Golpearon Manos en el portón del frente y se sintió el quejido de la bisagra junto con el arrastre de gravilla que la puerta iba haciendo al abrirse. A Dengue se le representó en la mente el padre loco de Ernesto que venía con el tío Bernabé a sembrar el escarmiento. Pero era la Julieta y el Rulo que volvían trayendo tortas, mate y termo y una cara de susto que daba miedo.
Ernesto salió por el costado a avisarles que por allí mismo vinieran con él, para no abrir más la puerta del frente hasta que el comisario estuviera debajo para que le cayeran los escombros. De eso se trataba el susto que traían. Del comisario que había estado por la casa de ellos metiéndose sin permiso para ver si por allí estaba Manuel y haciendo preguntas que más bien parecían amenazas. Hasta por un momento habían temido que los siguiera cuando terminadas las tortas salían con el envoltorio dejando un rastro de olor característico. Pero no. Cuando pasaban por frente del Pichi, allá se veía junto al mostrador y el vaso a medio tomar, disertando frente a un par de sujetos que le seguían los ademanes con apenas movimientos de cabeza.
Ellos estaban preocupados y pensaban que Manuel seguía siendo un perseguido que no debía dejarse ver la cara por la calle, o sea… ¿Cómo iba a poder vivir enterrado en una cueva? Ernesto trató de tranquilizarles y les invitó a bajar a la caverna, donde Manuel seguramente ya tenía todo planificado con la ayuda de Cholo. Iban llegando al aljibe, cuando otra vez la puerta del portón arrastró la gravilla. Ahora era Giorgionne con los sus pocos pelos parados y un pilot doblado en el brazo, como si fuera invierno.
-Hola. ¿Estamos todos?
Se levantaron las medias tapas del aljibe y apareció la cabeza de Magda preguntando el por qué de la tardanza, enseguida saludando a los llegados y después bajando.
-Sí, todos.
Abajo se armó rueda para discutir los detalles. Eran tres etapas que se iban a realizar según Cholo en un período de siete días. Acopio de materiales y enseñanza por Dengue del oficio de la trenza. Armado propiamente dicho de las bolas y aprendizaje por parte de todos de la técnica de vuelo.
Ya hablé con Trum y Porum –explicó Manuel- así que contando a mamá como otro maquis, vamos a tener un piloto de reserva. Pero además alguien se tiene que quedar en tierra…
Ernesto fue con Cholo a enganchar el sidecar en la moto llevándose sendas tortas en los bolcillos. Margarita se puso a rociar el suelo con agua para poder barrer toda la galería sin levantar polvo. Magda llevó a a Manuel hasta la computadora para mostrarle los primeros pasos en el manejo de los sistemas de Ernesto Y los otros empezaron a hacer inventario de las cosas que se iban a necesitar y las cantidades. Pero al rato se suspendieron todas las acciones. Había pasado Trum Urum a lo largo de la galería y se había metido por el hueco que conduce al declive de 45. Todos lo siguieron para ver una vez arriba, que Ernesto le colocaba a Trum una gorra con orejeras y le ayudaba a subir al sidecar donde el pobre al fin quedó incrustado, más que sentado, entre los almohadones que Ernesto le acomodó para que no fuera a perder el equilibrio. Ernesto en cambio estaba elegante, con pantalones de montar, una campera de cuero oscuro y una gorra de piloto 1914 cuyos lentes entubados esperaban sobre la frente a ser bajados para empezar a recibir viento.
Los que no entendían seguro que no habían estado cuando eso se pensó y ni siquiera lo habían leído. Les explico. Se habló en algún momento que era tiempo de concretar la alianza con los Maquis de San José de Carrasco, si es que querían proclamar su independencia de todos los poderes. El vínculo venía a través de los Tucus, especialmente Trum que tenía un cuñado en aquellas galerías de San José que un día perforó el revoque del sótano de la sucursal de UTE y se encontró con cinco humanos conspirando alrededor de una sola lamparita.
Les abrieron el portón y les saludaron con las manos.
(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)
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240: GORRA CON OREJERAS
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