Rulo extrajo billetes de su bolsillo y liquidó los mencionados haberes sin chistar otra cosa que el consejo de que se tomara unos días todavía de descanso, no fuera que el trabajo le pudiera reavivar ese problema que le había dejado K.O. durante los últimos quince días. Si le parecía, mientras él se pusiera en contacto con el tipo ese y arreglara los detalles. También que podría ser importante no olvidar la cita con ese psicólogo, por lo que fuera, considerando que lo que le había pasado no era cosa común.
Manuel le propuso tranquilidad al respecto, que se encargara no más del negocio, que no le mirara demasiado el escote a la esposa del tipo y que si se ponía a revisar las rutas de la humedad por las paredes, tuviera especial cuidado en no apoyarse en la alacena que colgaba de la pared de la cocina.
-En cuanto le hagas fuerza se te cae encima y vos con ella arriba de esa señora que anda con muchas ganas de sentir algo. El marido es un milico retirado, de la pesada, amigo del comisario y de los hombres grises del ministerio de defensa.
La cara de Rulo parecía no terminar de empalidecer.
-Otra cosa. Si vas al garaje al buscar la escalera tené cuidado con un rollo de alambre de acero que hay a un costado, que podrías engancharlo al sacarla, y rayar la pintura de la Cherokee azul metalizado. Si subís a revisar el tanque tené cuidado con los contactos del flotador, patean. Si te caes no te agarres de las tejas, se sueltan. Pero si igual te pasa todo eso no rajes, el tipo es medio idiota y si te sigue de atrás no va a ser para matarte sino para ofrecerte más trabajo. Su mujer le pide cosas y él busca alguien que quiera hacerlas.
-¿De qué estás hablando, primo...?
-Del futuro.
-¿Te has vuelto vidente?
-No... Pero sé lo que te digo. Ja. Tantas veces me has dado consejos... Bueno tu otro yo, el de mi mundo que no ha de ser muy distinto que vos... Y vos a mi otro yo, seguro, sin que nunca te los pidiera, porque... ¿nunca te dijeron que sos medio sabihondo? Te lo digo de onda, no para molestarte. Vos por lo general venís de vuelta de todo y de todo sabés cómo hay que encararlo. Ja, esta vez estás medio asustado, no? Tu primo se ha vuelto loquito y habla cosas que no podés entender. No te preocupes, yo me sé cuidar.
Las muchachas volvieron de la cocina mucho más distendidas. Habiendo revisado los distintos aspectos del problema concluían en que el tratamiento debía hacerse en base a paciencia, amor y sexo. Eterna receta trasmitida por las viejas matronas desde tiempos inmemoriales. Paciencia para esperar, amor para optimizar, y sexo, dosificado sabiamente, para mantener vivo el interés.
-¿Nos vamos, Manuel? Tenemos que comprar algunas cosas para cumplir con la dieta que te mandaron...
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