Cholo Aplaudió apenas un poco porque se había quedado mirando a Manuel que caminaba, desde el fondo hacia el grupo, como si no hubiera estado un instante antes junto a la flaca. Venía aguantando una sonrisa que se le desparramó de la cara cuando se dio cuenta de que lo estaba mirando. No sólo soltó la sonrisa sino que aprovechando que los otros miraban el marcador de trazo grueso escribir su nombre sobre el papel de la bola, se adelantó varios pasos de forma instantánea, para no caminarlos y aparecer más cerca, aunque trastabillando un poco y ahora sí, cagándose de risa!
-Vamos a probarla –dijo para la Magda.
Cholo objetó que faltaba la afinación final. El Dengue pedía posta para aprender a conducir. Trum en vez de decirlo cambiaba de a dos sus patas de apoyo. Todos querían manejar las bolas.
Manuel dijo que subiera Cholo como técnico, Magda como copiloto y el Dengue como aprendiz. Más de cuatro tal vez resultara mucho peso. Subieron. El piso de cartapesta se quejó un poco hasta que los cuatro estuvieron ubicados, quietos y mentalizados para volar. Fue un flash mental el que sintieron apenas antes de saberse en el espacio exterior, libres y concientes del extenso paisaje que se extendía allá abajo. La bola iba serena, ni siquiera entraba algún viento por los bordes de la puerta corrediza, ni vibraciones ajenas al normal canto de las dimensiones que en su sereno fluir no estaban anunciando ningún tipo de contratiempos….
-Flaca…Vamos a probar de manejarla entre los dos. En cuanto le agarres la mano te largo sola. Acercate aquí.
Enseguida Magda ocupó el lugar central, casi el mismo en que había estado Manuel. Primero un poco seria, pero se pudo relajar y disfrutó mucho de la sensación.
-Vamos sobre Santa Lucía –dijo- Parece mentira pero es como que estuviera viendo todo!
Cholo pidió que volara sobre zonas despobladas no fuera cosa que de algún lugar despegaran aviones militares a pretender perseguirlos. Magda cambió entonces de rumbo y volvió a la costa del Río de la Plata, agua adentro, sobrevolando el estuario y buscando un poco hacia el oeste la costa argentina.
-Por ahí está –dijo de pronto-
-¿Quién está?
-Punta Indio.
-¿Conocés…?
-Sí, una vez estuve. Es un lugar tan raro…
La vuelta la hizo Cholo llevando a Dengue como acompañante, explicándole cada maniobra por adelantado, preguntándole si se sentía en comunicación con la bola, si se imaginaba el movimiento que iban a hacer. Cuando Dengue quedó solo grito un especie de Zapucay lleno de gozo.
-Esto es lo más grandioso que he conocido!
Pero venía la parte difícil. Manuel y Cholo explicaron que entre todos debían ensayar esa maniobra que había dicho Mandinga por si en algún momento les atacaban. Meterse hacia adentro con bola y todo. Soltarse de los hilos de las dimensiones y dejarse llevar, flotando en la nada. Para empezar iban a ponerse todos a escuchar el canto de la cuerdas y a vibrar con ellas. Luego, a la cuenta de cinco iban a hacer ese gesto espiritual de largarse hacia adentro, coincidiendo los cuatro en un mismo punto…
(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)
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