lunes, diciembre 01, 2008

632. Un Peso Pal Vino

Salieron a las diez, juntos. No que nadie supusiera que él sujeto del experimento fuera incapaz de manejarse por sí mismo, sino una acción simplemente solidaria de parte de la flaca, amorosamente impensada y a la vez ansiosa. No se han encontrado registros que indiquen la composición del desayuno previo, como así tampoco de que sus estómagos fuesen emitiendo ruiditos al caminar las calles rumbo a la policlínica. Pero de cierto se sabe que a las pocas cuadras, es decir antes de pasar frente al boliche de Luque, como un espectro desnutrido se cruzó en el camino el Dengue, más ausente que presente, flotando en una atmósfera de nada. Era el mismo, por cierto, que había adquirido allá, fama de instructor de vuelo y reconocimiento por las perfectas trenzas de 32 confecionadas con las tiras de plástico alrededor de los núcleos de alambre de acero. Ahora y acá, retorcido manojo de tendones flacos adheridos a los poco que de sus huesos quedaba.

-¡Dengue!

Después de varios segundos de desconcierto vino la respuesta.

-¡Manuel! ¡Valor!...¿Sale un peso pal vino?

Enseguida la advertencia de no ser el mismo Dengue que él recordaba y de no ser él el amigo que acababa de reconocer este pobre despojo que así tan de golpe se le acababa de presentar.

-Vos no me podés fallar, Manuel, amigo... Yo soy el Dengue... ¿te acordás de mí...?
-Claro que me acuerdo, Dengue. ¿Cómo no me voy a acordar...! Pero estás mal... ¿Qué te anda pasando?
-Que no tengo un mango, ja, que va a ser?
-¿No estás comiendo nada?

La flaca estiró su pescuezo para llevar los labios junto a su oreja.

-Pasta base -dijo.
-Pasta base -repitió Manuel sin llegar a entender todavía el significado de esas palabras.
-Es lo que hay, valor -respondió el Dengue con esa misma sonrisa que bien podría ser vista como una despedida.
Después se arrolló sobre el balastro de la calle y agregó con un resto de voz.

-Dame lo que tengas. No quiero pedirle a mi tío.

Era el blanco flash de aquella historia que volvía doliendo como una sorpresiva puñalada que abriera el abdomen de cualquier ser vivo. La pasta base y la historia del Dengue entre los baldes de sobras para los chanchos y los tíos depravados que no sólo le explotaban... La mierda humana ensañada con la más debil de las criaturas que ahora solo pretendía morir miserablemente pero aun así con una pizca de dignidad.

-Venite a mi casa... Dejá esa porquería...
-No... Ya es tarde... Tirame un mango

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