De pronto Manuel saltó y golpeó las manos –como los personajes de historieta- se había sacado el mismo una inquietud , la falta de pilotos, estaban los Tucus, algunos por lo menos, los más sociables, los que les tenían simpatía a los humanos, total…¡Para manejar una bola no se necesita ninguna habilidad manual! Pero en ese mismo momento Mandinga se levantó de sobre sus talones, desplegándose sin saltar y diciendo casi en tono de disculpa:
-Me tengo que ir, muchachos…Otra vez los compromisos, Cuzcatlán la tierra maravillosa!
Y diciendo eso último, como la otra vez se fue en un instantáneo puntido que nadie pudo ver a pesar de inclinarse para seguir la desaparición hacia adentro. No quedó siquiera en el aire ese perfume de cáñamo que siempre le rodeaba ni hubo tiempo para un hasta luego, así que todos atendieron al anterior golpe de manos de Manuel que con todo eso se había distraído de su pensamiento y ahora pensaba la sensación de achicarse, para imaginarse que al desaparecer del tamaño tal vez uno se pueda escurrir del espacio en que se encuentra. ¿No decía acaso el profesor de matemáticas que un punto no tiene ninguna medida? No ha de estar en ningún lado porque este mundo está hecho de cosas que se pueden medir y pesar. ¿Quién podría decir que aquí hay un punto? O que no. O que hay mil puntos…o…Te vas a cagar!
-Yo puedo ir a hablar con los de San José si me acompaña Trum, esta noche –especulaba Ernesto. Podemos salir por la galería del 21 y medio y cruzar el puente. Desde allí son un par de cuadras.
Al Cholo no le pareció buena propuesta.
-Tendrías que caminar quilómetro y medio por bajo tierra!
-Es que no creo que Trum se anime a ir por arriba… ¡Ya sé! Lo vestimos y vamos en la moto. Le pongo el sidecar!
-Pobre criatura! –exclamó Margarita.
-Arriba de esos pelos no le podés poner ropa. Se va a morir de calor! –el Dengue.
-Una remera…
-Qué ridiculez!
Manuel se dio cuenta de que todos ya consideraban a Trum un compañero más, casi como un niño que había que llevar y traer y protegerlo de todo. Estaba bien, pero tal vez a Trum no le gustara saberse visto de esa forma. Parecía tener su personalidad y bastantes huevos como para oponerse a toda la tradición de su especie y oponerse de una manera tan hábil que por último parecía lograr ubicarse al frente de toda la marcha y llevarla por caminos nunca pensados.
-¿Y si lo conversamos con él?
narrativa
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