sábado, noviembre 22, 2008

629. ALUCINACIÓN (otra)

Miró Manuel de soslayo a Magdalena, y a Rulo más de frente, para ver que éste no se tragaba lo de que le hubiese contado. Tal vez porque no fuera posible que ella supiese lo que él, de puro imprudente, acababa de lanzar. Pero es que acaso les iba a seguir el juego de suponer que en realidad pertenecía por entero a este mundo? (como al parecer estaría pretendiendo hacerle creer ella... al tanto entonces de que eso no era así?)

-Lo adiviné, primo. ¿No es ese milico que tiene una agencia de seguridad, una cuatro por cuatro marca Cherokee color bordeaux y una mujer bastante tetona?
-...azul metalizado...
-Nos va a pedir que arreglemos el jardín pero especialmente que le pintemos la casa que acaba de comprar, allá al fondo de Becú en la proa, y que veamos si podemos eliminar unas manchas de humedad que aparecen en algunas paredes y que no te engañes conque pueda ser la bajada del tanque. Están todas la cañerías podridas.
-¿Pero... vos hace dos semanas que estabas inconciente...?
-Ja, no creas en las apariencias. Mientras uno parece estar inconciente, por otro lado puede andar recorriendo el mundo.

Todos se miraron junto con al bajada de párpados de la nueva flaca, que así venía a decirles del estado lamentable en que había quedado su mente, luego del accidente que había padecido en el baño de su casa y que sin embargo no le había dejado ninguna señal física de violencia. Rulo adoptó un tono más serio y paternal.

-Te mandaron tomar muchos remedios?
-No. ninguno. Dijo el médico que es un caso en un millón que se da entre personas perfectamente sanas que de pronto se ponen a sintonizar un canal que ninguno de los otros pueden ver... O al revés... Porque creo que es ahora, en este momento, que estoy padeciendo una especie de alucinación.
-Le dieron pase para un psicólogo...

Comprendió Manuel que otra vez se producía el entendimiento tácito entre todos de seguirle la corriente como si fuera loco, pero esta vez le pareció muy divertido darle paso a las fieras, por decir escándalo a los cuerdos, locura en fin, que no fuera más que la pura y loca verdad.

-Si, con el licenciado Vittorio Giorgionne, el mismo que cuando se me vino el auto rojo encima allá en Buenos Aires, es decir en esta misma casa el día que me habían invitado a almorzar. Te acordás Julieta del salto que dí por encima de la mesa?

Silencio.

-Claro que igual que aquella vez va a ser fácil convencerlo de que no soy yo en que está loco, sino la realidad. Tal vez ustedes todavía no se han dado cuenta, pero cuando vean llegar a mi padre volando en su bola de papel de diario, a buscarme, y vean qué grande y feo que es y le escuchen reír con esa risa tan graciosa que tiene... Para mejor se llama Mandinga. No que se se llame, sino que es no más el verdadero Mandinga, ese tan famoso de los versos gauchescos... Bueno, mi padre. Cuando puedan ser testigos de esas cosas y otras que ya van a suceder, entonces van a estar de acuerdo conmigo en que la realidad es una completa locura. Ja ja.

Silencio.

-Claro que yo no soy el Manuel que ustedes conocían de antes. Ese y yo hemos sido intercambiados, todavía no sé por cual causa, voluntaria o accidental... Pero todo lo va a aclarar mi padre cuando venga un día de estos. Puede demorar un poco porque, a pesar de que es muy hábil para orientarse entre miles de mundos paralelos, casi iguales entre sí, él no sé cómo hace pero termina por encontrarme... Tal vez cuando aparezca venga con el otro Manuel, el que ustedes conocían de antes, que ahora va a venir bastante asustado y hablando cosas más locas que estas que yo apenas les digo como para ponerlos sobre aviso.

Julieta casi sin disimulo llevó a Magdalena para la cocina.

-Te quería pedir, primo que me des mi parte del dinero de esos trabajos que ha hecho mi tocayo. No va a ser robo que lo gaste en mantenerme vivo, ya que él ha de estar en este momento comiendo en mi lugar allá donde está, que es donde yo debería estar, no sé si se comprende...

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