viernes, octubre 30, 2009

753. Sentimientos volubles

Úrum metió la cabeza. Los circunstantes la vieron estirarse y empequeñecerse en una perspectiva exagerada. Y comenzó a correr un tic tac de reloj imaginario... Porque Úrum no movía ninguna parte de su cuerpo redondo, ni temblaba, ni mostraba otra cosa que el mismo grado de expectación que todos salvo que de pronto... ¿qué sería ese sonido que, agudo y desagradable, empezó a trilar en los oídos, o esquirlar, es decir sacarle astillas a los tímpanos??  Venía del cubo, por cierto, de su interior... Enseguida la cola de Úrum hizo un sacudimiento violento al tiempo que este comenzaba a retirar la cabeza de donde la había colocado.
Se sentó en el suelo y resollaba con expresión de haberse salvado de la muerte pòr un pelo. Se podría creer que estuviera extremadamente pálido. Si es que los tucus se ponen pálidos cuando se asustan, O por lo menos...

-¿Qué pasó?- preguntó Manuel.
-Toda mi comunidad ha sido asesinada! - logró  decir el roedor.

 Le dejaron recuperar aliento esperando mayores datos.

Después en impulsos que se interrumpían a cada momento con los mismos chillidos agudos de antes (aunque no tan intensos) explicó que vió algunos de sus amigos moribundos y a otros... a los que no pudo reconocer... ¡cuereados! Sí,. habían sido atacados por una banda de humanos cazadores que les habían descubierto... Aun era peor, pero ya no le salían las palabras.

-¿Peor...?
-Sí...
-¿Cómo peor...?
-En el jardín de Ernesto...
-Qué había en mi jardín?
-Fuego...
-¿Fuego... un incendio?
-No. Fuego debajo de una parrilla! Se los iban a comer!

Manuel se le puso al lado y trató de calmarlo conque no se creyera lo que había visto.

-No parece posible... Allá también es la casa de Ernesto así que... no parece posible que entre así no más una banda...

Pero Úrum, entre sollozos, aseguraba haberlos visto, victoriosos y sanguinarios, riéndose a carcajadas, mientras tomaban alcohol desde el pico de unas botellas que pasaban de mano en mano.

-Y Ernesto,- preguntó Manuel -¿no andaba por ahí?

-Se reían de él -aseguró el tucu.

Porque al parecer se sentían con derechos especiales por encima de la propiedad y se burlaban de Ernesto, al que llamaban maricón porque  en tiempos de tanta hambruna se dejaba llevar por sentimentalismos.

-¿Hambruna?
-Sí, eso dijeron.

Manuel se impuso.

-No, Úrum, te equivocaste de mundo! ¿Acaso en el tuyo había hambre...?
-No, en Lagomar no.... Había pobreza, pero hambre...
-¿Ves? A ver, cuando estabas entrando ¿Se te pasó algún temor por la mente? Algo imaginaste que pudiera suceder, o que temías...o...
-Bueno... Los tucus siempre temimos a los humanos... No a todos, pero...
-Pero siempre está latente ese temor de que algún día...
-Sí... Es una posibilidad... Los sentimientos humanos son tan volubles...!
-¿Y ese temor estuvo en tu mente cuando entrabas al cubo?
-Sí, creo que sí. Pensé que uno nunca sabe con qué se puede encontrar un día de estos.




miércoles, octubre 28, 2009

752. Veinte mil voltios de pensamiento

Fue al cabo de uno diez minutos que el primero se levantó de sobre el pasto. Ernesto Federico de Oliveira e Souza. Acomodó un poco su ropa, e irguiendo la cabeza como un voluntario que se dispone a enfrentar al dragón, comenzó a dar pasos rumbo a la puerta de su casa. El segundo, Manuel. El tercero, Don Miguel. Después los otros, cerrando la fila Bermúdez, quien caminaba detrás del tucu, observando distraídamente el bamboleo de su cola.
Adentro hicieron cola también para bajar la escalerita y reunirse en el apretado espacio libre del sótano, frente al hipercubo que no había sido desconectado de su fuente de poder. Don Miguel lo hizo y extrajo del agujero lateral de la base el largo tubo de plasma. -¿Helio?- Preguntó a Ernesto.

-Helio.
-¿Tensión máxima?
-Veinte mil voltios, aproximadamente.
 
Ernesto estaba abriendo las puertas de lo que había parecido un simple armario y que enseguida mostró en su interior un infierno de cables y  pequeñas luces que se encendían y apagaban en serie.

-¿El suministro eléctrico es seguro...?
-Sí, tengo un generador propio que se encendería automáticamente en caso de corte...
-Bien... Primero hagamos un ensayo de aproximación...

Manuel y Úrum dieron el paso al frente mientras el viejo volvía a levantar la palanca de la llave.
Cuando volvió a enfrentarlos parecía diez años más viejo. Hablaba con voz inaudible, pausadamente como para no agotar las últimas energías. Dijo que prefería iniciar con el señor tucu, porque éste acababa de venir del lugar al que se suponía deberían enfocar el canal de dimensiones expandidas, aunque pudiera ser que el sistema nervioso del señor no funcionara de un modo del todo idéntico al de un humano y... Pero se abstuvo de continuar esa línea. Era necesario que el sujeto tuviese una idea lo más clara posible de cual debía ser su destino. Imaginarselo, verlo con antelación , no sólo como una fotografía, sino además como una vivencia. De alguna manera su mente se debía adelantar a los hechos, generando así la matriz a la que los campos de la máquina se iban a adaptar.
Pidió por último a Úrum que asomara la cabeza, solo la cabeza, por el frente del cubo y la retirara en cuanto tuviese algo para contar, fuera éxito o fuera fracaso.



sábado, octubre 24, 2009

751. Un muerto relativo

Y entonces fue el silencio. Cuando se ha hablado lo suficiente corresponde callar. Ninguna palabra podría agregarle algo a lo consabido y sólo en el silencio de cada cual se preparan las acciones verdaderas.

Sabía Manuel que su vida iba a volver a desparramarse por la anchura del multiverso, como Don Quijote en un mundo que no comprende pero quiere enderezar. No iba a olvidar esta Tierra natal, que recién ahora empezaba a comprender como una más, entre millares, cada una con sus virtudes y sus defectos... No la iba a olvidar, tanto que, por supuesto iba a querer volver de tanto en tanto pero...,  ¡Qué emoción pilotar otra vez las hermosas bolas de cartapesta y derribar a los estúpidos ángeles dorados! ¿Ayudar a extender los territorios liberados del despotismo de los poderosos! ¡Las fiestas populares donde todo el mundo es igual! ¡El trabajo en común! ¡El amor al aire libre!

Don Miguel, en cambio sufría una tremenda batalla interior. Sabía que no le quedaba alternativa. No otra alternativa que ayudar a hacer funcionar el Desarrollador Espacial hasta sus máximas posibilidades, y que para eso, el único camino era implicar toda su capacidad mental y emocional. Justamente lo que se había jurado no intentar nunca más. Debería vencer su horrible miedo a la muerte, a los muertos, a los espíritus... Porque bien sabía que lo que más le aterraba de todo eso era volver a encontrarse con su viejo amigo, ahora muerto. Vivo tal vez, como decía el muchacho, pero muerto. Él le había visto muerto. Pálido y rígido, sin exhalar aire por las narinas. Aunque la muerte se pueda definir como algo relativo. Aunque la vida no sepamos lo que es... Allí tenía el patético retrato de un amigo muerto, detenido fuera del paso del tiempo, separado de su sonora risa y de sus bromas. Inerte. Sumergido en los abismos más oscuros.

Magda comprendió que las cartas estaban echadas. No tuvo dudas, ella también era parte de la historia. Si Manuel cruzaba la frontera de los mundos, ella iría con él.

Dengue hubiera sido incapaz de resistirse. ¿Qué sentido podría tener la vida sin amigos?

La mente de Ernesto comenzó a maquinar planes, provisiones, traslado de elementos hasta su estudio, tal vez tendido de nuevas líneas de corriente eléctrica.

Bermúdez seguía con la mente en blanco.

viernes, octubre 23, 2009

750. La Teoría de Abelardo

-Además debemos devolver esta persona a su mundo...

Todavía Manuel se estaba conteniendo. El respeto que le quedaba por la gente mayor, un poco, pero mucho más porque el viejo había sido el gran amigo de su abuelo.

-Tal vez fuera más conveniente que se quede aquí... Menos peligroso...
-¿Aquí? Este es un mundo que lo trataría como a un animal bruto, o como un payaso, un bicho raro para mostrar en un zoológico. Él no vino por su voluntad, fue atrapado por ese aparato que usted inventó...

Don Miguel sintió la estocada pero en vez de enfrentar la verdad, quiso refugiarse otra vez en la congoja. Sacudía a los lados la cabeza como si tuviese Parkinson, y tragaba saliva tras la aguda nuez de su garganta apenas cubieta por una piel amarillenta.

-Yo no soy responsable, yo...
-Usted se sacó de encima el aparato... No lo destruyó por respeto a su amigo, pero se lo mando a Ernesto que no iba a saber qué hacer con él...
-Me lo había sugerido Abelardo...

Ernesto se dio vuelta hacia la rueda y enfrentó también al anciano con una mirada ya libre de temor.

-¿Por qué a mí? Yo apenas conocí a Goiticoechea. Nunca hablamos de sus experimentos...

Don Miguel exhaló un largo suspiro.
Manuel no quiso aflojar la presión.

-¿Acaso había una razón secreta para eso?

El próximo suspìro fue aun más largo.

-Sería muy largo de explicar, pero... Abelardo tenía una teoría...
-¿Cual...?
-Bueno... Abelardo era anarquista...

Todos asintieron con la cabeza, aún Dengue quién no tenía la más vaga idea de lo que aquello pudiera significar.

-...Y creía que a la larga todos... Que la tendencia de la evolución humana era hacia seres capaces de dominar por completo el egoísmo y... vivir sin necesidad de ningún gobierno por encima de los indivíduos... Pero que ese proceso podría llevar siglos o milenios...
-Sí, ¿y...?
-Bueno... Ahí comenzaba su teoría. Creía que era necesario proveer de poder a aquellos pocos, muy pocos, que ya eran capaces de pensar en el interés de los otros antes que en el propio. Él se creía capaz de reconocer cuales eran esas personas y Ernesto Federico fue el primero que escribió en su lista, el primero de los de acá, ya había escrito el nombre de Germán Oesterheld, el historietista argentino que por último los milicos hicieron desaparecer... y el de Aroldo Conti, un escritor.

Ernesto se sintió emocionado.

-Ahora todo parece encajar. En las pocas veces que conversamos el tema fue siempre el mismo: El Anarquismo como única y perfecta utopía


miércoles, octubre 21, 2009

749. Cosquilleo en los Testículos

A todo esto Ernesto Federico, cansado de esforzarse para escuchar desde lejos lo que Don Miguel contaba, había sacado la cabeza del arbusto y con disimulo avanzado, arrastrándose sobre el pasto, de espaldas y sin levantar la mirada. El doctor Bermúdez le seguía de atrás, por no decir adelante, en alternados momentos con los que empleaba en tomar pequeñas notas en su pequeña libretita. Fueran apuntes sobre la extraña conducta de su paciente, o fueran complicados nombres de específicos farmacéuticos daría lo mismo. La realidad se había separado tanto de los senderos tradicionales que...

-Usted me podría ayudar a hacer una prueba- dijo en un silencio lagunar Manuel.

La expresión del viejo se transformó como la de un niño sorprendido comiéndose el dulce de leche del frasco. To be or not... Una cosa era entusiasmarse con las maravillosas aventuras del pasado y otra... cargar de nuevo con aquellas responsabilidades.

-Es posible que esa máquina precipitara la muerte de tu abuelo...
-No lo creo. Él me lo hubiese dicho...

No dijo, por tramposo, que Abelardo jamás le hubiese contado una cosa así porque... simplemente porque el Abelardo que él había tratado en el otro mundo, no era por supuesto el Abelardo que había fabricado y utilizado el hipercubo. ¿Pero acaso no era completamente lógico que si las múltiples dimensiones existían (y vaya si existían), permitieran no sólo la vida sino cualquier transformación de los cuerpos necesaria para el transporte? Ellos -se refería a los ellos de la tierra 7 (¿era la 7?)- se habían cansado de traspasar dimensiones sin otra consecuencia que un muy agradable cosquilleo en los testículos.

-A mí no me produjo ningún malestar- acotó Úrum

La espalda de Ernesto Federico ya era parte de la rueda. Bermúdez miraba a los que conversaban con innegable aire de sensor, salvo a Úrum, al que ni miraba, ni oía, ni veía, ni hubiese nunca reconocido como algo real. Ja!, ya a él con esas de los hispano parlantes, es decir animales parlantes, es decir... Porque hace mucho que está probado científicamente que los animales no hablan, ni piensan ni sienten otra cosa que no sea hambre o sed


martes, octubre 20, 2009

748. Todas Las Noches

Dengue y Magda pudieron apreciar que a partir de ese momento Don Miguel comenzó a cambiar de actitud y de tono. Tal vez era resignación, pero pareció que la angustia sedía. Aquel rostro de arrugas severas se iba ablandando poco a poco y, al cabo de algunos instantes de silencio, ya comenzaba a volcar la memoria en grupos de palabras adecuadas a cada recuerdo. Tu abuelo- dijo- más que valiente era audaz.- Lo decía con un resto de temor todavía en la frente. Que lo era tanto en lo personal como en lo intelectual. Rara mezcla de aventurero con genio de aquellos capaces de inyectarse la propia sustancia inventada y registrar las taquicardias en una bitácora cronómetro en mano. Tu abuelo...- repitió- Y al volver a decirlo ya lo decía de otra manera.

-...era una persona admirable que no dudaba en asumir los más extremos riesgos...

Levantó entonces los ojos al relumbre de la hipotética llama de la hoguera.

-No sabíamos si aquello pudiera generar radiaciones mortales o retorcimientos dimensionales que pudieran aplastar a un organismo vivo... No lo sabíamos. Lo pusimos en funcionamiento la primera vez y de inmediato me dio instrucciones para que en caso de que su cuerpo mostrara indicios sospechosos, le retirara de allí. Porque lo que hizo de inmediato fue meter la cabeza por el frente del cubo...y
mantenerse allí asomado por un par de minutos. Demasiado tiempo para mis nervios que desde ese momento comenzaron a llenarme de culpa y de arrepentimiento... Después... se hizo rutina. Todas las noches, después del cierre de la farmacia nos reuníamos en el depósito del fondo y encendíamos los interruptores para que el engendro llegara al nivel de energía necesario.

-¿Como lo manejaban?
-Eso fue gradual... Quiero decir, intuitivo...
-¿No formaba parte de la teoría?
-No... Abelardo se fue dando cuenta de que...
-...dependía de lo que pensara?
-¡Eso! Pero.... ¿Cómo lo adivinaste?

Ahora el anciano reía. Parecía rejuvenecer.

-Por eso mismo nunca dejó que yo metiera la cabeza. Decía que con el susto que tenía quién sabe hacia qué séptimo infierno me llevaría el...cubo...El desarrollador dimensional, como le llamábamos.
-¿Y él, que decía ver del otro lado...?
-Al principio poca cosa. Colores y luces que le rodeaban en movimiento, pero luego contó estar viendo un mundo tan idéntico a este que por varios días pensamos que nos habíamos equivocado y que... Bueno, que habíamos inventado, sin querer, una nueva forma de televisión, ja ja... Claro que pronto parecieron las diferencias. Un día vió que un pelotón de soldados armados a guerra volteaba ese portón del frente y ametrallaba a un grupo de gente que en este jardín compartía un asado. Sacó su largo cuello apenas a tiempo para no ser alcanzado por las balas...

jueves, octubre 15, 2009

747. Cuando la Línea Desaparece

-¿Hipercubo...? Ah, sí... Hipercubo... se parece. Viene a ser un hiper...
-Ya sabemos que es un puente que une dos mundos paralelos, pero... ¿Cómo se lo dirige a un lugar determinado...?

En vez de responder don Miguel sacudió su cabeza con pesadumbre durante unos instantes, con la vista otra vez puesta sobre las últimas brazas de aquella fogata virtual. Después levantó la mirada. Tenía los ojos llenos de lágrimas. Casi no le quedaba voz.

-Eso es lo que nunca supe... Tu abuelo creía en una teoría... Yo no lo sé.
-¿Cual era la teoría de mi abuelo?
-Teorías... simples teorías... Nuestra mente es capaz de hacer teorías sobre cualquier cosa. Hay algo que nos impulsa hacia un destino que nosotros ignoramos... Creemos que somos capaces de entender... No entendemos nada.
-Pero alguna vez probaron ese aparato. Además funciona!

Don Miguel levantó la palma de una mano para decir que era necesaria la calma.

-Un aparato de ese tipo... Habría que preguntarse si habiéndolo fabricado seremos capaces de dirigirlo o... ¿no seremos nosotros el aparato que cumple con rigurosas instrucciones? Piénsalo.. Más allá del tiempo... Sé que sos un muchacho inteligente. No importa el orden entre la causa y el efecto. No importa el orden temporal. Ese aparato necesitaba que nosotros lo fabricáramos. Me contaste que estuviste en otra Tierra a la que quisieras volver, bueno... En este mundo no existen medios para hacer viajes intersimensionales. No existían hasta hace un par de días... ¿Puedo asegurar yo que mis recuerdos son reales cuando recuerdo las noches sin dormir que pasamos con tu abuelo para fabricar ese engendro? -mostró un dedo índice con un evidente corte cicatrizado a lo largo de dos falanges- ¿Esta cicatriz, que recuerdo habérmela producido al quebrarse uno de los vidrios... ¿la tendría en ese lugar hace por ejemplo tres días...? ¿O la necesidad de que tengas a tu disposición un vehículo adecuado, a creado en mi los recuerdos e incluso hasta esta cicatriz?

Manuel al sentirse conmovido por la angustia del anciano apoyó una palma sobre su hombro.

-No crea que no lo haya pensado. He dudado hasta de mi misma existencia...
-Eso, muchacho. No puede uno dudar de su propia existencia pero sí... dudar sobre lo que simpre había pensado al respecto. Uno existía a lo largo de la línea del tiempo... hasta que de pronto la línea parece desaparecer y queda sólo la existencia...
-Ocurre que uno existe. Y mientras existe hace y hasta cree que hace bien... ¿Qué otra opción hay...?



martes, octubre 13, 2009

746. La Merda del Otro Mundo

Tampoco se le escapaba a Manuel que el anciano estaba tratando de escurrir el bulto planteando banales disputas futbolísticas. Le trajo de nuevo al redil con la explicación de que lo que había estado intentando Ernesto antes de enloquecerse de miedo por su probable locura, era justamente que alguien le explicara para qué cosa habría sido fabricado el extraño aparato y, además, cómo se podría controlar su funcionamiento.

-Ahora deberíamos devolver al señor tucu tucu a su mundo y rescatar a Ernesto del estado en que por su culpa ha caído...
-Por mí no hay apuro- dijo el tucu, y agregó- Debería presentarme. Me llamo Úrum Púlum.

Manuel seguía mirando al anciano.

-Le escuchamos...

Don Miguel se encogió sobre su propio pecho, como se encogen los arrieros alrededor del pequeño fuego en las noches de invierno. Hasta su cara cambiaba al relumbre de viejos fuegos hoy ya apagados pero que en la memoria guardaba brasas encendidas que se habían salvado del desamparo. Quiso hacer imposibles dibujos con un dedo entre los pastos, como si fueran arenas que se pudieran aplanar para que todo volviera al escenario primero, aquel de los años fervorosos cuando las ideas levantaban vuelo y de una plumada repintaban el paisaje del universo.

-Éramos muy jóvenes...y soberbios... Juntamos tres o cuatro ideas sorprendentes, proyectamos sus consecuencias más probables y... por una maldita casualidad, obtuvimos inmediatos resultados en temas en que otros, respaldados por inmensos laboratorios, fracasaban estrepitosamente. Pero no estábamos preparados... al menos yo no lo estaba. Mi ego se hipertrofió envenenado de vanidad. Comprendí desde un primer momento -miró tristemente a Manuel- supongo que tu abuelo distaba de esos pensamientos... pero yo lo comprendí... Lo que teníamos entre manos era equivalente a un enorme poder. Podíamos cambiar la realidad, eso creí. Lo creí hasta tal punto que... Pero eso no es lo que importa. Lo que importa es que los dos queríamos inventar... Tal vez pueda sonar hasta ridículo, pero lo que de verdad búscábamos era una arma nueva. Algo que no se pareciera a nada nunca visto y que produjese efectos tan desconsertantes que se terminaran atribuyendo tal vez a fenómenos naturales, o a misteriosas flucctuaciones del azar. Algo de apariencia insignificante pero que dirigida hacia un escenario determinado, alterara de manera dramática las leyes de la física para ese area. Sin querer descubrimos... o mejor perforamos la barrera de las dimensiones, al principio... Claro, nos llegaban pequeños trozos de realidades exóticas, apenas una sucesión de números o restos de alguna sustancia cuya presencia en los aparatos era imposible. Un día pescamos una palabra entera, posiblemente portuguesa. Merda. Otro día transformamos los números en sonido y escuchamos una hermosa música que producía una inquietante excitación... Nos olvidamos del arma que queríamos inventar. Ahora la revolución la íbamos a hacer obteniendo elementos de otros mundos, hasta tal vez aliados, si es que allá habían seres que amaran la libertad, libertarios, anarquistas como nosotros...
-Bien... Pero el hipercubo, ¿como se maneja?

domingo, octubre 11, 2009

745. El prejuicio del Progreso

De pronto Manuel se lanzó al ruedo detrás de una premonición que se le escapaba corriendo:

-Y el aparato ese se lo mandó a Ernesto para sacárselo de encima, no?
-¿Aparato...? Don Miguel se había puesto no ya colorado, sino amoratado.
-Aparato para pasar al otro lado, sí. Ernesto le llamó hipercubo...
-No, Bueno... No se de que aparato me...
-Sabe sí. Sabe bien de lo que le estoy hablando... Ernesto dejó el hipercubo en funcionamiento mientras esperaba que usted viniera... el puente se mantuvo abierto, este señor tucu tucu encontró el otro extremo y apareció sin saber que había cambiado de mundo...

La mirada de Don Miguel adquiría expresión implorante.

-... saludó a Ernesto, en español, que es el idioma de la comunidad de tucu tucus gigantes y mutantes de esa parte de la tierra paralela...
-...mutantes...?
-...Idioma que aprendieron en pocos años escuchando hablar a los humanos desde debajo del piso...
-... entonces no es un carpincho...el... señor?
-...al mismo tiempo que inventaban una comunidad social sin gobernantes, una anarquía perfecta que funciona mejor que cualquier sistema humano...
-...en pocos años...? ¿aprendieron? ¿por qué en pocos años... decís?
-Porque son mutantes. Su especie apareció por pura casualidad, a partir de unos tucu tucus  irradiados experimentalmente en la Facultad de Ciencias...
-¿No lo estarás ofendiendo...?
-No lo creo. Ellos son unos seres sumamente inteligentes, despojados de prejuicios.
-Bueno, tal vez exageres. Su capacidad craneana...
-No tiene nada que ver. Pero si no me cree juéguele un partido de ajedrez.
-Andan todavía sin ropas...

Manuel iba a seguir contestando pero el tucu tucu encaró su mirada con la del farmacéutico.

-No necesitamos ropas señor. Aún no hemos perdido nuestro pelos y es posible que nunca los perdamos mientras sigamos viviendo en nuestro entorno natural, las galerías subterráneas.
-¿Pero, si es que son tan inteligentes, por qué no se han rodeado de comodidades y aparatos electrónicos como nosotros?
-Tal vez porque no tenemos tan desarrollado el sentido práctico de ustedes que  nos parece una exagerada tendencia a la lucha competitiva.
-Bueno, nos rodeamos de un entorno más placentero...
-Mire... Nosotros no tuvimos que luchar y aniquilar especies para sobrevivir. Nos maravillamos de que fuesémos una posibilidad de existencia que logró el acceso a la realidad. Nos maravillamos de la infinita complejidad de la naturaleza y del universo y, especialmente de que nuestro pensamiento sea capaz de comprender esas maravillas.
-Pero no han de tener una verdadera ciencia... Sin aparatos ni laboratorios...
-Primero aprendimos escuchándolos a ustedes, luego nos dimos cuenta de cuales eran las motivaciones de los humanos, sus herramientas y... sus limitaciones...
-¿Limitaciones...? ¿Cuales son nuestras limitaciones... según ustedes?
-Los prejuicios. Los prejuicios, que son al mismo tiempo la principal herramienta humana para avanzar. Si fueran más amantes de la verdad no actuarían tan ciegamente. Ustedes creen que el progreso es necesario e inevitable. No lo analizan, es un dogma, un prejuicio. Pero no advierten que están destruyendo todo a su paso. Y cuando lo advierten siguen, aunque doloridos, a veces, siguen, porque no logran frenar la máquina de sus prejuicios. No logran manejarse con pensamientos libres. Aprendieron en la lucha por la supervivencia que los juicios cortos y contundentes son más prácticos... Pero a la larga...




sábado, octubre 10, 2009

744. Saludo y Alarido

Miró entonces al muchachito Manuel ese, y vio que con total naturalidad estaba interrogando al animal para saber si por casualidad conocía a un tal Trum Urum, o cosa así. Con la oreja de ese lado sintió que aquella voz un tanto cavernosa contestaba clarísimas palabras aunque con ese acento conque hablan los gitanos. -Naturalmente, es mi mejor amigo- dijo. Y no pudo don Miguel jurar que al decirlo el animal sonriera, simplemente porque no tenía la menor idea de como podría ser una sonrisa de carpincho, además de que no le estaba mirando, pero... digamos, por el tono de voz, por algo que se percibía aquella voz estaba llena de la misma contentura que se veía en la cara de Manuel. Porque Manuel... bueno, a continuación lo que hizo fue sentarse en el pasto frente al animal, y el animal también! El animal plegó sus cortas patas traseras casi enteramente dentro de su pelaje hirsuto y se acomodó muy horondo sobre el trasero, dejando relucir hacia adelante un hermoso y brillante para de incisivos. ¡Toda una escena... que por extraña que pareciera, y tal vez especialmente por eso, Don Miguel no estaba dispuesto a perderse!
Se sentó entonces también sobre el pasto, a un costado de los otros, dispuesto a no perderse detalle. A su lado vinieron en seguida, la muchacha y el morochito que habían estado parados por el jardín, en silencio, mientras unos metros más allá el doctor Bermúdez pugnaba ahora por sacar a Ernesto Federico de adentro del arbusto, sin demasiados resultados.

-¿Cómo lograste pasar para acá?, preguntó Manuel

El carpincho pareció atorarse con la primera respuesta que le vino, pero enseguida acomodó su voz y explicó que no había venido o pasado por su propia voluntad, sino que merodeando por las galerías, como solían hacer los de su especie en los ratos libres que no empleaban en hacer circular las noticias, ni en retozar al aire libre, ni en enamorar a las tucutucas todavía solteras, ni en comer raices, ni en dormir, ni en tantas otras cosas en las que se puede emplear el tiempo sin holgasanear... Estaba entonces en eso cuando vio en un rincón oscuro una zona menos oscura que parecía conducir hacia un camino o galería nueva, que nunca había visto. La curiosidad había hecho el resto, es decir empujar sus pasos a lo largo de aquel camino que a poco de avanzar se había ido llenando de imágenes y reflejos absolutamente desconcertantes hasta llegar a un máximo que de golpe se ordenó con el aspecto de una habitación humana en la que un hombre enteramente idéntico al que siempre había vivido ensima de todas las galerías de su comunidad. Un hombre inteligente y generoso que nunca había tenido problemas en compartir el espacio subterráneo de su casa con el pueblo tucu tucu. Tal era el parecido que, ni bien pudo reconocer sus facciones, lo que había hecho era saludarle como siempre. "¿Como le va Ernesto Federico?" Con el sorprendente resultado de que el humano lanzara un alarido de terror y corriera escaleras arriba de aquel lugar que resultaba ser apenas el pequeño sótano de una casa enteramente similar a la de su patria salvo en un detalle. Este terreno parecía ser macizo.

-¡Mundos paralelos! -Exclamó don Miguel ya sin poder contenerse.
-Eso parece-, contestó el animal, dirigiendo ahora su hocico hacia el farmacéutico.
-Claro, claro que es eso... -exclamó a continuación y se ruborizó completamente cuando vió con qué cara zocarrona le estaba contemplando Manuel.
-...Perdoname, muchacho, es cierto... nosotros, con tu abuelo trabajamos mucho en esto, pero... Muerto Abelardo... Yo me acobardé... Siempre tube la duda de si su muerte no estaba relacionada con los experimentos que habíamos hecho...

martes, octubre 06, 2009

743. El Bicho

A todo esto Don Miguel Azpitarte estacionaba su autito azul desteñido frente a Los Dogones y, viendo que el portón estaba abierto de par en par, ya se bajaba y comenzaba a traspasar el umbral con decididos pasos... al principio. Porque al levantar la vista hacia el interior de aquel hermoso jardín comenzaba a tener sentimientos confusos sobre lo que sus cansados ojos le querían hacer creer que estaban viendo. El paso se le estaba frenando y las manos instintivamente se le elevaron a recoger los lentes para limpiar los cristales con el pañuelo y volverlos a su lugar, pretendiendo que ya no vería el mismo silencioso escenario de esas personas estáticas acá y allá y aquel pequeño grupo escultórico, compuesto por alguien muy parecido a Eleuterio Bermúdez, el neurólogo y psiquiatra, sentado de piernas abiertas sobre el césped, y una persona puesta a gatas sobre el suelo y con la cabeza dentro de un arbusto, tal vez buscando allí alguna ruta de hormigas.
Se detuvo. Ahora estaba reconociendo en el agachado a su amigo Ernesto Federico de Oliveira e Souza, pero... había algo sumamente extraño en todo el conjunto, se diría... O se podría suponer que... momentos antes de su llegada habría sucedido algo grave... Esas actitudes expectantes, ese silencio macizo que ni las hojas de los altos álamos se atrevían a desafiar con el menor susurro, ni el ladrido de lejanos perros, ni... Pero además... Ahora, allá por la puerta del corredor de la casa estaba viniendo y bajando ya los escalones un carpincho guacho que quién sabe de qué jaula se habría escapado. Un carpincho de pelambre reluciente, casi anaranjada bajo la luz directa del sol, y nada esquivo, puesto que decididamente de venía dirigiendo a los dos de la escena en el pasto. ¡Qué animal más hermoso!

Ahora todos se ponían en movimiento. Corrían varios con aparentes intenciones de atrapar al animal, que sin embargo... No era atrapado, ni molestado en su avance! Es más. Cada vez que lo tenían al alcance de las manos...Parecían temerle pues reculaban y apenas querían detenerle con voces, con extrañas voces...

Don Miguel se apresuró a acercarse para ayudar, pero una vez que estuvo cara a cara sintió lo mismo que los otros.¡El bicho estaba hablando con Manuel, el nieto de Abelardo! ¡El bicho estaba hablando!

lunes, octubre 05, 2009

742. Geometría Descriptiva

Un razonamiento elemental le decía que si ves aparecer un carpincho de la nada, especialmente si  el animal, aparte de mirarte a los ojos te saluda en perfecto castellano... estás loco. Completa y rematadamente loco. Por lo tanto... Y aunque el otrora amigo Bermúdez, porque como amigo le estaba tratando de tranquilizar, dijera las cosas consabidas que nunca se creen, supuestamente objetivas, sin dejarse impresionar por las apariencias.. Otrora amigo, sí, porque a partir de esto... ¿Cuantos y cuales de sus antiguos amigos tardarían más de veinticuatro horas en aconsejar su internación, lisa y llana, en el manicomio más cercano? Y abandonarlo allí entre iguales, napoleones y sabios, ángeles, profetas y hasta peligrosos asesinos seriales... Debía ser una cosa genética, sí, seguro... Porque su madre primero y también su padre... Aunque fueran locuras distintas... de alguna manera se habrían sumado, volviéndose una tendencia incontenible.

Pero el doctor Bermúdez volvía a insistir.

-A ver Ernesto... Contame con calma lo que te ha ocurrido... Por favor, sacá un poco la cabeza de ahí y contame...

No, él no quería volver a ver nada del mundo. Porque el mundo seguramente se iba a transformar ante sus ojos y... ¡Ah! Otra vez le venía la idea, la idea que no debía pensar, que no debía. ¡No! No debía pensar que el animal...No, no debía pensar, no pensar más que en no pensar. Pensar solo en no pensar. Pensar un no pensamiento, vacío, una luz, ni tampoco una luz, porque la luz, ilumina y uno puede llegar a ver. Mejor no luz, mejor oscuridad y no pensar, pero tampoco oscuridad, porque en la oscuridad ¡No! ¡No!

-¡No! ¡No! Te digo que no. No me vas a hacer pensar. Ni sacar la cabeza de aquí. Eso es, que no me la vas a hacer sacar.. -gritaba- ...Nunca! Nunca más voy a sacar la cabeza de acá, ni voy a mirar para ningún lado, ni me vas a hacer hablar de otra cosa que no sea que yo nunca voy a sacar la cabeza de aquí!!!!
-Bueno contame desde ahí, entonces...
-Que no te he dicho! Porque yo no he visto nada, ni me ha pasado nada, aparte de que no quiero sacar la cabeza de acá. Y siendo como soy una persona mayor de edad puedo hacer lo que se me antoje, como quedarme todo el tiempo con la cabeza metida en este arbusto y no contestar más preguntas que las que a mi se me antoje... por muy doctor que vos seas y muchas preguntas que me quieras hacer. Eso es, aunque no es que me moleste, sino que... Hasta me gusta que preguntes cosas, a ver... cosas difíciles, me podrías preguntar si es que te empeñas a quedarte ahí, por ejemplo... ¿Podrías preguntarme algo verdaderamente difícil?
-¿Preguntarte algo difícil...? ¿Como qué...?
-Un teorema, por ejemplo, de esos que uno estudió en el liceo y enseguida se olvidó. De esos de geometría con letras A, B, C, para los ángulos y otras minúsculas, a, b, c para los lados de la figura en la que uno tiene que demostrar alguna propiedad extraordinaria, que se cumple sólo cuando entre esos datos a su vez se cumple otra particular relación matemática, o espacial, o lógica... no se si me entendés....
-Y eso está relacionado con la causa de tus temores..?
-¡No! No me hables de temores. Yo no tengo ningún temor. No existen los temores. No existen. Hablame de geometría, por favor. ¿Me podés hacer preguntas sobre Geometría Descriptiva?

viernes, octubre 02, 2009

741. Meditación y Emergencia

Caminando y caminando habían llegado frente al parador del Pichi. Ya era hora de que Magda se ocupara de su nuevo trabajo al frente de las cinco computadoras del pequeño ciber-café. Pichi les vio venir y salió al encuentro, Rulo siguió su camino.

Fueron hasta detrás del pequeño mostrador que oficiaba de comando. Magda arrimó otra silla para que Manuel se sentara a su lado Iba a darle las instrucciones elementales sobre el tema.

-Esta es la barra de direcciones. Aquí se escriben las direcciones de los lugares que querés visitar...
-¿Lugares...?
-Sitios de Internet... Como si fueran diarios o estaciones de radio, pero en la pantalla...
-¿Y qué puedo hacer con eso...?
-Muchas cosas. Mirá, te voy a llevar a un lugar dónde podés escribir historias y hacerlas circular por todo el mundo.

Manuel vio que en aquel renglón vacío se formaba la palabra blogger, y que enseguida se aparecía una lista de resultados que empezaba con:

Blogger: Crea tu blog gratuito.

Blogger es una herramienta de publicación de blogs gratuita de Google para compartir con facilidad tus pensamientos con el mundo.
https://www.blogger.com/start?hl=es - En caché - Similares -

Le pareció nuevamente maravilloso. Recordaba sí, que en la otra Tierra habían andado en esas mismas cosas pero... Hasta ahora no se había preguntado en serio si tendría deseos de escribir una historia... Su historia... La historia que pugnaba en todo momento por reventar de sus labios afuera. Aquella historia que nunca había terminado de sentir como enteramente propia, elegida voluntariamente... buscada... La historia en la que se había visto involucrado. Empujado a entrar... Tal vez por su abuelo y Germán... No lo sabía. No, todavía era incapaz de sacar una conclusión, pero... Fuerza era confesárselo... Ahora, no podía sentir su vida como su vida... Su verdadera vida había quedado allá, prendada de las comunas anarquistas, de las luchas continentales, de las intrigas cósmicas. ¿Cómo explicar aquí y ahora, a sus amigos, lo que se siente cuando se levanta vuelo en una bola de papel y engrudo y se enfila a presentar desigual batalla a las huestes de los malditos ángeles dorados? Lo que es rehuir el impacto de las oraciones mayores desapareciendo del espacio hacia la nulidad del punto? Lo qué, sostenerle la mirada al rey de las tinieblas, hablar con el hippy Jesús o enviarse mensajes por intermedio de un Sargento Kirk de dos dimensiones?

-Manuel!

Magda, en medio de sus meditaciones había estado contestando una llamada.

-A Ernesto le pasa algo grave, llamó Dengue. ¡Dice que grita desesperado! ¿Vamos...?

Pidieron bicicletas prestadas y llegaron al portón junto con Vittorio Giorgionne y el Dr. Bermúdez que bajaban de un ambulancia sin sirena. Dengue abrió desde adentro, y al abrir vieron todos pasar a Ernesto a toda cartrera e incrustar su cabeza dentro de un seto casi perfectamente esférico, de los que adornaban el jardín. Sin duda lo que se sentía vibrar en el aire eran sus llantos. Desgarrados y agrios llantos de una mente desquiciada. Fueron a rescatarle, sacarle, apiadarse de él, hablarle pausada y serenamente, apoyar manos sobre sus hombros...

Al cabo dejó de sollozar, levantó desinflados ojos de animal muerto hacia el médico y pronunció su propio epitafio:

-Me he vuelto loco, doctor.