Cuando cerró la puerta Cholo sintió miedo. Era imponente el blancor silencioso que le rodeaba. Aquella lenteja traslúcida vacía era grande como una habitación dentro de la cual no era lo mismo que se sentara en cualquier lugar. Ya lo sabía, y sabía que el lugar no podía quedar lejos del centro. Pero ahora debía descubrirlo, caminar lentamente así por esa zona esperando que algo adentro de su mente, o de su cuerpo le dijera parate! Lentamente. Lentamente así, caminar. Len-ta-men… ¡No pasaba nada! Empezar otra vez…así, formando una espiral empezando por afuera, por la parte más alejada del centro que pudiera ser e ir caminando a cada vuelta un poco más al centro…Como ahora que iba ya llegando al centro sin haber sentido ni en la mente ni en el cuerpo ninguna señal de stop. (Esto no funciona¡)
Bueno, como ya han de estar sospechando todo esto viene a cuento para que el autor pueda demostrar lo inevitable que era que Cholo se sintiera frustrado tras una serie de fracasos y por fin se fuera a tirar al suelo allá en el fondo de la habitación, justo el lugar donde se activaban todas las frecuencias y la bola empezaba a subir para las embobadas miradas de los de afuera que la vieron detenerse a dos metros de altura luminosa y perfecta, al menos por un instante. Adentro, en cambio nada parecía haber cambiado y Cholo se estaba acomodando mejor en el lugar cuando sintió que su pecho vibraba de una manera extraña, una manera que parecía hacerle fuerza apara que enderezara el tórax y elevara la cabeza y comenzara a dialogar con la bola, esa cosa viva que lo rodeaba y protegía de un afuera agresivo y perverso. Era como tener otro cuerpo por fuera del primero, más grande y más sensible…pero al mismo tiempo más fuerte.
Sintió que la entendía. Estaba esperando que él diera la orden.
(¡vamos!) .
No tuvo sensación de movimiento, pero supo, a través de aquello que sentía cambiando en rizadas aguas que llegan a la costa, que salía a la superficie de la tierra.
Ese fue el momento quizá en que los de afuera vieron que desde la bola se extendía un tubo que se metía en la pared y que succionaba al resto de la bola en un santiamén. Después no vieron otra cosa que el agujero que quedara en la pared, circular y perfecto, hasta que de pronto desapareciera.
Cholo fluía. Por supuesto nada veía de lo que pudiera haber debajo de la bola, pèro sentía que tenía un especie de tacto del paisaje, en ese cuerpo que por fuera le rodeaba. Sabía perfectamente donde quedaba su casa y sobre ella iba a detenerse así. Y bajar hasta casi tocar la cumbrera del rancho con la panza blanca –por fuera luminosa- de la bola que iba a ser la de Manuel si conseguían rescatarlo… Debía volver. Esto era enormemente placentero pero… Lo estaban esperando.
El mismo sentimiento responsable activó las cuerdas en las frecuencias adecuadas y dando parte a Cholo la bola emprendió el regreso con músicas altisonantes por un momento sentidas en el buen humor de Cholo que se empezaba a sentir contento de poder ser útil y más que contento un poco orgulloso de lograr por fin el rescate de su amigo. Porque lo iba a lograr y si le pasaba algo iba a ser mejor morir por la amistad que vivir con la vergüenza, como tal vez dijera alguien. Frase que a él siempre le emocionaba.
(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)
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