jueves, marzo 15, 2007

242: ENTRE VALSES VIENESES

Mientras Dengue le enseñaba al Rulo y a Manuel a trenzar de a 32, los otros se turnaban para traer carros de botellas, estibarlas contra el muro y/o ponerse a cortar tiras. Todo coordinado por el Cholo, explicado por Giorgionne, alcanzado por Ernesto y la Julieta y provisto de buen mate por la flaca. Margarita ordenaba el entorno de la compu y de vez en cuando traía algo de comer. Así, con pequeños cambios, tres días. Al cuarto las diez bolas tenían armado el triángulo principal de cuerdas que por momentos se ponían a vibrar haciendo extrañas escalas musicales. Al quinto se erigieron idénticos parantes en los vértices. Al sexto se terminaron las estructuras con la adecuada desafinación para que no salieran volando solas. Al séptimo empezó la cartapesta, Al décimo estaban prontas.
Llamaron a los Maquis de la UTE y a las dos comunidades Tucu. Pusieron valses vieneses por los parlantes y canciones de Fernando Cabrera. ¿Qué te parece?
Dos especies distintas de animales se aprestaban a presenciar un hecho que iba a cambiar el curso de la historia terrestre. Y lo iban a hacer juntas. aportando cada una de ellas… Se imaginó Giorgionne que diría en una ocasión semejante algún político discurseador mientras trataba de sembrar cizaña.
En ese momento apareció Mandinga desde dentro del puntito que se lo había llevado. –Los puntitos tienen un gran futuro como medio de transporta rápido y económico!- Como un globo que se infla por partes desproporcionadas hasta que la misma hinchazón se va emparejando. Así apareció y se hinchó frente a la mirada atónica de Miguel y de Ángel (el otro Maqui) quienes se habían resistido a creer alguno de los chismorreos de los roedores -como este. Que algo de eso que los humanos llaman demonio y que se come a los niños crudos se había puesto en contacto con los de la caverna para ayudarles en el proyecto. Ahora lo estaban viendo. Alto, como de casi dos metros, cruza de orangután con jirafa y con pantera negra. Ojos verdes con un dejo metalizado y unas pestañas todo lo soñadoras o seductoras que se pueda pedir. Había copado el centro de la escena y se desplazaba –a pesar de aquellos extraños chanclos- con innegable elegancia felina. Hizo un ademán que anunciaba un discurso. Lo hizo con un solo dedo que se abría de un puño flojo levantado frente a su pecho. Un solo dedo así levantado con blandura podría querer decir “Falta un detalle”, que fue lo que después del gesto y lograda la atención en realidad dijo.
-Falta un detalle. Cómo parar las balas…
-Nadie se va a atrever a tirar sobre lo que no comprende, -opinó Ernesto
-Un militar si, -terció el Cholo
-Obediencia debida, -comentó Giorgionne.
-(Simple estupidez) –pensó Miguel
Margarita miró a los lados para confirmar en alguna mirada el peligro. Manuel asumió una actitud pasiente para dar tiempo a que Mandinga se luciera.


(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)

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