lunes, diciembre 18, 2006

158: LA HISTORIETA DE MANUEL

Pero el tiempo que pasaba afuera se le hizo presente con forma de inquietud. Se levantó, abrió la ventanita y sacó por ella la cabeza. ¿Qué estaría pasando? No se escuchaba nada, ni los ruidos comunes que siempre hay. Ni gritos ni ladridos de perros. Ni siquiera pasaban autos por el callejón…
-(Son mis nervios, sí, estoy asustado-¿por qué seré tan jodido?- El corazón me está latiendo como un tambor- Es que no quiero ir preso!-Estar solo en una celda haciéndome la paja) (Y los torturadores sueltos por la calle) (¡Ahora me acusan de terrorista!)(Yo sé que ellos piensan eso) (O dicen) (Al menos eso creo, aunque no sepa por qué lo pienso)(¡Pero lo pienso!)(Es como le decía al Cholo…¿o él me decía?)(La cosa viene para sacar a la gente de los países…dice el Cholo…Una sola ley…Un solo poder)
Cerró la ventanita y volvió a recorrer el ambiente. Había poca luz pero no quería llamar la atención prendiéndola. Siguió mirando. Ahora la foto de la mujer que se parecía al Cholo. Seguramente la madre. La misma nariz y esa manera de sonreír. La otra con varios gurises abrazados sería de los hermanos. Arriba de un viejo baulito había una pila de diarios desparejos. Quiso sacar el diario que más sobresalía. Para mirarlo, o acomodarlo o… Y al hacerlo resbaló una revistita que estaba abajo y que quedó colgada desde un extremo. Era una revista de historietas que de un manotazo recogió antes de que terminara de caer. ¡Era una Hora Cero!!! Cual? ¡El ejemplar perdido con sus aventuras!!! El que había tirado desde la línea al borde de la nada! Con la tapa dibujada por… No. No eran dibujos de Hugo Pratt. Pero eran bastante parecidos.
Se sentó en la cama a leer “Las Aventuras de Manuel”, guión de Anonimus y dibujos de Trapoguth. Aparecía él caminando por una calle oscura mientras allá al fondo del dibujo se entrevé el bulto de un patrullero que le sigue lentamente. En el siguiente cuadro el patrullero ha tomado velocidad, lo alcanza antes de la esquina iluminada y el tipo que se había bajado junto con el derrape le envuelve con una frazada que le echa encima y lo tira al interior del móvil cuya puerta abierta había quedado esperando mientras por el escape borbotean los gases de un motor que está a punto de acelerar. Hay un entrecuadro de texto que sólo dice: “Manuel Caprio volvía a su casa después de una jornada de trabajo”. ¿Qué mierda sería eso de Caprio? Pero en el siguiente cuadrito lo tienen atado a una silla y lo están interrogando a lo bruto, sin electricidad. El tipo de uniforme le está propinando un soberbio sopapo mientras el de traje sonríe achinando los ojos. Te estamos preguntando el nombre de tus compañeros-dice. El siguiente muestra un primer plano de la cara de Manuel que ha levantado la cabeza después del sopapo y pregunta desencajado de qué compañeros le habla, si de los de la escuela… Hay en esta escena una extrema exageración en el dibujo de los rasgos. El dibujante ha torcido a propósito los dientes y embisquecido los ojos de modo que junto con la baba que cae de los labios le dan al personaje –Manuel- una expresión estúpida y desagradable propia de la situación en que se encuentra. A Manuel esto no le parece muy necesario pero llevado por la historia mira la siguiente viñeta que es en la que Manuel comienza a hablar. El globito se llena de nombres y apellidos: Tomás Berreta, Mariano Moreno, Francisco Guichón, Hipólito Yrigoyen, César Mayo Gutie… El siguiente cuadrito era muy estrecho, dominado por una zona central muy luminosa dónde brillaba una sola palabra: “PLAFF” que lanzaba rayas de relumbre hasta salirse del recuadro y penetrar un poco en siguiente donde la cabeza de Manuel colgaba inerte sobre el pecho chorreando líquidos orgánicos mientras un personaje nuevo auscultaba su pulso en la carótida y un globito con llamada más allá del límite del recuadro preguntaba “¿No aguantó? Eso era todo. Al pié de este cuadro estaba el asqueroso “continuará”.
Manuel dejó la revista sobre la cama y fue a sacar otra vez la cabeza para afuera justo en el momento en que Cholo volvía. Traía en la mano una cosita que resultó ser un celular prestado, con un número cargado pronto para activar la llamada.
-Apretá el botón que te están esperando.
Manuel sin preguntar nada lo hizo.
-Hola, Manuel?
-¿Con quién hablo?
-¿Ya te olvidaste de mi voz? Soy Mujica, muchacho, el Pepe…
-Ah…
-Te quería pedir disculpas por lo ocurrido hoy. La cosa…la cosa se nos salió de control por un momento…
-¿La cosa soy yo?
-No, muchachito. El milico ese se descontroló y yo creí que obedecía órdenes de la compañera Berruti. ¡Pero no era así!

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