Se le presentaba la duda a Manuel sobre si él y Magdalena estarían viviendo juntos. No se le ocurría la manera de preguntarle sin que sonara demasiado raro. Natural que siendo él de otro mundo y ella de acá, no lo supiera y, aunque pudiera parecer gracioso de golpe se estaba poniendo tímido, cohibido por esta hermana gemela de la flaca que en definitiva no le estaba creyendo un carajo de todo lo que había explicado sobre los viajes por los mundos paralelos y la necesaria certeza que él tenía, de que otro Manuel, el que sí sabía si vivían en pareja con ella, debería andar perdido por ahí tratando de volver otra vez a su nido. No era que no le atrajera la idea, sino que se sentía bastante extrapolado cada vez que pensaba que ella era otra, íntimamente relacionada con la otra, como una hermana, o la amiga más amiga aun sin conocerse. Y él... una especie de intruso que venía a traicionarse a sí mismo, como ya le había pasado en otra oportunidad pero a causa de una situación mucho más confusa. No quería, ni se detenía a pensar la razón de las dudas en un sentido ético. Si pudiera ser considerado culpable o no. Le ocurría en cambio que se sentía incómodo en el papel de engañador. Si al menos ella le creyese por un momento que él no era el Manuel que ella conocía... y si aun así quisiera seguir la vida que pudiera haber estado llevando con el otro... Ah, porque lo que es besar...besaba tan bien como la verdadera flaca!
-¿Volvemos para casa...?
-Sí. pero antes debemos comprar comida. el doctor me ha dado una dieta que tenés que seguir. Estás muy débil...
-No tengo un peso en los bolsillos.
-Ya lo sé. Pero Rulo tiene plata para vos que cobró del último trabajo que hicieron.
Era el dinero del otro. No podía de ninguna manera comerse la plata del otro y encima... capaz... y apropiarse de su casa y de su ropa. ¡Que situación de mierda!
-Vení, Rulo a esta hora ha de estar de vuelta... si no se fue al hospital a verte. Me olvidé de mandarle un mensaje... Ja, mejor dicho me quedé sin tarjeta.
-Y vos... ¿Has estado sin trabajar por cuidarme...?
-Mirá allá está la moto, qué suerte!
Iban llegando a la casita cuando salió Julieta a recibirles. Sin querer Manuel corrió hacia ella como si fuera al encuentro de la verdadera Julieta, con su manera tan particular de caminar que le hacía siempre resaltar lo bien proporcionadas que tenía la caderas y los senos y la elasticidad de todo su cuerpo.
-Manuel, qué suerte que ya estés bien. Rulo fue hasta ahí, ya viene...
-Y Lucila...? ...Ah... digo...
-¿Qué?
Juleta se había puesto espantosamente pálida. y Manuel al notarlo y buscar en aquella figura el embarazo que debería tener a esa altura de ese año, sintió que el suelo se le hundía en la impresión de tal vez haber dicho algo terriblemente hiriente. Julieta no estaba embarazada, no tenía rasgos de haber recientemente sido madre, parecía al borde de un desmayo.
-Perdón. Todavía estoy confuso.
-No es nada... Vengan, vamos a tomar unos mates adentro...
Rulo tiró los paquetes sobre la mesa tropezando por abrazarse con Manuel al tiempo que gritaba bromas sobre la fingida enfermedad de su primo. Hijo de puta y esas cosas. La cantidad de trabajo nuevo que estaba apareciendo. Hasta uno de un milico con guita, que parecía querer que le reparen todas las cañerías de una casa que acababa de comprar y se la pinten.
-¿Qué te parece, eh?
-¿Ferrari se llama...?
-Sï. ¿Pero cómo lo sabés...?
Magdalena intervino.
-Yo se lo conté...
Rulo la miró confundido.
1 comentario:
y cómo saber si no era el que decía o pensaba ser, y si los de su lado eran los que no pensaba que pudieran ser...muy buena historia, como siempre...saludos bosco.
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