Trabajaron casi sin descanso todo el día. Dengue trenzando tiras -nadie logró hacerlo como él- y los demás arriba de las camas como contrapeso. Ignoraron todo el tiempo que las manifestaciones se sucedían y que incluso ahora se sabía que el que había sido raptado junto a Mujica se llamaba Manuel. Su madre, Margarita Goiticoechea, se había venido desde Maldonado, donde vivía como artesana vendiendo biyuta en la calle, al reconocer su propia casa en la pantalla de la tele. Algunos hablaban de Manuel como de un amigo íntimo del Pepe. Otros decían que sería un nieto ilegítimo y otros por fin que se trataría nomás de un desconocido que estuvo en el lugar y el momento inapropiado.
Claro que estaban todos muertos de hambre. Desde arriba de las camas no pudieron ir a cocinar ni a comprar nada, así que cuando Dengue declaró en un suspiro, haber terminado la cuerda número diez, se produjo un remolino de movimientos y de nombres de comidas que subió por el declive de 45 a la cocina y volvió a la galería en menos de lo que canta un gallo. Ernesto le presentó a Dengue, en reconocimiento al esfuerzo, una bonita botella de vino añejo, de las que tenía guardadas en un rincón especial de la caverna y abrió para todos una lata gigante de sardinas Coqueiro que quedó vacía enseguida no habiendo más en la reserva.
Pero había que seguir con el trabajo. Ahora tocaba lo más delicado, el ensamblaje. Cholo tomó la directiva limpiándose la boca con la manga de la camisa y movilizando a todos para que le ayudaran a poner las partes en la posición que según él correspondía. Primero un gran triángulo isósceles con las cuerdas más largas, enseguida de fijadas estas correspondía poner vertical las tres más cortas y fijar después en ellas las cuatro restantes que hacían de puentes elevados y le daban al conjunto un aspecto endiabladamente extraño.
Giorgionne protestó en nombre de la lógica. Si abajo se tenía un triángulo y los parantes eran también tres, entonces le parecía que arriba sólo habría lugar para otras tres cuerdas, no cuatro.
-Y sin embargo fijate qué bien que han quedado las cuatro…-le mostró Cholo con una sonrisa.
-Sí, lo veo pero no lo creo. ¿Cómo puede ser?
En eso estaban cuando notaron que la estructura se empezaba a despegar del suelo.
-¡Vuela! –gritaron todos.
Eso fue todo. Porque la estructura se quedó quietecita allí, a menos de un centímetro en el aire. Parecía esperar a su amo con los motores ronroneando, sumisa y bien dispuesta.
-Ahora te toca a vos, Julieta. Hay que darle a esto un aspecto agradable. Manos a la obra!
Pero hubo una interrupción. La alarma de la compu se puso a sonar anunciando merodeadores en la casa de arriba. Ernesto fue a ver y cuando volvía se supo que venía acompañado porque resonaban risas y exclamaciones ya desde el aljibe. Mandinga estaba de vuelta! Cierto que nunca había dicho que iba a volver, pero cuando estuvo entre todos, en ves de explicarse, separó con una de sus enormes y negras manos a los que lo rodeaban, para poder ver bien lo que estaba viendo. Brotó de su pecho entonces una horrible carcajada que no pudo acallar ni por cortesía hasta que por si misma se agotó dejando a todos desolados y a sus ojos llenos de lágrimas.
-¡No me digan que eso pretende ser una bola!
No hubo respuesta. Sólo brazos caídos.
-¡Pero muchachos! Perdonen mi sentido del humor un tanto antipático, pero tengan cuidado que eso se les va a escapar en cualquier momento.
-¿Cómo escapar?
-Claro, lo han hecho demasiado bien. Demasiado exacto. ¡Vuela sólo, ¿no lo ven? Y cuando se suban arriba no va a haber quién lo mueva!
-¿Por qué?
-Porque así debe quedar cuando esté con el piloto arriba…cuando se deforme…
(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)
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190: E PUR SI MUOVE
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