Cuando Trum, cabizbajo y en silencio se retiró de la galería, naturalmente sobrevino un silencio pesado. Cada uno trataba de imaginar el extraño conflicto que se estaba viviendo dentro de aquella gigantesca madriguera, porque imaginarlo podría ser el primer paso para encontrar alguna solución o paliativo pero…
Por último Julieta reaccionó. Había estado todo el tiempo con las tijeras en la mano, a punto de repartirlas. A punto de comenzar la parte final de la construcción de la bola con la que rescatarían a Manuel. Y a Mujica si es que no resultaba un peso excesivo para hacer un solo viaje. También reaccionó el estómago de varios que despertaron al apetito y a la sed. Así que hubo que sortear. Los dos palitos más cortos iban a la cocina a preparar primero el engrudo y después a cocinar algo de comer. Los otros a cortar tiras dejando a Julieta y a Dengue encargados de la parte constructiva. Mandinga no fue tomado en cuenta ni se le dio palito para el sorteo. Se había acomodado en el sillón grande, del cual le sobraban las patas colgadas y calzadas con unas enormes sandalias artesanales de cuero crudo y suela de auto. Las mismas que pudo reconocer Abelardo Goiticoechea, una vez muerto, como las que calzaba aquel extraño linyera, más bien samurai, que un día había aparecido cruzando Guichón por la avenida y que él había sido el único valiente que le había hablado, para preguntarle para qué era esa “tamaña” espada que medía como tres metros y que el tipo llevaba atravesada a la espalda y envuelta en trapos exactamente grises. Para eso era la espada, -se rió por dentro Mandinga, sabiendo que yo estaba escribiendo esto- para llamar la atención a los gurises curiosos e inteligentes y de entre ellos poder elegir alguno para enseñarle algún truco fácil que le llenara el alma de vanidad y le diera poder entre sus semejantes. Y no lo escribas ahí – siguió diciéndome- pero con los que no me había dado resultado hasta ahora el truco, era con los Tucu Tucus, ja! ¡Son unos aburridos!
¿Se dan cuenta de que Mandinga me está hablando a mi? No sólo está enterado de esto, sino que además pretende dirigirlo! A mi que en buena hora traté de zafar de toda esta historia a la que cada día le sentía más olor diabólico!
Pensé enseguida una contestación. La pensé con mucha fuerza.
-(No te metas conmigo)(Yo no acato a ningún dios)
-¿Tenés miedo? –sus palabras están sonando dentro de mi cráneo.
-(Estoy ocupado.) (No tengo tiempo para tus trucos.)
-Ah, vos sos de los que me confunden con el Diablo…
El equipo de Julieta empezó a funcionar bárbaro. Las tijeras y las trinchetas rasgaban tiras de papel de un ancho tan parejo y prolijo que…
-Lo entiendo, no vayas a creer. Vos te criaste dentro de una familia tradicional, de aquellas que los domingos tallarines y misa.
…ni que se hubieran cortado con esas máquinas que hacen tiras de cualquier cosa, para tirarlas por las ventanas de los edificios altos los días primero de Enero…
-Pero tenés, sin embargo un poco de cultura, eso no me lo vas a negar. Sabés que los dioses antiguos de los pueblos conquistados aparecen después descriptos como seres malignos.
…cuando las oficinas del estado destruyen aquellos papeles que sólo tenían validez dentro del año calendario, sin poder evitar, digo yo porque ha de ser imposible, que algún papel útil e insustituible se mezcle con los desechables y termine con la carrera administrativa de un pobre sujeto que llevaba treinta años sentado sobre la misma silla…
-Fijate mi caso. Mis abuelos vinieron de Malí, en el África Occidental. Allá eran Dioses reverenciados, como los de cualquier pueblo agradecido.Aquí sólo los pobres esclavos nos recordaban a ocultas mientras los representantes de los imperios triunfantes nos denigraban. ¡Nosotros no somos malignos! Somos divertidos y vamos a ayudar a que nuestros pueblos se liberen para que puedan vivir divertidamente a imagen y semejanza de sus auténticos dioses.
Pobre silla que sólo descansaba de tener un culo arriba dos días por semana y… pero estábamos en el tema de la cartapes…(¡No!) (¡Por favor Mandinga, dejame un poco en paz!)
(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)
narrativa
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193: LAS SANDALIAS DE MANDINGA
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1 comentario:
Aupa Bosco!
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