Por un agujero que se abrió en el suelo aparecieron dos gurkas-moviles, bajos y rechonchos, con unas pinzas de acero recubiertas de teflón que apretaban justo hasta el punto anterior a la fractura del hueso. Una vez atrapado Manuel, volvieron a ser tragados por el piso y lo llevaron por aquellos tubos llenos de aire con olor a championes muy usados, por dónde le llevaron sin mediar consulta hasta una sala luminosa con olor a soldadura eléctrica donde lo colocaron contra una cosa llena de bisagras a la que iba quedando pegado cada miembro que era puesto allí. Enseguida que Manuel hubo quedado fijo, la cosa giró en el aire y fue a poner a Manuel de frente a una fuente de poderosa luz espesa, amarilla y dulcicona que se le empezó a pegotear por todo el cuerpo y transformar el ambiente visible en un gran huevo fecundado que giraba por delante de su mente con todos esos vasos sanguíneos desparramados por la traslucidez gelatinosa…
De pronto todo desapareció y estaba de frente con un talvezmédico, sentados a ambos lados de un escritorio excesivamente alto, sobre el que se veía la bolsita y los guijarros de su abuelo desparramados en grupitos.
-Debió declarar que llevaba objetos encima. ¡Nos ha arruinado la máquina de genoma!
-Qué iba a declarar si aparecí dentro de esta bola justo cuando se estaba formando con los puntitos de colores!
El hombre no le creyó. Quería saber a qué organización intergaláctica pertenecía y quién era en términos alfanuméricos… Habían intentado identificarlo y hasta hacer un diagrama matricial de su mente pero algo había interceptado la línea principal de fonones, cambiando valores hasta el derrumbe total del sistema…Pero…
-¿Por qué,-dijo el tipo- estoy diciendo estas cosas…?
Temió estar siendo dominado por alguna voluntad ajena y levantó también él su mano izquierda hasta la sien para apretar el botón rojo…si era necesario… Ese titubeo fue el que Manuel aprovechó para recoger los guijarros dentro de la bolsita y retirarlos de sobre el escritorio justo en el momento en que el botón era por fin accionado.
Otra vez aparecieron los gurkas a dar cuenta de Manuel, pero esta vez lo llevaron más de prisa traspasando todos los pisos por túneles de viento expreso hasta un culito que tenía la bola, apretado y transparente, ligeramente por detrás de lo que sería su amplia panza. Una vez llevado al culo, meterlo ahí dentro de una mini-bola y cagarlo fue todo uno…
La minibola fue entonces cayendo por la atmósfera terrestre, como si fuera una liviana hoja otoñal que buscara juntarse con sus hermanas… y hermanos por la calle… allá detrás del volquete y los gurises descalzos que corrían por el balastro de Lagomar Norte.
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