El tratamiento duró apenas media hora. Al cabo salieron despeinados y contentos rumbo a la fiesta que estaba ya muy conversada. Ernesto Federico había vuelto cargado de bebidas y rarezas comestibles. Ahora se le veía muy interesado en conocer la vida del Dengue hasta en sus más escabrosos detalles. El Roque reía por todo, cuidando de no mirar hacia la Mulata. La Mulata abrazaba a Aníbal y de vez en cuando le besaba sin mirar para el lado del Roque y mucho menos del Dengue. El Cholo hacía chistes sobre política nacional. Y Julieta avisó que ya iba a estar lista la salsa…
Rulo no estaba en la rueda. Se había ido a bañar después de disculparse por su ropa chorreada de pintura, no había imaginado encontrarse con un cumpleaños. Julieta, después de poner la primera pizza en el horno preguntó qué hacer con chorizos, salchichas y un montón de cosas que restaban sobre la mesa de la cocina, alguna de las cuales tenían escrituras en alemán que no entendía.
-Esa lata es de palmitos –explicó Ernesto-. Del Paraguay a Alemania y de Alemania a su mesa!
-Han de estar podridos ya!-Agregó el Dengue con poco tacto.
Ernesto no se ofendió. ¿Quién se podía ofender con alguien que había sido regalado antes de conocer el rostro de su madre, violado por sus tiastros, condenado a abyecta servidumbre por toda su familia postiza y golpeado cada vez que alguien tenía ganas de hacerlo? Ernesto no sólo no pudo ofenderse sino que festejó la ocurrencia con grandes risotadas fuera de su estilo.
-Haz desnudado la estupidez de nuestra manera de vivir!
-¿Yo…?
-Sí. Mientras nosotros comemos palmitos traídos y llevados por los shoppings del mundo, a vos y a millones de niños sólo les toca un mendrugo de pan y una azotaina por día.
-Pero ustedes no me hicieron nada… El Manuel es mi amigo!
El Cholo, que había dejado de hacer chistes se interesó en el nuevo tema.
-Claro que Manuel es flor de tipo, Dengue. Pero lo que a vos te hicieron no tiene perdón!
-Bueno…-Dengue ladeo la boca en ambigua sonrisa- Yo tampoco soy gran cosa…
-Como cualquiera.
-He hecho tantas cagadas!
-Como cualquiera.
-¡Y las sigo haciendo…! Si no preguntale al Roque que está aquí presente.
Roque se puso colorado y quiso desviar la mirada pero el Dengue se había parado e iba derecho a él.
-¡Vos me tenés que perdonar, hermano!
Roque ya no pudo mirar para otro lado. Lo abrazó como a un hijo, como a un hermano que se quiere. Como a un amigo.
En eso apareció el Rulo con los rulos mojados adheridos a su cráneo. Avisaba que había apagado el horno de la cocina porque los bordes de la pizza amenazaban quemarse. Confusamente vio que Aníbal tenía los ojos húmedos mientras escondía en su pecho la cara de la Mulata. Ernesto dejaba correr sus lágrimas sin mucho disimulo y los otros rodeaban al Roque y al Dengue que estaban abrazados…
-(¿Qué me habré perdido.)
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164: PALMITOS ALEMANES
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