martes, enero 02, 2007

171: El discurso de Mandinga

Terminado lo del ungüento bajaron a que Cholo conociera la Galería Máxima y a revisar en la compu las últimas novedades. La noticia en toda la Web era la nueva encíclica papal “Pax in Urbis”. La segunda, el linchamiento de Saddam Hussein. Arreglo de cuentas entre bueyes, que a veces sí se cornean. En El Vaticano rezaban por su alma y Bush sonreía junto a un arbolito iluminado. Ahora, a la humanidad le restaba sólo un problema para resolver. El terrorismo. Las invasiones, los daños colaterales y la miseria iban a durar poco tiempo y, eran males menores, necesarios para que el mundo se encaminara por fin hacia lo que Dios siempre quiso de él.
Mandinga, que había bajado con ellos, miraba el monitor con aburrida expresión. Dijo que habían estado comentando las noticias con el Abuelo de Manuel en un refugio bastante seguro que habían acondicionado junto con otros dioses de linajes secundarios.
-¿Y si termina la guerra, qué pasa? –Preguntó Manuel.
-Nada que no haya pasado otras veces –murmuró Mandinga con tono de fin de oración. Pero dándose cuenta de las miradas curiosas que le rodeaban tubo que ser más explícito.
-El viejo sátrapa va a dar rienda suelta a su deseo de ser adorado como el único y verdadero. Claro que aun le queda por delante matar a su primo Alá y a su basta prole pero… No crean que se trata de un problema ideológico, como dicen ustedes, sino de cuantos clientes tengo a mi servicio chupándome las patas, nada más. Ese es el gran drama de los dioses. La vanidad.
-Vos hablás mal de los dioses, pero…sos uno de ellos, no?
-Sí. La oveja negra.
-¿Y con Cristo, como te llevás?
-Uh! El pobre Cristo… Algún día tal vez se anime a romper los lazos con su padre, pero por ahora…Ni dejándose crucificar le pudo ablandar el corazón!
-¿Nunca le hablaste de eso?
-¡Claro que sí! Todos le decimos lo mismo porque sabemos que es el único que podría cambiar las cosas. Pero tiene ese sentido de la bondad y del respeto por su padre que… Que no está mal en sí mismo…Lo que no logra entender es que su padre está totalmente enfermo. Envenenado de poder, enceguecido de egoísmo.
-¿Y por qué Dios tiene tanto poder?
-Nadie tiene más poder que el de la propia existencia. Pero cuando alguien se arrodilla frente a otro, sea por admiración o por temor, cede su poder al otro que pasa a manejarlo a su modo… Es como la publicidad de ustedes. Si un fabricante de cigarrillos convence a muchos de que su producto es lo más grande que hay, pasa a ganar mucho dinero que emplea en hacer más publicidad y convencer a muchos más de aquellas pretendidas virtudes, que por supuesto no van más allá de producir hermosos tumores cancerosos y algún que otro infarto… Los dioses somos como los cigarrillos.
-¿Pero nunca hubo un dios bueno?
-Tal vez… Tal vez El Verdadero, como nosotros le llamamos sin haberle visto nunca y sin tener pruebas de que haya nunca existido ni creado todo lo que vemos, porque… Supongo que ustedes sabrán que este viejo carcamán no ha creado nada… Lo que ocurre, según me parece, es que si El Verdadero se mostrara y pudiéramos conocer toda la verdad… los tiempos, todos los tiempos desaparecerían y las cosas fluirían instantáneamente hacia él, sin libertades ni dudas. Sería el fin de todas las historias.

(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)

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