martes, octubre 14, 2008

609. ¿FREÍDOS?

Se habían sentado todos en abanico frente a la pantalla. Ernesto, siempre servicial, en un periquete volvió con un tazón de maníes tostados por él mismo, una bandeja de los ñum ñum que siempre le traía de regalo Trum y varias cosas más para ir mascando mientras en la pantalla desfilaran los piqueteros del norte, caras encogidas y mejillas redondas, bajo pancartas sin traducir. Había mucha indignación que se reflejaba también en la violentas caligrafías y en el tono apenas quebrado de los locutores que a pesar del profesionalismo sentían, tal vez, afectada su sensibilidad ante el desacostumbrado espectáculo de ver en su propio suelo lo que siempre les habían mandado criticar en el ajeno.

FREEDOM

Por los costados asomaban fuera de programa, rústicas caballerías encorsetadas en arreos extraordinarios y cascos keblar de los que no se quiebran ni a garrotazos. Escondían parcialmente su ominosa presencia en las bocacalles, esperando la orden de ordenar el orden a fuerza de mandobles, o como fuera, según la rigurosa geometría que aprisiona sus atrofiados cerebros.
Afeaban el espectáculo. Eran parte de una antigua escenografía, demasiado usada en tantas de aquellas tragedias en las que un ególatra reyezuelo manda ensangrentar las calles para mayor gloria de su nombre y contento de sus amos.

FREEDOM

Pero era mucha gente. Cada vez más. No sólo en San Francisco con su pintoresca población de todos los estilos y colores, sino en Dallas, New York, New Orleans, Menfis y una larga lista de palabras difíciles de repetir. Hasta en Miami y Orlando, los latinos especialmente, habían copado las calles con sus carteles en español. Se los veía sudorosos bajo un mismo lema.

LIBERTAD

¿Era esto el comienzo de una rebelión? Una especie de revolución. Un hartarse de todas las pretendidas y falsas libertades que sin embargo lo son apenas de consumir lo que se le ofrezca?
A Cholo no le parecía tal. Sin embargo, reconocía no comprender cómo se habría producido este estallido a partir de las primeras arengas de Michael Moore y de su inmediato apresamiento. Tantas veces -decía- han llevado gente presa bajo semejantes cargos por el sólo delito de decir la verdad en público o, a veces, por sólo haberla conocido. Tanta barbarie ha sido silenciada antes...
Vittorio creía que sin embargo por primera vez se había manoseado la imagen que el pueblo tiene de sí mismo como nación. Por mucho que todo no pasara de ser una colección de mentiras, ese pueblo se había identificado con ser el país de la libertad. Ponerlo en duda de una manera clara, era tan grave como enterarse de pronto de no ser un país poderoso. De ser una republiqueta bananera como tantas de esas que sus compañías habían siempre administrado, y ellos, los habitantes, una especie de inmigrantes ilegales.

Una rebelión. Desde ese estallido de amor propio mansillado, hasta lo que se podría pensar como una verdadera revolución distaba todavía una distancia considerable, pero...

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