-Lo que les voy a explicar va a sonar muy extraño, pero atiéndanme igual. Sólo hagan interrupciones cuando entiendan algo, porque entonces sí han de estar confundidos. Lo que les voy a decir no es entendible, al menos para los humanos. Tienen que oírlo igual, confiando en que alguna parte de sus mentes va a hacer un registro y va a saber ejecutar el programa en el momento adecuado. Bien, el asunto es achicarse, como lo he hecho yo mismo frente a ustedes, tomar contacto con los sonidos internos de las dimensiones y deslizarse en la dirección de lo pequeño, hundirse hacia el centro sin mirar atrás, volver al punto que nos dio origen. Ustedes no podrían hacerlo simplemente con su cuerpo pero las bolas que han construido son esencialmente un resonador capaz de trabajar en once dimensiones al mismo tiempo. Entréguense a esas vibraciones y pídanle íntimamente a la bola, como si fuera una verdadera oración silenciosa, que haga aquello que quieren hacer. Es lo mismo que van a hacer para pilotear las bolas pero con la diferencia que en esto lo que tienen que pedir nunca lo han vivido ni conocido. Si lo logran las balas van a pasar de largo porque es imposible acertar sobre un verdadero punto, uno de los infinitos puntos que rellenan los huecos que tienen todas las cosas, desde una líneas hasta un cristal de diamante. Lo esencial del universo está mucho más allá de ningún número infinitesimal. Sólo lo aparente tiene dimensiones, números…colisiones. Ustedes habrán escapado por breves instantes de todos los universos posibles y navegarán tranquilos en la nada indeterminada que por ahora no establece contacto con ninguna dimensión. No estarán ni lejos ni cerca pero cuando quieran podrán volver a aparecer en el universo aparente aunque les va a costar muchas pruebas y errores volver a aparecer justo en el punto que habían elegido. No se preocupen, La misma bola los va a proteger aunque por error la hayan conducido al interior de una montaña, al fondo del mar o a cualquier lugar porco hospitalario. Claro que no hay que abusar. Las bolas no son invulnerables, todo lo contrario, deben su solidez al acorde perfecto que todas la vibraciones tienden a hacer alrededor suyo, bastaría que uno de ustedes se lanzara de golpe sobre una de las cuerdas interrumpiendo sus vibraciones, para que todo el armatoste de papel se arrugara como celofán en el fuego y ustedes perecieran de la forma más ridícula…
Manuel observó a Cholo, cómo apretaba apenas su sonrisita desdeñosa, pensando chocolate por la noticia!, acaso ha sido otra cosa lo que hemos hecho todas la veces que volamos? Aunque no nos hayamos achicado, que no sé… porque tal vez es por eso que hemos atravesado estos muros de piedra sin sentir ni un rozamiento, pero igual el método es el mismo en general!
Y tenía razón el Cholo, porque él ya tenía bastante experiencia en la navegación de las bolas y, seguramente lograba una perfecta compenetración con ellas…Y en cuanto a achicarse uno mismo…
La flaca gritó y todos miraron. Manuel venía caminando desde el fondo de la galería hacia ellos, habiendo dejado de estar junto a todos en la rueda, frente a la bola número uno que iba a ser bautizada en ese momento y nombrada. Ernesto esperó a que Manuel viniera más cerca para levantar la mano con aquel marcador de trazo ancho y tinta indeleble que ante la vista de todos comenzó a escribir sobre el papel de la nave: “la bola de manuel”
Todos aplaudieron.
(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)
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243: COMO CELOFÁN EN EL FUEGO
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