento, cuando los otros salieron para dedicarse a la salud de Mandinga, él se quedó sólo y en silencio en el estudio-dormitorio de Ernesto, pensando en la posibilidad de que toda aquella historia fuera apenas la locura compartida por un montón de locos… O una mentira… Si fuera una mentira –pensó- sería una mentira muy bien pensada para que todas las partes encajaran una en otra como parecían encajar en este caso. Porque recordaba bien lo que le había contado su madre, que a su vez el abuelo de ella le había contado una vez acerca del origen Mandinga de toda su gente que fue traída de África. Mandiga era un dios de ellos y al mismo tiempo el nombre de todo ese pueblo que habitaba buena parte del oeste africano mucho antes que tomara nombre de países como Mali, Senegal y otros. Ahora se venía a parecer este extraño tipo diciendo ser Mandinga y no pareciendo muy humano, con la cabeza abollada dentro de una escafandra perforada y diciéndose pariente… Manuel había visto una avión entrando a las llamas del incendio de la misma forma que lo había descrito el Dengue mamado hasta las patas y por eso se había venido Mujica desde Montevideo a escucha el testimonio, acompañado de ese hombre de traje gris que… ¡Por favor! Esto era mucho más complicado que la política!
Pensando esas cosas estaba, a la espera de que los otros volvieran, como le habían dicho, después de preparar el ungüento en la cocina, con la sabiduría e Mandinga, el oficio de Ernesto y la curiosidad de Manuel y la Magda, cuando se dio cuenta de que no estaba solo. Desde hacía unos momentos, por la hendija de la puerta le observaban unos ojos marrones a medio metro del piso. Ya sabía que lo que antes había visto no eran carpinchos guachos sino Tucu tucus gigantes, especie desconocida por la ciencia pero además inteligentes! Y como no le producía temor la idea de encontrarse con tales roedores decidió propiciar un encuentro.
-Adelante señor Tucu Tucu –dijo.
Desde detrás de la puerta se sintió un resbalón seguido de un golpe sordo. Después silencio y enseguida ruido de pezuñas que raspaban la madera del piso… La puerta se abrió por completo y por ella, tal vez avergonzado, entró Trum Urum a pasitos cortos, subiendo y bajando apenas el morro, como si fuera siguiendo un hilo de olor por el aire.
-Promurum ururum –dijo- Trum Urum trururururum.
-No te entiendo, pero parece que vos sí me entendés?
Trum Urum asintió con la cabeza y se sentó en el suelo, como ellos hacen, con las dos manitas apoyadas en el suelo, dispuesto a escuchar. Al menos eso creyó Cholo quien adelantó el torso y bajo un poco la cara hacia la de su nuevo amigo.
-Mirá, yo me llamo Ramón y me dicen el Cholo. Me acabo de enterar de la existencia de ustedes, cosa que me ha sorprendido mucho, pero… lo que realmente me ha puesto loco es saber que tienen una sociedad organizada que funciona sin ningún gobierno…¡Una anarquía!
Trum asintió varias veces. Cholo siguió.
-¡Bueno! ¡Esto es genial! Me gustaría saber más sobre ustedes. ¿Cómo lograron llegar a la disolución del poder? ¿Cómo funcionan sin trabarse por los personalismos y las ambiciones?
Trum acomodó su cola contra el piso y después de acomodar la garganta dijo una masa de sonidos trululantes que casi sin pausa y como el ronroneo de una lluvia pareja hubiera desafiado cualquier intento de escritura sobre innumerables páginas –o pantallas- en el caso de que ello pudiera ser útil para algo.
Después se quedaron mirando en silencio hasta que Trum se puso de pie y acercándose al Cholo le fue a dar pequeños topetazos con la nariz en el pecho…
-Nunpo tupomum potumum.


(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)

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sábado, diciembre 30, 2006

169: Villa Los Dogones

El acomodo que pudieron hacer fue con Mandinga adelante, para que entraran sus largas piernas y sus grandes patas y sus largos brazos. Le habían quitado, por supuesto, el colador de la cabeza y los tubos que salín a la altura del pecho y quedaban colgando para atrás por encima de los hombros. No obstante el aspecto seguía siendo extraño y vuelta a vuelta el chofer desviaba hacia allí la mirada, con disimulo y rapidez. Atrás los cuatro iban apretados y, aunque había bajado los vidrios, pronto se empezó a sentir un perfume extraño que, si no era marihuana –que no lo era- bien podría ser de marcela rubia o tal vez de alpargatas de yute. Por suerte Mandinga iba mirando hacia fuera, como reconociendo el camino, pensativo.
A Manuel le resultó divertida la situación. Allí en bonita cabina iban seis personas viajando en silencio por oscuros callejones de balastro, apretadas en esa lata, llevando al Diablo a curar sus heridas. ¿Quién se lo iba a creer? Y menos si en vez de Diablo se dijera Mandinga. ¡Pero justamente eso era lo que estaban haciendo!
Lo miró.-Todo lo que por encima del hombro de la flaca podía mirar para ese lado-. Sí, era como un gorila flaco y alto y con unos pelos largos en las mejillas, en un lugar que no podían ser patilla ni bigote ¿por eso le estaría mirando el tachero? Que..¡eh!
El pobre hombre perdió el control del vehículo derrapando en una zanja llena de arena en la que se enterró hasta los ejes… Hubo que bajarse del auto.
El último en bajar fue ese sujeto alto y peludo, con rasgos simiescos, que con su voz aguardentosa invitó a todos a seguir el viaje a pie. Ya se había dado cuenta de hacia dónde le llevaban y confesó sentirse tan mejorado como para caminar derecho. ¿Se dan cuenta? Ahí fue que Ernesto de Oliveira pagó el viaje con toda naturalidad, como pretendiendo hacer creer que los que viajaban con él quisieran nomás caminar y no hacer quién sabe qué cosas con esa muchachita, la Magda de allá arriba, que iba con ellos… Porque ese negro de Oliveira (que tendrá mucha plata pero que es negro) siempre fue de andar en cosas raras, que le viene de familia, porque la madre sin ir más lejos, que yo la conocí, era epiléptica, sí señor!
Cuando iban llegando a la casona Mandinga ya no daba más. Pidió un descanso a la altura del portón contra uno de cuyos pilares casi se recuesta, con lo que se hubiera ido a la mierda con pilar y todo, así de rajado que habían quedado desde que se cayo el arco superior con su antiguo letrero “Villa Hermosa” que fue sustituido en una simple madera clavada con el nuevo nombre elegido por Ernesto “Los Dogones” El equilibrio del muro seguía siendo inestable y Ernesto logró interponer su cuerpo ante la mole y sostenerla para que pudiera seguir caminando hacia los tres escalones del corredor que a Mandinga le parecieron cada vez más lejanos…
-¿Cría carpinchos sueltos? –preguntó, por decir algo el Cholo.
-¿Carpinchos…?
-Sí, carpinchos. Se acaba de asomar uno desde el corredor…
-Ah…ese…
El Cholo se rió.
-Esto sí que está bueno!
El “carpincho” desapareció, pero enseguida otro asomó su cabeza por sobre la baranda de la esquina, un instante nomás, apenas suficiente para que todos lo vieran.
Manuel sonrió para el Cholo. Iba a tener que explicarle varias cosas todavía.



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viernes, diciembre 29, 2006

168: Él no es humano.

Entonces comenzó aquel silbido que Manuel reconoció de inmediato y le hizo mirar enseguida los ojos luminosos de Mandinga que parpadearon y se esforzaron por mirar en la dirección en que venía. Era la última etapa del enfrentamiento. Borrado de huellas. Porque aunque se les hubiera escapado la víctima, ellos dejarían las cosas como que no hubiese ocurrido nada para que todo el mundo se dedicase a abrir los regalitos y cantar los villancicos de nochebuena. Ernesto pidió a Magda su celular para llamar un taxi de la parada de Becú –su propio celular había volado por los aires- y llevar el herido a un lugar adecuado. Manuel captó las entrelíneas e invitó a los otros a volver a la fiesta mientras ellos resolvían este contratiempo. Cuestión de minutos. Pero cuatro, la Mulata, Aníbal, el Rulo y Julieta, prefirieron volverse desde allí a sus casas, si era que no los iban a necesitar. Roque y el Dengue aun no habían llegado y Manuel se los imaginó tirados de panza en el patio, esperando el desenlace del juego.
-Si querés andá vos también, Cholo. Nosotros nos encargamos del herido.
-No, yo me quedo –contestó muy seguro el Cholo. taxi,
-En el taxi podemos ir tres…y la flaca.
-Por cualquier cosa los voy a seguir en tu bicicleta.
Corrió hasta la casa y trajo la bicicleta, pero entonces quisieron convencerle de que era mejor llevarlo al hospital de Pando para que lo dejaran en observación. “Un golpe en la cabeza es siempre algo delicado…”
-¡Díganle la verdad! – Dijo la voz cascada – ¡Es uno de los nuestros!
Manuel recordó todo lo que habían hablado en el rancho. Las puntas de flechas… El banderín rojo y negro…No podía hacerse el boludo!
-No, no lo vamos a llevar a Pando. El no es humano.
-Dijo que era Mandinga. Yo sé quien es Mandinga… y con esos ojos que brillan en la oscuridad….
Sonó Para Elisa desde el teléfono sorprendiendo a todos. Era Giorgionne preguntando nervioso, por qué había –la flaca- tenido todo ese tiempo el teléfono apagado. Las noticias se habían precipitado sobre él y él no había podido evacuarlas hacia ningún lado! Estaban ocurriendo episodios bélicos en distintos lugares. En los cielos de Neuquén se habría librado una verdadera batalla aérea. En Elisa, provincia de Buenos Aires, el comisario afirmaba tener entre rejas a un piloto desertor que se habría tirado desde su nave dejando que esta cayera a una laguna y que habría pretendido huir en una hondita 50 propiedad de una agente de segunda. En Gualeguaychú, Entre Ríos, otro comisario habría chocado su vehículo al perder el control del mismo por interposición de un objeto ovoide en la línea de su visual.. En el departamento de Artigas aparentemente no habría pasado nada, pero en Young, Río Negro, habría caído una lluvia gelatinosa sobre los campos del Sr. Stirling… Por otra parte Pepponne también le informaba que el sujeto de traje gris poseía huellas digitales completamente concéntricas y aun no se le había podido localizar para preguntarle cual de las tres era su verdadera identidad.
-¿Les dije antes que tenía tres fichas distintas en el Ministerio, no?
¡Pero tenía más! Desde El Vaticano se anunciaba el lanzamiento, para el primero de Enero de un programa de oraciones por la paz universal! –sic- Consistiría en una maratón de rezos desde la plaza de San Pedro, por lo menos diez mil personas rezando día u noche hasta que las velas no ardan. El presidente Bush ya a adelantado que sería muy gustoso de estar allí si era que su santidad en persona le acompañaba. En cambio la gente del Islam ha declinado diplomáticamente la invitación ya cursada, alegando la incompatibilidad de las oraciones y algunos otros problemillas menores…
Llegado el taxi tuvieron bastante trabajo en meterse todos –el tachero era macanudo- alrededor de aquella mole viviente cuyas extremidades carecían de suficientes coyunturas. Pero más complicado era explicar que ese sujeto extraño y desconocido no era más que un viejo vecino, ausentado por un tiempo, y que de vuelta al pago había tenido la desgracia de tropezar con una raíz sobresaliente y romperse la cabeza contra una piedra; la única que había en todo Lagomar.


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jueves, diciembre 28, 2006

167: EL DURO CREDO

Lo llevaron hasta el montecito de álamos que era frondoso hasta casi el nivel del suelo. Allí lo acomodaron lo mejor posible con la espalda apoyada a un tronco y le preguntaron qué le había pasado. Mandinga contó que venía con un mensaje para Manuel de parte de su abuelo, cuando fue detectado por una bola de ángel que le había acertado de lleno con un credo sobre el techo de su propia bola. El blindaje de la nave había cedido ante el brutal impacto y una letra –creía que la P de “TODOPODEROSO”- había entrado a la cabina e impactado sobre su casco abollándolo y conmocionándole el cerebro.
Preguntado cuál era ese mensaje tan urgente respondió que como la guerra tocaba ya a su fin con las huestes de Dios ganando en todos los frentes, ya no quedaban canales de comunicación que escaparan al control celestial. Era muy peligroso confiar en cualquier vía por muy bien que el mensaje estuviera encriptado. Abelardo le mandaba a decir que escondiera su juego de guijarros en algún lugar seguro y que no intentara usarlo hasta que la situación no mostrara alguna mejoría o con el paso del tiempo se relajaran los controles…
-Bueno. Pero hay algo que no me cierra -interrumpió Manuel. Aquí siempre se dijo Mandinga para decir Diablo… ¿Vos sos siempre el mismo?
-No entiendo.
-El que nombraban los gauchos…? Hasta en los verso de Martín Fierro nombran así cuando quieren decir El Diablo.
-Mirá…Ni el Diablo es tan diablo, ni Dios es tan dios…! Yo con el Diablo de ustedes soy apenas un pariente lejano. Me preguntás si soy siempre el mismo… Te tengo que desilusionar. Ni nosotros ni el famoso Dios somos eternos ni inmortales. Yo vengo de una familia de…como decirte…Dioses menores o locales del oeste de África. Mandinga viene a ser nuestro apellido. Cuando los hombres blancos empezaron a industrializar a los hombres negros, mis abuelos vinieron en uno de esos barcos acompañando a los pobres que amontonaban en las bodegas y se afincaron aquí donde ocultamente se siguieron celebrando las ceremonias que a ellos tanto llenaban de vanidad. Después tuvieron descendencia con los dioses indígenas y todos nos volvimos mestizos como mestizos se volvieron los pueblos… Lo de que somos El Diablo no es más que una leyenda blanca que sembraron los curas españoles y que muy bien aprovecharon las familias que se hicieron dueñas de estas tierras.
-Y si aman a sus pueblos…¿por qué no impidieron que los cargaran en los barcos como esclavos?
-Ah, y te creés que el Dios de los blancos es un niño de pecho? No sabés cuantas veces hizo reventar a mis antepasados! Te digo “hizo reventar” porque era así, nunca daba la cara, sólo mandaba a sus miles de alcahuetes a pelear por él.
-Entonces ustedes agacharon la cabeza?
-No… algunas veces nos metimos en peleas, como ahora que aceptamos una alanza… que…
-¿Qué te pasa?
-No nada… es que me siento muy cansado… me duele la cabeza.
Ernesto se sacó la campera y respetuosamente la acomodó entre la espalda de Mandinga y el tronco del Álamo. En eso se sintieron los cuchicheos de los otros que venían llegando. Manuel les pidió silencio.
-Tenemos un herido.
No entendían nada. A pesar de la oscuridad se veían y contaban todos, parados y enteros… Fue el Cholo quien de pronto rozó con su pie el de Mandinga y rápidamente registró la realidad de aquel cuerpo despatarrado.
-¿Quién es?
Mandinga abrió de nuevo sus ojos, que por cierto eran visibles en la oscuridad. Habló con una voz más grave y cascada que la de antes.
-No te asustes, soy Mandinga… Pariente de todos ustedes si no me equivoco…

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miércoles, diciembre 27, 2006

166: ARENQUES FINLANDESES

Al mismo tiempo empezaron a sonar La Marcha Turca en el celular de Ernesto y Para Elisa en el de Magda.. Era que Giorgionne tenía noticias que le había pasado Pepponne y que la flaca trataba de transmitir con gestos y señales. En el otro la voz sintética de la compu anunciaba desde la caverna un informe de emergencia que Ernesto trató de escuchar en silencio. Pepponne había estado hablando con Mujica sobre el hombre de traje gris que ahora había sido dado de baja de los cuadros del Ministerio pero que nadie podía encontrar… El informe era por movimientos de bolas en la zona del refugio Maquis. En el archivo del Ministerio figuraba tres veces con nombres cambiados. Eran del tipo invisible que se usaban para operaciones especiales. Todo esto naturalmente es confidencial y si no hay filtraciones se podría contar con futuras ampliaciones. Se venían desplazando rumbo a las coordenadas del miembro número uno de la sociedad secreta, y estarán sobre el lugar exacto en sesenta segundos. Alerta máxima, se recomienda apagar las luces y los teléfonos celulares!
¿Ernesto se puso a gritar con la poca voz que le salía, ridículamente destemplada.
-¡Manuel, Manuel, vienen las bolas! ¡Apaguen las luces y los teléfonos y tirémonos todos al suelo!
La reacción fue precipitadamente torpe. Todos gritaron confusamente. Aníbal, empujado por Manuel, pisó una lata de sardinas vacía, perdiendo el equilibrio y yendo a chocar la mesa que se bamboleó derramando el vino de los vasos, el platillo de las aceitunas y el frasco de los arenques finlandeses. El mismo Manuel siguió de largo cayendo atravesado en el camino, por lo que Ernesto, que avanzaba hacia la llave de luz, tropezó a su vez y al caer se le escapó por el aire el celular que volando todavía seguía anunciando el alerta. Magda pudo apagar su teléfono pero no convencer al Dengue y al Roque de que se tenían que tirar al suelo.
-No estamos jugando. ¡Tírense al suelo, boludos!
El Dengue se metió debajo de la mesa a reírse. Magda se tiró tras los malvones y desde allí le decía que saliera. Roque preguntaba por qué y la Mulata miraba todos los movimientos y no atinaba a hacer otra cosa que quedarse quieta en su casillero mientras Aníbal reía como loco y repetía: Qué bueno, che, que bueno! Y Manuel se daba cuenta de que había quedado la luz del frente prendida por lo que se levantó para ir a apagarla y cuando ya hecho tomó aquella linterna que no tenía pilas a la que puteo con abundancia y tiró a la mierda cuando en un último intento empujaba al Roque al suelo y prometía a todos que después les iba a explicar las razones.
Claro que cuando todos estuvieron tirados de panza nadie hacía suficiente silencio ni tampoco pasaba alguna cosa que justificara tanto pánico. ¡Pero estaban en peligro! No daba para que casi todos dejaran escapar resoplidos de risa…
Se le ocurrió a Manuel otra idea: Irse de allí, que venía siendo el centro de la zona de conflicto.
-Vamos para el montecito de álamos que hay frente a lo del Toba! Pero en silencio y de a uno…
-Yo no conozco el camino –cuchicheó Ernesto.
-Seguime a mi. Pero ocultándote todo lo que puedas por debajo de los árboles.
Salio Manuel primero, trotando medio agachado desde un tronco a otro y oteando los alrededores a cada etapa hasta que dejaba de escuchar el trotecito de Ernesto que acababa de llegar al árbol que él había abandonado antes. El aire cortaba de ridícula expectación en el ánimo del comando al que se le había encomendado llegar a la casamata de la colina y silenciar el fuego de la metralla. Daba ganas de reírse y mandar todo a la mierda pero…¡Algo se movía allá adelante entre los troncos y la oscuridad! Era un cuerpo con tres miembros, no. Con dos miembros locomotores y un tercero arrastrando, a los tumbos… Resollando aire y quejidos… Manuel se protegió detrás del tronco e hizo señas, por si Ernesto lo estaba viendo, de que se detuviera. Se produjo un total silencio. Ni las moscas volaban, aunque sí voló de pronto algo más grande. Un murciélago o tal vez una lechuza que abandonaba la zona adivinando el peligro y… ¡Otra vez el silencio! Aunque…no. Si se escuchaba bien, por algún lugar de ahí adelante entre las ramas, ese ser estaba respirando con dificultad. El había sido oído por el otro y el otro…¡le temía! Los dos se temían.
Aguzando el oído pudo identificar en cual de las oquedades de la sombra se había refugiado. Tembloroso. Incapaz ya de seguir huyendo. Agazapado y juntando las fuerzas para que cuando fuera por fin atacado, poder defenderse hasta agotar la vida en el intento o degollar de un zarpazo al enemigo…que vendría a ser él. Manuel Aquelarre. Cuyo cadáver aparecería destripado en el monte a pocos pasos de su casa y cuyo asesino sólo habría dejado por el camino algunas goteras de sangre coagulada y un gran misterio para la crónica policial.
Se sintió una voz quejumbrosa:
-¿Manuel, sos vos?
-¿Y vos quién sos?
Se sintieron varios ruidos guturales y después…
-Me llamo Mandinga…
-¿El Diablo?
-No….Eso decían los curas, pero…
-¿Estás herido?
-No es muy grave…. Pero tendríamos que alejarnos de aquí.
Manuel llamó a Ernesto para que lo ayudara. En una depresión del terreno estaba el Mandinga, despatarrado y exhausto. Por lo que se veía entendieron que era como una especie de gorila flaco, cubierto de extraños ropajes y con un colador de fideos puesto en la cabeza.
Lo cargaron uno desde las piernas y el otro de las axilas… Pesaba como una vaca muerta.




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martes, diciembre 26, 2006

165: UN BRINDIS POR BORDABERRY

Cuando Rulo torció la boca para rechazar el cigarro que había armado Aníbal y del cual todos iban fumando, Julieta, que venía de sacar las pizzas del horno, se asomó y sacudió la cabeza. El Dengue al recibir el cigarro bromeó con que lo querían mamar y el Cholo propuso que se llenaran de nuevo todos los vasos y que cada uno hiciera su brindis. Así se hizo.
Ernesto brindó entonces por la humanidad del futuro. Julieta, que ya había depositado las piceras sobre la mesa con las porciones desprolijamente cortadas, brindó por su futuro hijo mojando apenas los labios en el vino, con lo que llenó de emoción a Manuel, que la observaba y ahora abrazó a la flaca sintiendo que las mujeres eran seres admirables. Desde ese estado brindó Manuel por el amor.
El Cholo, en cambio levantó su vaso lleno de rojo vino y brindó no por los veinte años de Manuel, sino por los treinta de Bordaberry a quien deseó larga vida.
El roque brindó por la amistad. El Rulo quiso que nunca les faltara el trabajo. Magdalena que se terminaran todos los problemas y fueran jóvenes para siempre. Aníbal en vez de decir el deseo de su brindis lanzó una sonora carcajada. La Mulata no quiso brindar.
Comieron y bebieron y se rieron con grandes aspavientos. Recordaron cosas del pasado en común. Cantaron sin guitarra y con poca afinación. Abrieron latas de sardinas y cajas de vino. Asaron chorizos a destiempo y hablaron tantas ingeniosas pavadas que probablemente nunca iban a poder recordar…
Al rato Manuel comenzó a ver la fiesta desde progresiva distancia, alejándose de las carcajadas y las bromas por un camino interior que de pronto le hizo perder todo contacto con la realidad externa llevándolo a un lugar desconocido donde sólo se sentían voces. Las voces eran dos y discutían… Una de las voces era la de su abuelo Abelardo y la otra…¡Y discutían sobre él!
-Yo te lo dije desde el principio, Germán. Esto no es lo mismo que escribir un guión!
-Pero igual quisiste hacerlo! Si no ¿por qué le dejaste el juego de los guijarros?
-Después me di cuenta… Todo empezó cuando yo era un niño y tenía la cabeza llena de absurdas fantasías!
-El problema es que ahora se nos salió de control.
-¡Nunca debimos intentarlo! Nos metimos a aprendices de brujo.
-Bueno, pero algo tenemos que hacer. Toda la trama de su vida ha quedado alterada. Por lo menos tendríamos que remendar algunas cosas…
-Sí. Y seguir haciendo cagadas…!
Un par de labios húmedos apoyados suavemente sobre los suyos lo trajeron de vuelta al mundo de los vivos. Los ojos luminosos de Magdalena le miraban ahí enfrente, serenos y al mismo tiempo seductores, esperándolo para seguir navegando las aguas compartidas… Alrededor se volvían a conectar los sonidos de la fiesta como un trasfondo sonoro que completaba el escenario.
Decidió seguir jugando. Se levantó y fue a subir el volumen de la música. Llevó a la flaca a un costado de la rueda y se pusieron a bailar.



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sábado, diciembre 23, 2006

164: PALMITOS ALEMANES

El tratamiento duró apenas media hora. Al cabo salieron despeinados y contentos rumbo a la fiesta que estaba ya muy conversada. Ernesto Federico había vuelto cargado de bebidas y rarezas comestibles. Ahora se le veía muy interesado en conocer la vida del Dengue hasta en sus más escabrosos detalles. El Roque reía por todo, cuidando de no mirar hacia la Mulata. La Mulata abrazaba a Aníbal y de vez en cuando le besaba sin mirar para el lado del Roque y mucho menos del Dengue. El Cholo hacía chistes sobre política nacional. Y Julieta avisó que ya iba a estar lista la salsa…
Rulo no estaba en la rueda. Se había ido a bañar después de disculparse por su ropa chorreada de pintura, no había imaginado encontrarse con un cumpleaños. Julieta, después de poner la primera pizza en el horno preguntó qué hacer con chorizos, salchichas y un montón de cosas que restaban sobre la mesa de la cocina, alguna de las cuales tenían escrituras en alemán que no entendía.
-Esa lata es de palmitos –explicó Ernesto-. Del Paraguay a Alemania y de Alemania a su mesa!
-Han de estar podridos ya!-Agregó el Dengue con poco tacto.
Ernesto no se ofendió. ¿Quién se podía ofender con alguien que había sido regalado antes de conocer el rostro de su madre, violado por sus tiastros, condenado a abyecta servidumbre por toda su familia postiza y golpeado cada vez que alguien tenía ganas de hacerlo? Ernesto no sólo no pudo ofenderse sino que festejó la ocurrencia con grandes risotadas fuera de su estilo.
-Haz desnudado la estupidez de nuestra manera de vivir!
-¿Yo…?
-Sí. Mientras nosotros comemos palmitos traídos y llevados por los shoppings del mundo, a vos y a millones de niños sólo les toca un mendrugo de pan y una azotaina por día.
-Pero ustedes no me hicieron nada… El Manuel es mi amigo!
El Cholo, que había dejado de hacer chistes se interesó en el nuevo tema.
-Claro que Manuel es flor de tipo, Dengue. Pero lo que a vos te hicieron no tiene perdón!
-Bueno…-Dengue ladeo la boca en ambigua sonrisa- Yo tampoco soy gran cosa…
-Como cualquiera.
-He hecho tantas cagadas!
-Como cualquiera.
-¡Y las sigo haciendo…! Si no preguntale al Roque que está aquí presente.
Roque se puso colorado y quiso desviar la mirada pero el Dengue se había parado e iba derecho a él.
-¡Vos me tenés que perdonar, hermano!
Roque ya no pudo mirar para otro lado. Lo abrazó como a un hijo, como a un hermano que se quiere. Como a un amigo.
En eso apareció el Rulo con los rulos mojados adheridos a su cráneo. Avisaba que había apagado el horno de la cocina porque los bordes de la pizza amenazaban quemarse. Confusamente vio que Aníbal tenía los ojos húmedos mientras escondía en su pecho la cara de la Mulata. Ernesto dejaba correr sus lágrimas sin mucho disimulo y los otros rodeaban al Roque y al Dengue que estaban abrazados…
-(¿Qué me habré perdido.)



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163: Borracho, por decirlo claramente.

-¿Vos no sos el coso que vive en el caserón de los Oliveira? –Preguntó Dengue, sorprendiendo la cara de Ernesto.
-Sí…Soy uno de los Oliveira…
Dengue echó el cuerpo para atrás y le quedó mirando como para asegurarse de haber entendido bien.
-¡Che! ¡El Manuel tiene amigos ricos! –gritó para los otros que no estaban pero venían llegando.
Julieta asomó la cabeza desde la cocina y le pidió que no dijera pavadas, que iba a molestar al hombre que era un amigo.
Llegó el Roque que se había encontrado en lo del chino con la Magda. Traía un par de litros de vino del tinto abocado que le gusta a Manuel.
-Manuel ya viene –dijo Julieta- ¿Por qué no armamos la rueda en el patio?
Ernesto preguntó qué se festejaba y cuando le dijeron cumpleaños quiso ir a buscar cosas que tenía guardadas para ocasiones así en su casa. Julieta le prestó la bicicleta de Manuel y unos broches de ropa para que no se engrasara los pantalones con la cadena.
Enseguida llegó Manuel con el Cholo –que lo había ido a ayudar- y cuatro casilleros de plástico. Dos rojos y dos azules. Atrás, el Aníbal Greco, que también se había visto con la flaca y que traía una ristra de chorizos colgando de una mano y de la otra a una Mulata que se retrazaba como no queriendo llegar.
Dengue no sabía dónde meterse. Si miraba para un lado estaba la Mulata. Si para el otro -que no miraba- la imagen cercana del Roque que le llevaba la mano –sin querer- al lugar de la mandíbula donde todavía le dolía la piña.
Cuando salían Aníbal le preguntó a Manuel qué le había pasado en Maldonado el día que se había ido mientras él estaba durmiendo. Manuel le hizo gesto de hablar después y se puso a acomodar los casilleros, alternando los colores y buscando lo más parejo del piso.
En eso llegaron la Magda y el Roque cargados de cosas.
-Todo fiado! –dijo a las risas- ¡Ninguno de los dos teníamos plata!
Sobre las risas sonó un “Toc Toc” de unos nudillos golpeando el marco de la puerta. Magda fue a ver y volvió diciendo que había un milico preguntando por Manuel. Era que enfrente de la casa estaba el Mustang gris del comisario, con el comisario adentro –aunque bajando- que quería explicarle algunas cosas. Manuel fue y se enteró enseguida de ser vecino y bueno, ya que el tipo explicó que era aquella sólo una conversación de buenos vecinos. El tema ya se sabía. Lo de ahora era para explicar lo sucedido con su primo, cuando fue visto por el camino del molino viejo caminando a las gambetas por funcionarios que hacían vigilancia de rutina. Borracho, por decirlo claramente, e invitado a subir al móvil hasta que fuera debidamente individualizado ya que no portaba documentos…Claro que enseguida fue reconocido por uno de los funcionarios como vecino correcto y trabajador que no implicaba peligro alguno para la comunidad ni las propiedades .-Esto último, fundamental- Y puesto de inmediato en libertad.
Manuel preguntó por qué entre el personal policial andaba un sujeto de civil, funcionario del Ministerio de Defensa, lo que el comisario negó categóricamente.
-Yo los estaba mirando desde poca distancia, –mintió Manuel.
El comisario se fue poniendo verde con algunas lenguas moradas de fuego frío que a medida que se le desenroscaban de la cintura, subían hasta la cara. Las pupilas se le llenaron de humo blanco y la boca oscilaba entre la sonrisa congelada y la mueca de enfado, sin poder evitar que desde las puntas de sus colmillos brotaran esas chispas húmedas que se iban perdiendo en la abundante saliva que rebalsaba los labios. ¡Un completo asco!
Volvió casi corriendo y llamando a la flaca para el cuarto, le pidió que lo besara.
-Cerrá la puerta y desnudate! ¡Besame, acariciame!
-Pero Manuel…¡tenemos visitas!
-No importa!



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viernes, diciembre 22, 2006

162: El primer invitado.

Mientras seguían las preguntas y las respuestas, la imagen del Rulo se le iba transformando. Al principio era sólo el aspecto corporal el que parecía haber cambiado al vérsele más bajo y sólido que antes, pero pronto comenzó a estar rodeado por una especie de relumbre que, aunque no muy evidente, le bañaba desde la cintura hacia arriba, con flameos rojizos que se iban tornando anaranjados a medida que subían hasta la cabeza. Por alguna razón que no analizó, esto le hizo pensar que su primo aun estaba con mucho temor, casi tanto como el que él mismo sentía de que le volviera esa visión fantasmagórica que había tenido de Magdalena apenas un rato antes. Entonces se esforzó por sonreír y como jugando a su manera acostumbrada, pidió a la flaca que le diera unos besos.
Rulo seguía con el relato.
-Uno de los que se bajó del patrullero no tenía uniforme ni hablaba…Sólo apretaba los botones del celular…
Manuel sacudió la cabeza afirmativamente y confirmo como para sí mismo:
-Sí, el de traje gris y cara de nadie.
Fue cuando Rulo dijo de irse. Temía que alguien hubiera visto el procedimiento y hubiera ido con el chisme a Julieta, para preocuparla al pedo.
Salió con su bolsito al hombro rumbo a la calle, pero no llevaba andado casi nada cuando vio venir a Julieta, apurada y a los gritos.
-¡Me dijeron que te habían detenido. Vengo de la comisaría!
Volvieron hacia la casa, ahora con el propósito de tomar algunos mates con la Magda y Manuel y de paso que Julieta descansara de lo que había sido casi una carrera.
Sentados todos en la cocina, sintieron voces que llegaban por el frente. Era el Cholo que venía trayendo a un Dengue muy divertido que a la voz de “feliz cumpleaños” entraba a la casa levantando en la derecha una caja de vino. El Cholo le había encontrado preguntando por la casa del Manuel, allá por lo del Pichi. Quería llegar a tiempo para la fiesta pero no recordaba dónde vivía Manuel ni que día le había dicho, sólo que estaba invitado y claro que no quería faltar.
Al ver que no alcanzaban los asientos, Manuel pensó en pedirle a doña Flora unos casilleros prestados y, pensando esto completó la idea con lo que había sugerido el brindis del Dengue. ¿Por qué no hacer nomás la fiesta? Lo dijo y prontamente se repartieron las tareas. El por los casilleros, Rulo y Magda irían a hacer las compras y a avisarles a los amigos. Julieta que ya empezara a amasar, aprovechando que harina no faltaba y el Dengue…que pusiera buena música en la radio.
Quedó sólo el Dengue con sus cumbias y su historia, porque no advirtió que todos salían y se puso a contar lo del incendio y el avión con forma de cucaracha que se metía entre las llamas sin prenderse fuego y volvía a salir derechito para arriba arrastrando telarañas prendidas de sus patas.
-Porque el avión se apareció así –el avión era su mano derecha puesta en el aire- y el incendio era acá abajo, ven? Y entonces yo le veía la panza roja y el lomo negro. Era muy feo… y yo pensaba que aquello no era de acá. Era de esas cosas malditas que más vale no meterse con ellas, pero que… ¡Son esas cosas que hay!
Interrumpió su monólogo cuando vio que la luz de la puerta había sido tapada por una persona que estaba parada pidiendo permiso para entrar. Era Ernesto Federico que al darse cuenta del estado del Dengue ni mucho le preguntó al principio, sino que entró nomás y tomó asiento dispuesto a esperar la llegada de alguna otra persona.



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jueves, diciembre 21, 2006

161: UN PATRULLERO HUECO

Una vez identificado, le dejaron sentar en un banco largo que había en el pasillo. El banco era verde agua y quedaba enfrentado a un metro de la pared sin cuadros, que para divertir era gris y dejaba pasar el tiempo semejante y lento, que de última se iba amontonando del lado del recodo por donde avanzaban de vez en cuando oleadas de olor a creolina simultáneas con ruidos de bisagras de vaivén y a veces de descargas de cisternas.
Por el recodo se asomó una cabeza de pelo bien cortado y bigotes finos. Aquelarre Manuel, gritó, como si una multitud aguardase ser atendida o por conservar el tono adecuado de la autoridad que no quita la ilustración ni la valentía propia de quienes están “al servicio de la autoridad”, perdón “de la comunidad”.
El comisario nuevo estaba parado junto a la puerta abierta de su oficina comisaril con una actitud que lo hacía suponer en franca retirada hacia su domicilio o algún otro lugar de beberaje y chistes. Por eso Manuel entró, como le fue indicado, pero sin terminar de entrar se quedó frente al comisario que era muy alto mientras no se agachara, como ahora que solo se acomodaba la chalina y ordenaba con rápidos palmoteos, los pelos que a los costados se empeñaban en romper filas. Manuel habló.
-A mi primo Raúl lo levantaron en un patrullero hace un rato allá en el camino del molino…
-¿Cómo era el patrullero?
-Un Mustang.
-Psss!!
Eso fue todo. El comisario nuevo se marchó con paso gallardo en busca de la salida, sin explicar siquiera el significado del psss y dejando a Manuel “apavorado” por verse de nuevo en medio de una intriga de esas en las que los que son no lo son, sino que parecen que son. Lo siguió a una distancia apenas suficiente como para que cuando llegara al aire libre ya la autoridad arrancara con su auto desde la explanada, frente a sus ojos, que por cierto vieron en el costado del vehículo aquel caballito al galope que se llamaba mustang.
Manuel se rascó la cabeza. Si ahora iba a casa del Rulo y resultaba que el Rulo no había vuelto, entonces Julieta se iba a preocupar. Pero si no iba y lo buscaba por otras partes, estando nomás en su casa, entonces iba a ser él el preocupado… Decidió volver a su casa y consultar con la flaca… Cortó por el montecito del inglés y el sendero de la víbora muerta hasta embocar la calle ciega de las Bronté desde donde se ve el techito de una sola agua de su casa asomado sobre las ramas de los aromos del Toba. Por allí mismo pasó sabiendo que él era la única persona a la que el labrador del Toba no atacaría jamás, porque eran amigos.
Los encontró de gran charla, a la flaca y al Rulo.
-¿Dónde te largaron?
-En el mismo lugar.
-¿Cuándo?
-En seguida.
-Pero si yo vi que te llevaban!
-Me tiraron por un caño por el que iba a toda velocidad y después…¡caí en el mismo lugar!
-¿Quiénes eran?
-Dos eran milicos conocidos de aquí, pero adentro del auto no había nada y cuando caí en la calle ya el auto no estaba y vos te ibas perdiendo entre los árboles.
-¿Y por qué no me gritaste?
-Estaba tan asustado que no podía ni hablar. Me senté en el suelo y creo que hasta lloré!
-Bueno, me alegro.
-¿De que me haya pasado eso?
-No. De que hayas llorado.




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miércoles, diciembre 20, 2006

160: ¡Se llevan al Rulo!

Manuel se recostó a un tronco para esperar que llegara el Rulo y contarle lo sucedido. Después iba a seguir a encontrar a la flaca que suponía aun en la casa y…
Pero vio que de la bocacalle anterior salía un patrullero, se atravesaba frente a Rulo y se bajaban tres milicos a pedirle documentos. Manos contra el móvil. Subí vamos a la comisaría. Salieron sin prender la sirena.
Cuando se iban Manuel quiso correr detrás, o gritar que no se lo llevaran, porque seguro que a quién buscaba era a él y él no quería ser responsable de lo que le pudiera pasar al Rulo. Un mal rato por lo menos por una simple confusión.
Apuró el paso mientras se iba trazando un plan. Pasar por la flaca para avisarle que estaba libre y bien, y seguir después para la comisaría mientras ella con el teléfono se conectara con Giorgionne y éste con Pepponne y Pepponne con… y que después le avisara a Julieta… aunque…tal vez no fuera conveniente avisarle todavía, no fuera que lo largaran enseguida y fuera al pedo preocuparla en pleno embarazo…
Pronto llegaba al callejón paralelo y se echaba a correr rumbo a su casa mostrando alternadamente las suelas rojas de sus championes –como corren los campeones cuando el apuro les apremia, o el cagazo. Apuro para llegar antes de que le pasara algo al Rulo “con lo cagón que es para esas cosas” y cagazo porque…(los milicos son milicos, loco!).
Llegó a la casa y encontró a Magda, sola y nerviosa a pesar de haber sido avisada del fin de la cacería. Había estado tentada de ir a buscarlo a los lugares posibles pero se había contenido por pensar que tal vez volviera en cualquier momento y era mejor esperarlo allí.
-¡Se llevaron al Rulo, flaca!
-¡No puede ser…!
Pudiera o no pudiera, se lo habían llevado y a esa hora estaría cagado en los pantalones, pobre Rulo, aunque…capaz que le venía bien para avivarse un poco.
-Yo digo, nomás de malo que soy. Porque yo soy muy malo, guachita auuuhhh, y te quiero comer toda y dejar al Rulo cagándose solo en la celda, ja ja!
-No hagas bromas!
-Me voy. Avisá a todos por teléfono.
Salió corriendo por la cortada de las hermanas Bronté y tratando de pensar cuál sería la manera más adecuada de exigir que el Rulo fuera liberado de inmediato. Pedir para hablar con el comisario, claro. Porque no le iba a decir al milico de la puerta que lo largue. “Señor milico quiero que largue a mi primo”. Tenía que hablar con la autoridad que le daban...sus veinte años. ¡Qué cagada! No le iban a dar bola… O con la autoridad de la ley…¿Cuál ley y qué dice la ley? No sirve. O si no: “Yo venía a preguntar…” Así, bien mansito. Claro que le podría decir que el Pepe Mujica en persona le había dicho que esa orden de detención había sido una metida de pata del milico del ministerio y que ya había sido anulada, ¡qué mierda! (…¿y si en realidad lo andaban buscando al Rulo por otra cosa…?) Por qué lo iban a andar buscando? El Rulo nunca se metía en problemas, a no ser para defenderlo a él…
-¿Está el comisario?
-Acaba de llegar.
-Y…mi primo el Rulo ¿está detenido?
-No hay ningún detenido.
-¿Cómo que no? Yo vi cuando lo subieron al patrullero.
-¿Qué patrullero?
-Un Mustang gris.
-¿Mustang…? Usted no sabe lo que dice!
-Quiero hablar con el comisario!
-Vamos a ver si quiere recibirlo…
-Tengo derecho a que me reciba.
-¿Y si está ocupado…?




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martes, diciembre 19, 2006

159: Reunión en casa del pardo.

-¿Está todo arreglado, no? –Preguntó satisfecho del Cholo.
Qué decirle? El Cholo no era ningún estúpido para ocultarle la verdad, toda la verdad. Por lo menos algo le iba a tener que contar…además de levantar un pulgar y sonreír sin decir nada…
-Así que andás en conversas personales con el Pepe?
Ya estaba atando los cabos y él seguía pensando qué decirle. No recordaba siquiera qué le había dicho antes, así que…
-Vino a tu casa con un tipo del Ministerio de Defensa…
-Por lo del avión.
-¿Pero, a tu casa…?
-Para reunirnos todos los testigos con ellos…
-¿En tu casa…?
-Es un asunto secreto…
-¿Y la comisaría?
-Ja, no sirve porque los milicos son muy chismosos!
-No, dale…¿cómo es la cosa?
-¿Qué tiene de raro mi casa…? ¿Por qué no podemos reunirnos en mi casa, Cholo?
-¡Mirá vos! El ministro de ganadería y un capo del Ministerio de Defensa, más sus respectivos secretarios y algunos encumbrados ciudadanos reunidos en el ranchito del pardo Manuel a discutir asuntos de seguridad nacional! ¿Querés que te lo crea?
-Bueno, es un poco complicado de explicar…
-Yo no tengo apuro.
Lo que a las apuradas había decidido contarle era solamente que estaban ocurriendo algunas cosas raras, como lo del avión. Que por casualidad él había visto pasando a ser por eso un testigo importante al que había que silenciar por las buenas o por las malas, ya que eran cosas que podrían afectar las relaciones internacionales y eso… Pero terminó diciendo mucho más porque una cosa llevaba a otra y el Cholo iba metiendo sus preguntas y…Por fin terminó contando todo.
Terminadas las preguntas quedaron en silencio. Incrédulo Manuel de no haber escuchado al Cholo decir que estaba loco. El Cholo preocupado de enterarse de cosas que nunca hubiera sospechado. Manuel pensando que si Cholo aceptaba todo como normal, entonces…¿No estaría loco?
Pero se tenía que ir. Agradeció la hospitalidad y pidió prestada la Hora Cero con la que salió mirando cómo la penumbra avanzaba por el callejón, mientras se apagaba el día sobre las copas de los pinos. No sólo la penumbra. También a lo lejos vio venir la figura del Rulo que, de bolsito al hombro y paso cansino, volvía de su jornada laboral. Era una bonita imagen que creyó haber visto antes en algún lado. El color del balastro del callejón –medio rosado. La penumbra verdosa que proyectaban los pinos sobre la calle. La casita de los Vargas, asomada apenas entre los troncos… Y especialmente el tranco cansado del Rulo que iba paso a paso hundiendo sus huellas en la gravilla y haciendo ese ruido que en la distancia se esconde. Se escondía el ruido, perdido en ese aire casi penumbroso, como casi se escondía el propio Rulo en la distancia que entre ellos había… Era un cuadro que mostraba ese acercamiento que nunca se terminaba de producir y que lentamente iba consumiendo el tiempo y la luz…


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lunes, diciembre 18, 2006

158: LA HISTORIETA DE MANUEL

Pero el tiempo que pasaba afuera se le hizo presente con forma de inquietud. Se levantó, abrió la ventanita y sacó por ella la cabeza. ¿Qué estaría pasando? No se escuchaba nada, ni los ruidos comunes que siempre hay. Ni gritos ni ladridos de perros. Ni siquiera pasaban autos por el callejón…
-(Son mis nervios, sí, estoy asustado-¿por qué seré tan jodido?- El corazón me está latiendo como un tambor- Es que no quiero ir preso!-Estar solo en una celda haciéndome la paja) (Y los torturadores sueltos por la calle) (¡Ahora me acusan de terrorista!)(Yo sé que ellos piensan eso) (O dicen) (Al menos eso creo, aunque no sepa por qué lo pienso)(¡Pero lo pienso!)(Es como le decía al Cholo…¿o él me decía?)(La cosa viene para sacar a la gente de los países…dice el Cholo…Una sola ley…Un solo poder)
Cerró la ventanita y volvió a recorrer el ambiente. Había poca luz pero no quería llamar la atención prendiéndola. Siguió mirando. Ahora la foto de la mujer que se parecía al Cholo. Seguramente la madre. La misma nariz y esa manera de sonreír. La otra con varios gurises abrazados sería de los hermanos. Arriba de un viejo baulito había una pila de diarios desparejos. Quiso sacar el diario que más sobresalía. Para mirarlo, o acomodarlo o… Y al hacerlo resbaló una revistita que estaba abajo y que quedó colgada desde un extremo. Era una revista de historietas que de un manotazo recogió antes de que terminara de caer. ¡Era una Hora Cero!!! Cual? ¡El ejemplar perdido con sus aventuras!!! El que había tirado desde la línea al borde de la nada! Con la tapa dibujada por… No. No eran dibujos de Hugo Pratt. Pero eran bastante parecidos.
Se sentó en la cama a leer “Las Aventuras de Manuel”, guión de Anonimus y dibujos de Trapoguth. Aparecía él caminando por una calle oscura mientras allá al fondo del dibujo se entrevé el bulto de un patrullero que le sigue lentamente. En el siguiente cuadro el patrullero ha tomado velocidad, lo alcanza antes de la esquina iluminada y el tipo que se había bajado junto con el derrape le envuelve con una frazada que le echa encima y lo tira al interior del móvil cuya puerta abierta había quedado esperando mientras por el escape borbotean los gases de un motor que está a punto de acelerar. Hay un entrecuadro de texto que sólo dice: “Manuel Caprio volvía a su casa después de una jornada de trabajo”. ¿Qué mierda sería eso de Caprio? Pero en el siguiente cuadrito lo tienen atado a una silla y lo están interrogando a lo bruto, sin electricidad. El tipo de uniforme le está propinando un soberbio sopapo mientras el de traje sonríe achinando los ojos. Te estamos preguntando el nombre de tus compañeros-dice. El siguiente muestra un primer plano de la cara de Manuel que ha levantado la cabeza después del sopapo y pregunta desencajado de qué compañeros le habla, si de los de la escuela… Hay en esta escena una extrema exageración en el dibujo de los rasgos. El dibujante ha torcido a propósito los dientes y embisquecido los ojos de modo que junto con la baba que cae de los labios le dan al personaje –Manuel- una expresión estúpida y desagradable propia de la situación en que se encuentra. A Manuel esto no le parece muy necesario pero llevado por la historia mira la siguiente viñeta que es en la que Manuel comienza a hablar. El globito se llena de nombres y apellidos: Tomás Berreta, Mariano Moreno, Francisco Guichón, Hipólito Yrigoyen, César Mayo Gutie… El siguiente cuadrito era muy estrecho, dominado por una zona central muy luminosa dónde brillaba una sola palabra: “PLAFF” que lanzaba rayas de relumbre hasta salirse del recuadro y penetrar un poco en siguiente donde la cabeza de Manuel colgaba inerte sobre el pecho chorreando líquidos orgánicos mientras un personaje nuevo auscultaba su pulso en la carótida y un globito con llamada más allá del límite del recuadro preguntaba “¿No aguantó? Eso era todo. Al pié de este cuadro estaba el asqueroso “continuará”.
Manuel dejó la revista sobre la cama y fue a sacar otra vez la cabeza para afuera justo en el momento en que Cholo volvía. Traía en la mano una cosita que resultó ser un celular prestado, con un número cargado pronto para activar la llamada.
-Apretá el botón que te están esperando.
Manuel sin preguntar nada lo hizo.
-Hola, Manuel?
-¿Con quién hablo?
-¿Ya te olvidaste de mi voz? Soy Mujica, muchacho, el Pepe…
-Ah…
-Te quería pedir disculpas por lo ocurrido hoy. La cosa…la cosa se nos salió de control por un momento…
-¿La cosa soy yo?
-No, muchachito. El milico ese se descontroló y yo creí que obedecía órdenes de la compañera Berruti. ¡Pero no era así!

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domingo, diciembre 17, 2006

157: Secreto Militar Uruguayo

Después de despistar a los perros llegó corriendo al rancho del Cholo Ramirez que por casualidad estaba en casa.
-¿Qué te pasa que venís tan apurado?
-Me persiguen.
-¿Quién te persigue?
-La cana y el Ministerio.
-¿En serio? ¿Qué Ministerio te puede perseguir?
-El de defensa, boludo. Parece que me creen terrorista…
-¡No me jodas. Quién te va a creer terrorista a vos?
-El Pepe Mujica, nada menos!
-Andá a cagar! ¿Con qué te estás dando, pelao?
-Uno que estaba con el Pepe llamó a los patrulleros y él ni pestañó.
-¿Y vos qué habías hecho?
-Nada.
-¿Cómo nada…?
-¡Es que yo sé un secreto, boludo!
-¿Alguna transa de la policía?
-No algo mucho más groso…
-¿Qué cosa?
-Y… Un secreto militar…
¿Cómo podría tener el Uruguay algún secreto militar cuando el ejercito sólo se ha usado para darle palo a la gente? Y eso no era ningún secreto.
-Me persiguen Cholo. Esto no es joda. Escapé corriendo de casa antes de que me cerraran la manzana…la flaca quedó allá…
-¿Se la llevarán a ella…?
-No. No creo, estaba con varias personas más…
-Pero Manuel, explicame! ¿De qué te acusan?
-De haber visto algo que ellos dicen que no existe.
-¿Y qué era eso?
-Un avión secreto que remonta de una base aérea de Durazno.
-¿Un avión secreto uruguayo?!
-No boludo! Te estoy hablando en serio. El incendio de ayer se produjo porque hubo un enfrentamiento entre dos o más naves y una cayó a tierra. Después bajó verticalmente ese avión secreto y no sé cómo, recogió todos los restos.
-Y por ver eso te van a querer llevar preso?
-Loco, es un secreto! ¿No te das cuenta de que nunca se dijo que hubieran aviones extranjeros…? ¡Y menos ese tipo de aviones!
-¿Otras personas vieron lo mismo?
-Varias pero yo me desboqué frente al Pepe y al tipo del Ministerio de Defensa.
-Sabés que me contaron que hubo otra persona que vio eso? Ahora que lo decís me acuerdo. Todos se reían porque es alguien que siempre anda mamado. Es conocido tuyo, el Dengue…
El Dengue había entrado a la madrugada a la trastienda del boliche de Luque dónde había timba de monte. Nadie le creía lo del avión con forma de cucaracha que se había metido dentro del incendio. Ni siquiera le habían creído que hubiera ningún incendio.
-Bueno, Cholo, pero ahora me persiguen a mí y yo no me pienso entregar a esos torturadores!
-Quedate acá, muchacho! Yo voy al comité de base a ver si averiguo cómo está la cosa.
-Ni se te vaya a ocurrir decir que me viste!
-Quedate tranquilo, no soy tan tarado.
El Cholo se fue y Manuel quedó solo en el rancho. Era un rancho clásico de terrón y paja brava, con dos cuerpos. Uno para vivienda y el otro para taller de los muchos oficios del Cholo.
En el cuarto habían muchas cosas coleccionadas al acaso, puntas de flechas, un diploma de electricista, una imagen del cacique Zapicán, muy agrisado por el tiempo que hacía que no lo limpiaban, unas boleadoras colgadas de los palos del quincho con un alambre negro… Algunos libros sobre un banquito contra la pared y más arriba un banderín rojo y negro en el medio de la gran bandera de Otorguez…el retrato de una mujer sonriente…Un cuero de oveja en el suelo junto a una de las camas. Una guitarra…
Manuel agarró la guitarra. No sabía tocar pero se la colocó sobre las rodillas y puso la izquierda, de memoria, dónde la ponen los guitarristas. Se imaginó tocando frente a un público que hacía silencio. Un silencio grande para que su voz se pudiera derramar sobre las cabezas y los corazones que él había estado auscultando… Porque se imaginaba que la canción que iba a cantar, más que música , iba a ser un lugar lleno de sentimientos… Como si fuera Fernando Cabrera

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sábado, diciembre 16, 2006

156: LO QUE EXISTIÓ NUNCA VIERON

Al otro día Manuel dejó solo a Rulo en el trabajo a eso de las tres de la tarde y volvió a su casa que por dentro parecía otra gracias al esfuerzo de la flaca que había rescatado el color de las baldosas. Rojo y crema. La transparencia de los vidrios. Transparente. Y además, sobre la mesa de la cocina estaba la panera de plástico verde cotorra, llena de tortas fritas, amarillas y esponjosas. Sintió un poco de vergüenza. No mucha, porque ni para eso tuvieron tiempo ya que enseguida vieron detenerse enfrente dos vehículos. Un Jeep del Ministerio de Ganadería y un auto gris de vidrios polarizados y ningún cartel. Del Jeep bajó el Pepe Mujica y un gordito que resultó ser el famoso Pepponne, pariente de la mujer de Giorgionne. Del auto bajaron cuatro, entre los que fueron enseguida reconocidos Ernesto Federico y el licenciado.
Para acompañar las tortas había mate. Giorgionne y el Pepe se apuntaron en esa, aunque no en las tortas por problemas digestivos. Ernesto en ambas cosas y los señores del Ministerio de Defensa uno parado y el otro sentado –no alcanzaban las sillas- en ninguna.
Comenzó el Pepe pidiendo a los testigos que contaran detalladamente lo que habían presenciado que, al parecer, podría tratarse de algo delicado, necesariamente delicado, es decir reservado… Estaba intentando hacer más clara esa difusa definición cuando paseando la mirada por los presentes se detuvo- y reconoció- la cara de Manuel.
-¿Otra vez vos?
-Otra vez.
Las distintas versiones de lo sucedido no difirieron más que en pequeños detalles. Coincidieron sí, en que comenzaban desde el momento del ruido y el incendio, pero sin hacer mención a la cueva ni a la sociedad secreta. Agotada pues esa instancia, el hombre sentado del Ministerio de Defensa abrió su portafolio para extraer y mostrar una foto de un X666 y preguntar si era ese aparato el que habían visto descender. Después de la confirmación volvió a hablar el Pepe.
-Yo tengo que decirles algo que no quisiera que entendieran como desde la autoridad del estado sino… desde la confraternidad de los pocos que somos en este pequeño país que no puede ni soñar con enfrentarse a los grandes poderes del mundo. Ustedes han visto lo que nadie debía ver… Ya sé que no es su culpa pero…-bajó la mirada- a todo los efectos prácticos eso que ustedes vieron nunca ocurrió. –Levantó tímidamente la mirada.- Dejemos los misterios para el mundo de los misterios…-Terminó separando las manos en silencio, como mostrando que entre ellas no escondía nada.
Manuel le interrumpió.
-Pero usted vio las burbujas en el piso allá en Fray Bentos, no?
-Es posible…
-Y ahora está sabiendo que lo que provocó el incendio fue la caída de una bola de otro mundo, no?
Mujica se puso pálido. Juntó los carrillos como un viejo jabalí desdentado y suspiró al tiempo que el hombre del ministerio levantaba su extraño celular y presionaba varios botones en él, sin pronunciar palabra. En la distancia comenzaron a sonar reconocidas sirenas que comenzaban a acercarse…
Manuel dio un repentino salto escapando de la rueda y corriendo por el patio antes que ninguna mano le detuviera ni ningún arma le encañonara. Saltó el carrito y siguió a pesar de tropezar con el rastrillo y pisotear las hormigas. Saltó el tejido del fondo y desapareció de la vista del hombre de gris que sólo quería cerciorarse de la dirección de la huída para indicarla por el aparato a los patrulleros que ya llegaban.
El hombre del Ministerio pidió un helicóptero. Mujica se levantó de su lugar y comenzó a gritar cosas por su propio celular. Puteadas y otras cosas que fueron interrumpidas por los otros gritos, los de Ernesto y Giorgionne.
-¡Esto es una traición!
Mujica sin saber a quién atender, si a las personas o al aparato, apenas musitó:
-Estoy atado de pies y manos…
Salió de la casa rumbo al Jeep, con paso lento y desarmado seguido de cerca por Pepponne y sus dos sombras
Por el claro del pinar apareció pistoneando un helicóptero de los grises.
ganadería,defenza,

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viernes, diciembre 15, 2006

155: Nos vemos, Manuel.

Un ruido de motocicleta que se acercaba por el pasto del frente anunció visita. Era el Toba con su motito que pronto gritó el saludo:
-Vecino…Manuel!
Venía a contarle que a la madrugada, cuando él venía llegando vio desde la esquina un relumbre sobre la casa. Y que escondido entre los árboles había podido ver aquello parecido a un ovni, que se bamboleaba como a un metro sobre las chapas del techo.
-¿Era de las grandes?-preguntó Manuel sin preocuparse por el género.
-¿La qué, si era grande, el ovni?
-Sí, la bola que vio. Era muy grande?
-Claro era redondo como una bola y brillaba mucho…Y, del tamaño de… del tamaño de la casa, más o menos.
-Patrullera.-dijo Manuel como para la flaca pero no tan bajo como para que el Toba no lo oyera.
-No que patrullero va a andar a esa hora. Eran como las cuatro.
-No, quería decir que estaría patrullando, vigilando…
-¿Y para qué…?
Sonó el teléfono.
Era Ernesto Federico que con su voz más alarmada le decía a Magda que tendrían que estar mañana a las cuatro de la tarde en…
-La Galería Máxima?
-No. Ahí en la casa de ustedes, porque vienen funcionarios del gobierno y no hay manera de postergar el encuentro.
Manuel vio la cara preocupada de la flaca e hizo un gesto inquisitivo adelantando la mandíbula y subiendo las cejas. La flaca se lo vio pero no se atrevía a repetir lo que había oído.
-Ernesto tiene un trabajo urgente para vos. Viene mañana a eso de las cuatro….-se rió nerviosamente y agregó- Pero viene con la policía.
-¿Pasó algo, -preguntó el Toba.
Manuel iba a dejar que la pregunta se perdiera en el vacío pero después cambió de propósito. ¿Qué tal si probaba de decir por una vez la verdad? Le dijo que ya sabía que la casa estaba siendo vigilada por las bolas de luz, que eran como unas burbujas o huevos huecos que vienen llenos de ángeles a los que Dios manda para cazar a los rebeldes que no se quieren plegar a su mandato de alcahuetearle todo a él.
-A mí ya me agarraron algunas veces pero pude escaparme gracias a mi abuelo. ¿Se acuerda de mi abuelo?
-Hace mucho que no lo veo…
-Hace años que se murió. Pero igual me ayuda, hasta hizo con un amigo, una bola de esas, claro que más chica con la que me han llevado a varios lugares y el otro día me rescató de una pirámide de esas dónde le sacaban el corazón vivo a la gente para dárselo a comer a Dios. Allí los ángeles me querían obligar a denunciar a mis amigos, a transformarme en un espía!
-Ah. Ya veo…Bueno, yo venía a decirte eso, nomás… Nos vemos Manuel.
-Nos vemos.


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jueves, diciembre 14, 2006

154: Cuidado, está caliente.

El llamado de Giorgionne era para decirle que posiblemente el Pepe , a esa hora estaría siendo informado de lo que ellos habían visto, porque entraban en una reunión dónde Peponne le iba a pasar por escrito la información.
-Vamos a tener que comprar una olla, Manuel. Si me paga la Palomeque podría pasar por el autoservicio del chino…
Le pensaba dar un poco de tiempo y después volver a llamar para saber cual había sido la reacción. Manuel le respondió que todo bien. Que le metiera para adelante hasta que el tipo dijera algo.
-¿No te parece?
-¿Qué?
-¿Me dejás que yo la elija?
-¿Pensás cocinar siempre vos?
La flaca se mordió el labio para que no se le notara la risa.
-Entonces elegí el color de las paredes también vos…Eso sí, después me vas a dejar pegar las estrellitas en la parte alta!
-¿Estrellitas?
Manuel se divirtió con el gesto de no entender de la flaca.
-Sí, estrellitas de papel metálico. Va a parecer que estamos mirando el cielo.
-Tendríamos que pintar de negro!
-No. No me gusta la oscuridad. De cualquier color que te guste pero que sea luminoso.
El teléfono sonó justo cuando Magda empezaba a servir un humeante guiso de arroz con pollo, en los platos, con ambas manos. Contestó Manuel.
-Ché Manuel, me contestó el gordo! Parece que se armó bruto revuelo. El Pepe casi no comentó nada pero agarró su celular y se fue aparte a hablar y enseguida se puso a gritar como si el del otro lado no le quisiera entender que roto el secreto, roto todo compromiso, según dice el gordo que dijo él.
-¿Trajimos queso rayado?
-¿Y nada más?
-Sí, aquí está en el bolso toma echale vos primero.
-No, qué nada más. Quiere tener una reunión con todos los testigos!
-¡Cuidado que está caliente!
-¿Cuándo? Mirá que mañana y pasado, por lo menos tengo que trabajar.
-Se te enfría…
-¿Y a la noche?
-A la noche estoy cansado! No me jodas. No puedo dedicarle todo el tiempo a las cosas misteriosas!
-Se está poniendo pesado, no?
-Bueno voy a ver cómo lo puedo arreglar, después te llamo.
-Ah flaca, esto tiene un perfume!
-Sabes que… me gustaría un color medio cremita…Como una crema a la que se le ha batido una yema adentro, hasta con algunos granitos de azúcar, me lo imagino.
-Flaca. Estoy comiendo guiso de arroz. No me metas el huevo batido en el plato, ja.
-Y capaz que queda rico.
-Pero más rico que esto no.
-Querés más?
-Bueno, dame.

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miércoles, diciembre 13, 2006

153: Entonces ellos saben...

A la vuelta Magda le contó todos los detalles de lo que Giorgionne le había referido por teléfono.
-Y si lo que vos viste abajo era una bola, entonces ellos saben todo.
La palabra “ellos” a Manuel le sonó como algo terrorífico que caía del cielo como un color maldito que todo quería cubrir. Y sin embargo lo que le estaba diciendo era que ese avión despegaba de la base de Durazno, un lugar como cualquiera y a plena luz del día. Se mezclaban los secretos con las cosas de todos los días. El Uruguay con el más allá…
-Sí. Entonces ellos saben todo.
Ahora este nuevo ellos en realidad empezaba a ser otro. El pensamiento de Manuel se dirigía ahora hacia el gobierno uruguayo que tenía que estar enterado de que desde una base militar subían y bajaban aviones extranjeros, supuestamente secretos, que se ocuparon de hacer desaparecer las huellas de un enfrentamiento con bolas del otro mundo.
-Y por qué no lo dirán. Somos todos del frente.-rezongó Magda con amargura.
-No se han de animar.
-¿Quién los amenaza?
-Vaya a saber… Fijate que ya era raro que Mujica no me reconociera…
-Es cierto.
-…me quería hacer pasar por loco…
-Pero Giorgionne no.
-No. Vittorio no entra en esas transas.
-¿Es amigo del Pepe…?
-No sé. Puede ser.
-Porque si es, podemos mandarle decir lo que vimos y que… que nos conteste algo, a ver.
Sonó el teléfono. Era Ernesto que quería hacer una reunión urgente mañana. –Por que contestaron los Tucus?-No por lo de los aviones secretos. Recién termino de hablar con Vittorio.- Te paso con Manuel.- Hola Manuel?- Sí, qué pasa?- Que parece que vos tenías razón. Los milicos y las bolas parecen estar relacionados.-Claro.- ¿Ves que es como yo te digo…?- Bueno Ernesto, lo que yo necesito ahora es el numero de Giogionne, queremos que tantee al Pepe Mujica haber que sabe de eso.-No creo que largue prenda.- Quién sabe…
Giorgionne no estaba vinculado al Pepe sino a su secretario, Peponne, el gordo Peponne, medio pariente de su esposa, la escribana Martínez Peponne de Giorgionne. Que aparte de las rimas tenían un buen diálogo entre ellos y… Sí. Le podía decir que había varios testigos que por ahora no iban a salir a divulgar lo visto por medio de la prensa, pero…
-Pero que le diga todo lo que vimos, por lo menos lo del avión X666.
-Está bien, pero te explicaba lo del número de testigos. Seríamos en realidad cuatro porque los Tucus no han de querer que nuestros congéneres se enteren de su existencia para terminar siendo camperas de cuero. Cuatro está bien. Si fueran muchos más ya la noticia estaría en la TV.


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martes, diciembre 12, 2006

152: YO NO QUIERO SER MORMÓN

Entrados a la casa Manuel empezó a bromear con que estaba muy enfermo, que necesitaba cuidados especiales de parte de la Magda, caricias y todo tipo de contactos que sólo ella sabía hacer, flaquita degenerada, divina que conocía todos sus puntos alfabéticos, sus dolores y sus placeres… Lo decía mientras buscaba ropa para cambiarse después del baño y la flaca no estaba junto a él sino en la cocina sentada en el taburete, a las risas, comiendo algunas fetas de mortadela –callate atorrante- y haciendo sanguche con las palabras y lo que comía.

-Atorranta serás vos- contestó el otro cuando ya habría la llave de la lluvia y se metía bajo el agua empezando a canturrear guasadas cambiándole la letra a canciones conocidas –Yo no quiero ser mormón.- En eso se le llenaron los ojos de jabón y hasta sintió el gusto salado en la boca. Gritó puteadas , se atragantó con saliva y casi se fue al carajo cuando sin querer pisó el jabón que se le había caído. Pero las manos de la flaca llegaron a tiempo a acariciarle la espalda y él entonces se enderezó orgulloso para girar y encontrarse con su compañera desnuda. Flor de canela y graciosas formas.

Así que Manuel se puso a bañarla y a mirar cómo la piel ya de por sí morena se iba oscureciendo a medida que se mojaba con el agua que iba recorriendo todas sus formas. Excitado pero sin apuro, no podía evitar algunos roces que le iban levantando a pesar de haber puesto su mente en sintonía con el recuerdo de Fátima y sus alto vuelo, cada vez más alto pero sin llegar al final sino siempre a un nuevo principio. Enjabonó su espalda, enjabono sus pechos y bajó la mano jabonosa al monte de Venus a enjabonar la espesura. Se miraron a los ojos y los ojos eran transparentes. No había ningún misterio.

Después del baño fueron a la cama, donde estuvieron mucho tiempo el uno para el otro, inventando juegos y saboreando pieles. Trepando a las máximas alturas y por fin abandonándose a dejar de ser dos cuerpos y dos personas para, por un instante luminoso dejar de saber nada y confundirse en el océano de la verdadera existencia.

Más tarde durmieron hasta alguna hora de la tarde en la que la pereza les impidió levantarse para ir a comer y apenas le dio la voluntad para acomodar los miembros en la dificultosa angostura de la cama. Acomodo para uno que era para el otro desacomodo y vuelta a acomodar. Una y otra vez hasta que se volvió juego y carisias y también cosquillas y vuelta a empezar…

Se hacía la noche cuando Manuel despertó con el recuerdo de otro día que había tenido que correr para comprar comida … Saltó de la cama al piso y empezó a ponerse los pantalones mientras la flaca le miraba con un ojo y aun se resistía entre un embrollo de sábanas.

-Bueno, esperame que voy con vos…

Salían por el pastito del frente cuando sonó el teléfono de Magda. Era Giorgionne quién igual hablaba con ella. Tenía que comunicarles algo muy interesante.
Se cruzaron con las hermanas Bronté y sus bolsos de mandados tejidos de piola zizal.

Le había preguntado a su hijo por aquella vieja revista con el avión secreto. La tenía aún y le contó que cuando había ido a Durazno a casa de su amigo, un hombre del lugar que trabajaba en una cantera junto a la base aérea, le había visto aquella ilustración y le dijo que esos aviones despegaban desde allí, derecho para arriba y con un chiflido impresionante.

El almacenero preguntó qué iban a llevar y Manuel comprendió que le hablaba sólo a él que no a la flaca, todavía teléfono en mano y sólo boca para las exclamaciones.

-Te das cuenta Magdalena, que ese avión que vimos viene de esa base de Durazno?

-Y… déme una lata de arvejas…un trapo de piso, antes de que me olvide y eso que se usa para fregar las ollas…

-Esto en vez de aclararse se complica cada vez más!

-Papas, boniatos y zapallo… ah, y cebollas y salsa de tomates…

-Contale a Manuel. Yo ahora lo llamo a Ernesto. Chau.

-Además un pedazo de chorizo de rueda.


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lunes, diciembre 11, 2006

151: EL TERCER OJO

Sentados en el claro del monte Manuel contó lo que había visto un rato antes. Esos finísimos hilos tornasolados que iban entre las cosas o brillaban simplemente en el aire cambiando de tonalidad todo el tiempo y que cuando la miró a ella, ella era todo un incendio que daba miedo ver porque viéndolo daba para dudar que fuera nomás así, o que aquello no fuera más que otro producto de su mente enloquecida… Y si fuera que así estaban las cosas, irradiando luz y prendiéndose fuego entonces… ¿No sería, acaso que el fuego salía de sus propios ojos e incendiaba todo lo que miraba?
-¡Me viste el aura!
-¿Eso que dice Ernesto…?
-¡Me viste el aura! ¿No leíste El Tercer Ojo?
-No, qué voy a leer.
Magda se señaló un punto en la frente y dijo que ahí en ese lugar estaría el Tercer Ojo. Que en la mayoría de las personas se encuentra aletargado pero que de vez en cuando nace alguien que puede ver a través de él y que lo que ve es así como lo que Manuel le ha contado. Otros aspectos de la realidad que normalmente nos pasan desapercibidos y que le permiten a la persona que tiene esa facultad, saber qué tipo de persona tiene adelante e incluso su estado de ánimo y de salud. Un poco en broma tomó entre sus manos la cabeza de Manuel y comenzó a sobarle con la yema de los dedos el punto que ella decía y de paso acariciarle un poco para que se tranquilizara. Pero ocurrió que a los pocos sobos de la yema sobre la frente, Manuel se tiró para atrás cerrando los ojos y gritando ¡Otra vez1 ¡Me viene otra vez!
-¿Qué te hice?-imploró Magdalena.
Manuel se había arrollado en el suelo con la cabeza entre los brazos y sólo después de unos instantes comenzó a enderezarse, a entreabrir de nuevo los ojos con cautela, temeroso de volver a ver lo mismo, pálido y sudoroso. Magda comprendió que la estaba mirando, pero desde una distancia indefinible tras el temor…Se fue acercando lentamente, un poco más y un poco…hasta llegar a los labios y besarlos.
-¡Ya pasó!
Salieron del monte caminando de la mano. A paso largo, decididos a llegar de una vez a la casa para abrazarse desnudos y reunidos navegar el más pasional y a la vez tranquilo de los mares océanos.
Claro que una cuadra antes de llegar se encontraron con el Rulo que venía caminando en el sentido contrario y levantando los brazos al cielo.
-¡Manuel! ¿Dónde te habías metido?
Lo andaba buscando para hacer el segundo arreglo en la casa de Ferrari que habían quedado de terminar para el fin de semana y ya estaban a martes.
Pero Manuel dijo no sentirse bien hasta mañana por lo menos, así que pintarían el jueves con segunda mano el viernes y los retoques el sábado. Por lo pronto pensaba bañarse y dormir algunas horas además de alimentarse para lo cual debían comprar comida y hacerla.
-Así que hoy no me jodas, ni mañana… Bueno, de repente mañana…Yo te aviso
Rulo siguió el camino a su casa portando los saludos para Julieta y su panza y encima la calentura no expresada con el guacho este siempre igual de pelotudo que cree que la vida puede ser pura joda y nunca se acuerda del trabajo.



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sábado, diciembre 09, 2006

150: La Telaraña

Ni bien se fueron los Tucus, Magda volvió a tocar el piano sobre las costillas de Manuel. Ya era demasiado tiempo dedicado a la guerra de los mundos. Manuel estaba de acuerdo. Salieron a la superficie y todavía quisieron pasar por los restos del incendio, unos minutos apenas, a ver qué había quedado del capullo y los cadáveres. No había nada. Apenas algunos trozos de palitos, entre vegetal y metálicos, finos y quebradizos, en medio del círculo blanco que destacaba entre tanto hollín. Recogieron un par de ellos sin propósito cierto y volvieron a la calle con los pantalones rayados de carbón, dispuestos ahora sí, a volver a sus asuntos. El amor y la vida en común que habían quedado allá tras los pinos del oeste, como un paraíso escondido donde los árboles saludan a los vecinos y dan sus frutos a la hora del desayuno.
Pero algo había cambiado. Manuel restregó sus ojos y volvió a abrirlos, nada más que para volver a ver sobre todas las imágenes esas telarañas iridiscentes que parecían bailar por la superficie de las cosas. Magda se dio cuenta del repetido movimiento y preguntó qué pasaba.. Manuel volvió entonces la mirada a ella y no pudo evitar un sobresalto al ver que Magdalena era una llamarada de colores tornasolados, rodeada de una concha de luz que se estiraba hacia arriba sobrepasando su cabeza y coronando la imagen con una zona donde la luz oscilaba lentamente entre el turquesa y el naranja.
Volvió a refregarse los ojos y al abrirlos y volver a ver lo mismo no supo qué otra cosa hacer sino echarse a correr revoleando los brazos y las manos como si se quisiera sacar la remera o arrancar los pelos o defenderse de alguna bandada de de insectos que lo atacaran.
Cincuenta metros adelante se detuvo y se dio vuelta. Sonreía amistosamente y como si no hubiera sido él el que se separara, le hacía señas de que viniera, flaca divina, como siempre, sus brazos la esperaban…
-¿Qué te pasó…?
-Nada. Me pareció ver luces.
-¿Bolas…?
No quiso contestar. La flaca estaba allí junto a él. El cielo volvía a ser lo que siempre fue y el lento trasladarse de las nubes blancas y desflecadas decían que no había de qué preocuparse…
-¿Por qué no me contestás?
-Es que no quiero complicarte en mis locuras…
-¿Alguna vez te fallé?
-…Tenés razón. Me ha pasado algo nuevo, distinto a todo lo anterior…
-Contame.
-Vení. Vamos al monte.





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149: TRUNGU TURUNGURUNGUM

Esta vez Ernesto colocó un micrófono para cada Tucu y enseguida que estuvieron funcionando se armó la rueda alrededor del tema de la alianza para defenderse de la guerra y especialmente de cualquier intento de reclutar a la tierra en alguno de los bandos.
-No es que nos coloquemos en una posición intermedia entre Dios y el Diablo –explicó Giorgionne—sino justamente que no queremos estar ni entre ellos, ni con alguno de ellos.
Parecía un trabalenguas pero los Tucus lo comprendieron perfectamente. Trum quiso hacer evidente la confluencia de las ideas contando una leyenda Tucu –la única que tenían—que contaba que cuando aparecieron los primeros de ellos en los baldíos de la ciudad vieja, la sabiduría se les había manifestado mostrándoles dos posibilidades. Una era que se construyeran un Dios a imagen y semejanza, aunque más justo, bondadoso y especialmente poderoso. Y la otra , la que habían elegido aquellos primeros Tucus Gigantes, que consistía en sincerar en todo momento la ignorancia y no pretender legislar sobre lo desconocido.
-Esa es nuestra leyenda—dijo Trum a través del traductor—Sea cierta o no—agregó con vos emocionada—entre nosotros nunca ha habido ateos ni tampoco creyentes…
-¿Son todos agnósticos?—Preguntó Giorgionne.
Trum levantó un poco la vos, tal vez creyendo que no se le había comprendido bien.
-No, nosotros no somos nada!
-¿Nihilistas?
-No sé lo que es eso, pero no lo creo…
-¿Incrédulos…?
Dijeron ambos que estaban diciendo sus opiniones personales. No podían comprometer en la propuesta alianza ni siquiera a la comunidad local de El Bosque. Mucho menos a la especie toda e iba a ser necesario que fueran a presentar la idea al Trungu turungurungum, o sea el “Río Sonoro” de la comunidad Tucu y quedar a la espera de una resolución. Deberían comprender los humanos que el tema era delicado porque no sólo traería a la actualidad todas las implicancias emocionales del recuerdo de la leyenda fundacional sino que, especialmente iba a reavivar viejos rencores –y tal vez prejuicios—con la especie humana, “que todo lo usa”, “que todo lo pudre”, “que todo lo rompe y tira”, “que todo lo pisotea”. En definitiva, ellos ni siquiera se imaginaban formando parte de una alianza sin consultar a los otros.
-Y eso es toda una diferencia.
-Hay otra—afirmó Giorgionne—que sería bueno que tuvieran en cuenta. Nosotros no podríamos invitar o consultar a miles de millones de humanos que hablan en cientos de idiomas diferentes y que son en su mayoría fanáticos de todos los fanatismos. Desde las más variadas religiones hasta lo que es peor, el dinero el éxito y el poder.
-Haz hablado con sabiduría—respondió Porum—Pero no crean que somos tan pocos. Todavía no hemos desbordado las fronteras de este país, pero ya somos más de un millón y seguimos creciendo. Calculamos que en los territorios que ustedes llaman pampas podrán, dentro de algunos lustros, vivir cuarenta o cincuenta millones de los nuestros sin producir ningún deterioro del equilibrio ecológico.
Los humanos quedaron boquiabiertos. Se sorprendían de lo que se estaban enterando pero enseguida reaccionaron volviendo a su natural ansiedad y objetaron la lentitud que el procedimiento tradicional Tucu significaba.
-La guerra vine avanzando sobre todos nosotros, sobre todo el planeta… Tiene que haber alguna manera de acelerar… Ustedes mismos han de tener algún procedimiento para casos de urgencia!




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viernes, diciembre 08, 2006

148: Los Golpes de la Risa

Cuando Manuel subió hasta la cocina a avisar que Trum u Porum estaban de vuelta, allí el trabajo había concluido y sólo faltaba bajar el montón de cosas que constituían el refrigerio, que a esa hora iba a ser más bien un desayuno. Ernesto y Magda aprovecharon para cargarlo con todo lo que pudieron, la bandeja de las tostadas, la manteca y la mermelada más la gorda y humeante tetera. Ernesto iba a bajar la jarra del licuado de macachines y la caja de sorbetes. Magda el azucarero y los sobres de té de repuesto.
Mientras acomodaban tantas cosas en adecuadas manos Manuel se puso a mirar por la ventana lo que el incendio había dejado del paisaje. Restos apenas del bosque, como erizos carbonizados, que ya empezaban a disgregarse para iniciar una vez más el eterno proceso de muerte y renacimiento. Era feo lo que veía y feo también lo que sin querer imaginaba como el futuro más probable, el inmediato, a medida que esa guerra siguiera por el camino que toda guerra sigue, más allá de los planes o de las intenciones.
Lo ayudaron a mejorar el equilibrio de las cosas en la bandeja e iniciaron los tres el regreso que debía ser cuidadoso y lento. Porque sólo con mucho cuidado iba a ser posible llevar indemnes toda esa pila de cosas movedizas por el patio, subir al brocal del pozo, bajar por la vieja escalera de troncos y embocar por el declive de 45 y bajar por él; manteniendo siempre la bandeja horizontal sostenida en una mano y la tetera llena de té caliente en la otra.
Abajo encontraron a Giorgionne mirándose a los ojos, muy cara a cara, con Trum Urum, quien le estaba enseñando a hablar. Se enseñaban mutuamente… Todos vieron que Giorgionne se había tomado un mechón de pelos –de los que le quedaban—y decía sonoramente “PELO” a lo que Trum respondía tomando entre sus labios un propio mechón del costado y pronunciando claramente el sonido “TRUTRU” con intencionada lentitud. Luego vino el intercambio. Giorgionne repitió a su modo varios trutrus y Trum desencajó su pequeña boca para tratar de que la sílava “pe” sonara medianamente parecida. Los humanos encontraron todo eso muy divertido y tal vez los Tucus también, aunque no reían…
Le preguntaron a Ernesto cómo era que reían y Ernesto tuvo que confesar no saberlo. Dijo que los había visto contentos, cariñosos y hasta en alguna ocasión enojados, pero nunca riendo. No sabía si se reían.
-Recuerdo un día que les convidé con un licor que hice de macachines. Ese día estuvieron muy contentos y humoristas…Hasta remedaban mis gestos y manera de hablar, pero no reían…
Trum le interrumpió poniéndose adelante y comenzando a darle golpecitos con el morro de su nariz en el pecho al tiempo que repetía una y otra vez “TRULULUM”, “TRULULUM”.
Magda exclamó:
-¡Reír se dice trululum y se hace pegando golpecitos con la nariz en el pecho!
-¿Se dan cuenta?—dijo Ernesto—Magda ha encontrado todas las respuestas… Pero además Trum ha estado entendiendo nuestra conversación todo el tiempo!
-¿Entonces antes se haría el boludo?
-No, hace tiempo que querían aprender. Me lo habían dicho. Ellos aprenden rápido y sólo de escuchar. Tienen oído de tísico y memoria de rencoroso…
Trum volvió a golpetear el pecho de Ernesto con renovada insistencia hasta que Ernesto comprendió su intención.
-¡Claro! Me está haciendo recordar de aquel día de la mamuma con licor. Ellos estuvieron todo el tiempo pegándome esos golpes que yo no entendía. ¡Estuvieron riéndose todo el tiempo!


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jueves, diciembre 07, 2006

147: No me sigas...

Giorgionne por un rato sólo sacudía la cabeza. Se sentía también superado. Ya no estaba creyendo que ellos pudieran avanzar ni siquiera con la ayuda de otros humanos, tan pobres como ellos en capacidad de comprender lo incomprensible…Lo que estaba en juego era nada menos que la irrealidad de la realidad.
-A mí esto me supera.
Manuel reaccionó con fuerza. Levantó la voz e hizo una especie de arenga a favor del valor y el tesón. Giorgionne apenas sonrió con tristeza.
-No es darse por vencidos…. Es que ya no sabemos quienes somos, dónde estamos…
-¿Y eso qué importa?
-Importa porque…si no entendemos nada, nada podemos hacer.
-Yo se quienes somos! Somos unos tipos que nos aguantamos lo que venga y no nos vamos dejar meter la pata encima.
Como por arte de magia o tal vez porque el ciclo depresivo agotaba su tiempo, a partir de las últimas palabras de Manuel los ánimos empezaron a retemplarse.
-Si vos creés que estamos en el camino… Bueno yo te sigo –dijo Ernesto.
Manuel iba a saltar diciendo que no quería que nadie le siguiera, que él no era guía de nadie sino apenas un gurí grande e ignorante y que en vez de buscar guías, ellos… Pero no lo dijo porque un oportuno apretón de mano dado por la flaca le puso en alerta sobre que no debía decir justamente lo que tenía ganas de decir…
Giorgionne también volvía.
-Pensándolo bien, de nosotros cuatro quién ha hecho inclinar las voluntades haz sido siempre vos, Manuel. Esta es una historia en la se podría decir que sos el actor principal. Hagas lo que hagas, el centro de la historia nuestra pasará por vos.
Manuel se sintió extraño, como metido en otro cuerpo. ¿Qué les habría entrado ahora? ¿Qué querrían de él? Porque algo parecían querer… esperar… Tuvo que meterse para adentro y desde el silencio interior mirarles las caras. Mirándolas comprendió. ¡Estaban esperando que él los dirigiera! Eso le producía mucho temor. No quería pensar más en ello… Volvió entonces a su mente parlante dejando lo otro como un asunto personal y reservado para revisar cuando tuviese ánimo.
-Yo creo que no vamos mal. Tenemos el plan de aliarnos con los otros Maquis… Pero me parece que estamos dejando de lado los principales aliados, los que ya nos están ayudando sin pedirnos nada a cambio… bueno…--sonrió—apenas unos vaso de jugo…
Ernesto acomodó el cuerpo como para saltar gritando “Es un genio!” pero una mirada de Manuel, directa y precisa, le contuvo casi del todo.
-Es muy buena idea, ¿no te parece Vittorio?
Magda hizo varios apretoncitos en la mano. Todo iba bien.
Giorgionne se puso colorado.
-Sí. En realidad qué vergüenza no haberlo pensado antes. Porque ellos…
-Son humanos.
-Bueno no precisamente.
-Por suerte.
-¿Qué hora será…estarán durmiendo?
-Duermen muy poco… Pero voy a tener que hacer más jugo de macachines.
-Yo te ayudo—dijo Magda.




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miércoles, diciembre 06, 2006

146: Alucinación Colectiva

Fue lo último que dijo antes de enderezar la lámina y treparse otra vez a la tira que enseguida se puso en movimiento como un tren cuyas ventanillas iban pobladas de personajes que, algunos miraban para afuera esperando respuestas de los lectores, otros se daban sonoras piñas y otros por fin arrancaban con los dientes la espoleta de la granada para tirarla en la maldita casamata de las ametralladoras…La última ventanilla iba tapada con el asqueroso letrerito de “continuara”.
Manuel se quedó pensando en su conversación con Kirk. Todo volvía a parecer una joda. Ahora –lo que faltaba!—al abuelo Abelardo se le había fruncido el culo y no quería que él se enterara de que los reyes son los padres. ¿Por qué sería? ¿Tendría el abuelo alguna razón para ocultarle información?
-Técnicamente esto ha sido una alucinación colectiva, –dictaminó Giorgionne mirando en abanico a todos, con el labio inferir adelantado, hasta que su cabeza hizo un repique sobre los hombros como acomodándose por fin en su lugar. –Ahora voy a tener que decir que las alucinaciones no son falsas ideas, sino otro punto de vista para ver la verdad.
Ernesto acompañaba asintiendo calladamente con la cabeza.
Pero Manuel continuaba en su propia línea.
-Tengo que hablar con Abelardo!
-Me queda la duda de que todos hayamos visto lo mismo…?—continuó Giorgionne.
Magda había visto el dibujo de Kirk bajándose de la tira y viniendo a hablar con Manuel. Ernesto lo mismo y también Vittorio. Manuel le miró sin comprender de qué hablaban.
-¡Claro que era el Sargento Kirk! Germán lo mandó para que me trajera un mensaje.
Magda dejó un momento de acariciarle la barriga y por lo bajo replicó.
-Era un dibujo.
-Claro que era un dibujo. El Sargento Kirk siempre fue un dibujo!...Ah, ya se. Ustedes están sorprendidos porque vino un dibujo… Ja ja ja, ustedes están re-locos. Ahora conversan con los dibujos! No. En serio, ustedes no están locos. Lo que vieron es así… Un dibujo no es sólo unas rayas sobre un papel… Un dibujo es… otro mundo con su propia alma.
-¿Estamos en la clase de arte?
-Así lo siento yo. Para mi siempre los dibujos estuvieron vivos…por eso no me sorprende.
Magda se enderezó para preguntar por lo que le inquietaba.
-Pero ahora…¿estamos en otro mundo?
-¡No flaca, no te asustes! Lo que pasa es que, con este asunto de la guerra, los mundos están medio entreverados. Se aprietan entre ellos, uno mete una pata dentro de la zona del otro y una mano en la de otro más, que aparece después a la vuelta, como una nariz llena de mocos ja ja!
Ernesto no se reía. El Sargento ese le había roto todos sus pobres esquemas. Había vivido con la inútil ilusión de ir comprendiendo poco a poco las leyes del universo. Por momentos hasta había creído poseer una mente audaz e innovadora que contendría en el entramado de sus conceptos cualquier fenómeno ocurrido o por ocurrir. ¡Para terminar así! Para que apareciera un día una tira de historieta a reírsele en la cara y demostrarle, sin tomarse ningún trabajo, que todo lo que había creído a lo largo de su empeño, valía menos que un tarro de mierda.

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martes, diciembre 05, 2006

145: Mister Che Germán

--Bueno, pero yo tengo que mostrarte el mensaje que traigo –dijo Kirk, mientras se quitaba la gorra y se la volvía a encasquetar bastante más tirada sobre las cejas.
Arriba de su cabeza se formaron, entonces, cinco globitos apretados uno contra otro y sin llamada hacia ningún lado. El primero decía:”Perdoname Manuel he abusado de tu paciencia. Te prometo no trasladarte más a ningún lado sin tu consentimiento.” El segundo:”Esto me ha costado una dura pelea con tu abuelo, pero ya hemos hecho las paces” . El tercero:"Temí que si te lo decía antes te ibas a asustar mucho, era natural”. El cuarto: Necesitaba un testigo y eras el único adecuado que tenía a mano” Y el quinto: “Lastima que no logro manejar las bolas con la precisión que quisiera” Kirk se quedó mirando el pucho que fumaba a la espera de algún comentario o respuesta. A Manuel más que respuestas le brotaban preguntas que se le aparecían en la conciencia tratando de salir habladas. ¿Qué le quería decir Germán llevándolo a donde estaban los milicos? ¿Qué tenía que ver Bosco en esto y los guijarros del abuelo Abelardo? ¿Los torturadores con la pirámide de luz? Y muchas cosas más que no entendía y que si no se las explicaba Germán, ¿quién se las podría explicar…?
Pero claro, le iba a mandar decir eso nada menos que a Germán Oesterheld y con el Sargento Kirk como mensajero…! Optó por reducir los textos.
--Decile que está bien, pero que por favor me explique qué tienen que ver los milicos de acá con toda esa historia de Dios y el Diablo.
Kirk recupero el movimiento y poniendo cara de macanudo le hizo seña de que esperara. Trepó a la tira, que seguía estacionada enfrente, y llegado allí se agachó de modo que sólo se le veía la espalda que se movía mientras parecía estar buscando algo en el espacio oculto a todo testigo. De pronto de allí mismo brotaron extraños chiflidos y descargas al tiempo que se ponía otra vez de pié pero con unos auriculares como de tanquista, puestos en la cabeza. En la mano derecha sostenía un micrófono de opaco metal gris –parecido a un huevo de plomo—por donde repitió la inquietud de Manuel luego de una serie de letras absurdas dichas como saludo…
--QRX,QRO,QSL…
Parecía contrariado. Le salían expresiones en ingles que iba entreverando con otras en español o en lunfardo.
--No le podés contestar this che Germán!
Se acomodó los auriculares y el cuadrito se corrió para dar lugar a otro en el que Kirk se tapaba la boca y la pera con la otra mano. El rostro se le había poblado de gotitas y los costados de la cabeza emitían pequeñas rayas que denotaban su mal humor. Nuevamente se corrió el cuadro y en el próximo Kirk ya tenía apoyada una mano sobre la línea del marco, como si fuera una ventana abierta por la que se disponía a salir para volver a la rueda…
Los socios de Manuel corrieron sus sillones para que pasara libremente, no fuera cosa de que se enganchara en algo.
--Tu abuelo no deja que te conteste.
--¿Qué…?
--Dice que lo disculpes pero que, por la vieja amistad que lo une a tu abuelo y que viene de recuperar a duras penas, no te puede contestar.
--¿Y vos no me podrías contestar?
--I’m sorry…Es decir no me jodas!
--¿Por qué no me jodas?
--Entendeme! Mister Germán es para mí como un padre…
--¿Y yo qué…?
--Vos recién está llegando.


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