Pasó en espera un lapso de tiempo indefinido. No sentía los latidos del corazón ni tenía forma de tensar los músculos para obligarlo a latir fuerte. No sabía dónde fijar la atención para buscarlo. Un tiempo algodonoso, informe.. y sin embargo creía estar sabiendo algunas cosas como que... En primer lugar que estaba vivo y en segundo que estaba acostado. Por nada. Por ningún dato de los sentidos. Por ninguna sensación corporal o espacial, simplemente... porque creía estar acostado sobre una cama, en algún lugar real y en la cercanía de una mujer que poseía una voz, la que en algún momento había oído repetir la palabra que su mente pronunciaba, una voz... íntimamente conocida. ¿Qué sería esto? Cual ese lugar donde se encontraba horizontal e insensible bajo la protección... Sí, bajo el cuidado de esa voz!
¿Como y por qué habría llegado hasta allí...? No podía recordar nada. Recordaba sí, por supuesto, llamarse Manuel y una casa... una pequeña casa de paredes blanqueadas sobre la que la luz del sol dibujaba acuáticos reflejos al pasar entre las hojas del álamo. Del álamo... Ese álamo que volvía a ver como visto desde una cuadra de distancia... y después mirado desde abajo, sus ramas plateadas y ese constante vibrar de las hojas, como gotas de agua sobre un techo de cinc... Creía conocerlo, como se conoce al perro que todos los días nos mueve la cola. Quizá ese era su álamo y esa, la que recordaba apenas bajo la sombra, su casa...
-Manuel, ¿me oís...?
¡Otra vez la voz! Sí, es esa misma voz que... De antes...
En el sobrecogimiento acababa de sentir el calor de su propio cuerpo sin percatarse de ello, tal era la emoción. Pero enseguida sus imaginarios pies comenzaron a girar como la aguja de una brújula desconcertada hacia todos los derroteros posibles en el espacio. Recuperaba el espacio pero en desconcierto. Por momentos creía estar cabeza abajo, por momentos al revés... colgado, ¡qué extraño! desde los ojos, con un rayo de luz que le taladrara el cerebro. ¡Debía responder! No fuera que la voz callara o que se fuera!¿Pero cómo? Todavía lo poco que sentía le era externo. Datos que confusamente le llegaban, que confusamente trataba de interpretar... Esa cosa por ejemplo, que sentía ahora, calor tal vez, o rozamiento... ¿dolor? ¿sería eso lo que su mente decía conocer como dolor? Era en la parte frontal, eso redondo y extenso que... ¿O acaso simplemente la sensación del color rojo? Porque... No recordaba como era que se sentía el color rojo... los colores.... El había vivido en un lugar lleno de colores y de luz pero.... No podía recordarlos aunque, por alguna razón extraña ahora se le había ocurrido pensar que eso que estaba sintiendo podría ser precisamente el rojo. Un color rojo que por cierto le agradaba, mucho... y que... ¡No no era un color, era un calor, una tibieza bah, recontraagradable que le llenaba de felicidad! ¡Sí, ahora sabía que eso era la felicidad! Lo que estaba sintiendo con respecto a ese calor que allí adelante amorosamente se había acercado a su ser. ¡Eran labios! ¡Eso era un beso! ¡La voz de la mujer le estaba besando sobre sus propios labios!
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