miércoles, enero 10, 2007

178: Ministros en la línea de fuego.

Mientras la última bala completaba su vuelo para estrellarse también contra la campana, el escenario comenzó a cambiar precipitadamente. Primero los autos empezaron a emitir sonidos pulsantes, como de teléfono ocupado. En seguida los grises torcieron las cabezas ángulos iguales y comenzaron a bajar las armas con expresión impávida. Y tercero, corrieron a los vehículos, abandonando la batalla y por lo visto también el campo.
Fue mala idea correr ala vista del perro, porque desataron su instinto cazador que le hizo correr a tal velocidad que a pesar de que los iguales corrían bien alcanzó a morder un tendón de Aquiles del último de ellos, tal vez el mismo de antes, si es que el perro era capaz de distinguirlos. ¡Parecían clones!
Ellos cerraron las puertas, arrancaron los motores y aceleraron, levantando la polvareda y enfilando hacia dónde iban a chocar con la barrera energética que parecían haber olvidado, pero no. Salió antes, por la ventanilla del primero, una mano con un control remoto que al accionarse volvió la barrera por un instante de color fucsia (lindo color), justo en el momento que cruzaba el supuesto límite ladrado por el perro, que ahora saltó hacia la mano y limpiamente le robó el aparatito al ángel gris.
La cosa no terminó allí. No se había disipado el polvo cuando por el otro lado aparecieron dos patrulleros -alarma prendida- que bloquearon la calle, atravesándose uno antes y otro después, seguidos de cerca por un camión verde oscuro del que veinte metros antes de la casa saltaron milicos con fusiles que se tiraron al suelo y apuntaron para todos lados. Por suerte alguien gritó que no dispararan. Era el Pepe Mujica que se estaba bajando de un volkswagen maltrecho, acompañado de una señora mayor que al igual que él quería caminar más rápido de lo que podía.
Los muchachos corrieron al encuentro a pesar de los gritos de ¡Alto! Que algún milico profirió y que no trajo consecuencias apenas porque dos ministros se encontraban en la línea de fuego y que uno de ellos -al que tampoco conocían- era precisamente el de Defensa.
El encuentro fue emotivo. El Pepe había temido un desenlace trágico y al verlos a Manuel y Magdalena vivos y sanos estuvo a punto de lagrimear.
-Muchachos, menos mal que no les ha pasado nada!. Vengan, déjennos pasar…Venga compañera, le presento al famoso Manuel que tanto nos ha dado que pensar…
Los muchachos estrecharon aquella mano pero, sin poder contenerse, preguntaron si no iban a tratar de darle la captura a los grises.
-Sí, no se preocupen. Hay gente tras ellos- dijo la Ministro.
Pasaron todos a la casa para encontrarse con un panorama desolador. No quedaba un solo objeto, mueble o aparato que no hubiera sido destrozado y cuyos pedazos no anduvieran entreverados por todo el suelo. La cama no tenía más patas. El lluvero brasilero colgaba del cable un trecho y otro chorreaba su resistencia que aún bamboleaba en el aire. La radio era una carcasa hueca, la cocina no tenía puerta en el horno ni hornallas ni quemadores…la ropa estaba desparramada por el piso junto con todo el resto del basural…El televisor-que ya de antes no andaba- tirado en el patio.
La conversación se terminó haciendo dentro de un patrullero.

(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)

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