Ernesto Se levantaba para ir a llamar a Trum cuando le sonó el teléfono lleno de palabras de Giorgionne que venía por la altura de Shangrilá en un 214 pelotudo que daba asco. Y bueno que si venía viniera, por supuesto. Ah, que traía cuestiones urgentes –dice- pero que las quiere decir acá. Está bien. ¿Está no? Que si viene que venga por supuesto, o acaso no sos también socio o no estamos en la misma lucha? Bueno, por eso. Para qué hablás ahora y me decís que no me lo podés decir? Claro para que no nos fuéramos a ir –dice- (Y aparte Ernesto) –Si no hubiésemos estado no se hubiera vuelto, me parece.
-¿No vendrá con Pepponne, no?
-No viene solo y parece que está muy nervioso.
-Tenemos que organizar el trabajo.
-Como la otra vez.
-Pero con Vittorio tenemos que ser sinceros…
-No es lo mismo. Ahora van a ser diez…Todo el largo de la galería.
-Hay que separar las cosas. Vittorio es un Maquis fundador. Peppone alguien muy conectado con los políticos de los que queremos mantenernos independientes…
-Conoce la galería.
-Podemos poner los materiales en esos huecos de las paredes.
-No parece mala gente.
-No, pero…
-Y vamos a tener que organizar primero el acopio.
-Le voy a enseñar a trenzar a alguno que quiera.
-El carro lo prendemos en la Harley.
-¡8000!
-Cuando llegue Vittorio nos va a decir hasta dónde se puede confiar.
Sonó la alarma de cercanía superficial a la casona. Ernesto subió con Dengue detrás y al querer abrir la puerta del frente decidieron dar la vuelta por el costado para atender al comisario, no fuera cosa que a la bendita puerta se le diera por caérsele encima con marco y todo, como ya tiempo venía amenazando.
Era una cuestión de rutina de esas que de vez en cuando los comisarios que intentan integrarse en la sociedad para servirla mejor, se ven necesitados de ir haciendo un día si y otro también viéndose cara a cara con los vecinos y conociendo las cosas que con referencia a la seguridad y la tranquilidad -bienes inapreciables si los hay- ellos piensan, o mismamente las quejas, las cosas que de pronto inadvertidamente un funcionario muy encerrado en su despacho puede dejar de lado ya sea por desconocimiento como, lo que es más frecuente, por simple olvido.
Mientras hablaba con esa sonrisa de dientes blancos bajo el prolijo bigote negro el hombre iba dando pasos hacia la puerta del costado. De costado también él porque Dengue se le había puesto enfrente viendo la intención y ahora era Ernesto el que sin dejar de sonreír y de confirmar que no tenía ninguna queja se le iba atravesando en ese costado hasta hacerlo detener.
-Esta casa, por ejemplo, vecino. Esta casa es muy insegura.
Ernesto no dio vuelta el cogote para mirar embelezado la recién descubierta decrepitud de su morada.. Demasiado presente lo tenía hasta en el más detallado detalle, cuantificado en pesos, en dólares o en euros. Por otra parte no le interesaba vivir en una fortificación. Entrecerró los ojos en vez de contestar y los abrió rápidamente pero no tanto como para prevenir el movimiento del poli que ya se escabullía y apoyaba un pie en el step, entre los championes del Dengue que de piernas abiertas estaba haciendo de golero.
narrativa
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