Pero golpeaban las manos en el frente y Julieta salió a abrir. Era alguien para ella porque no volvió a entrar y la vieron conversando -la vieron por la ventana- con una señora muy blanca que hacía ademanes mientras Julieta movía en afirmación la cabeza sobre una base, de brazos cruzados, hamacándose sobre alternados pasos que le completaban en todo sentido el vaivén. Manuel se agachó un poco para mirar mejor por la ventana, como si agachándose pudiera mejorar la vista, porque... La mujer le resultaba conocida, así que siguió con la mirada la continuación de la calle hasta que encontró lo que temía. Una camioneta bordeaux metalizado que se encontraba veinte metros antes de la casa y que contenía un bulto bigotudo que... -¡Son ellos! ¡Me encontraron! El Rulo volvió a mirar. -¿Esa mujer? -El marido está en aquella camioneta.Rulo corrió cerrando la cortina y comprobó lo que Manuel decía mirando por un costadito.
-Pero...si no se baja, entonces la cosa no viene tan mal...
-¡Puede ser una trampa!
-¿Me estás jodiendo?
Manuel no estaba jodiendo, tenía miedo. Un miedo muy grande que giraba alrededor de lo que el Cholo le había dicho: “el milico ese”. Y de pronto aquellas palabras vinieron a querer decir “tortura”. No sabía por qué, pero ahora milico era lo mismo que tortura y tortura era lo mismo que milico y ese milico lo venía a buscar a él, para torturarlo! Y...no. No era razonable. No debía dejarse llevar por el temor...Si se había bajado la mujer sola...Justo allí dónde el estaba, por pura casualidad...Ni siquiera parecía, la mujer estar molesta... -¡Claro, boludo! Pero se quedó preocupado ahora por ese pavor que le había dominado durante algunos segundos. De pensar le vino un rastro de recuerdo. Creyó recordar un sueño. Un oscuro sueño de alguna de las noches anteriores en el que habían aparecido unos torturadores y tal vez... Sí ahora lo iba recordando mejor, eran tres torturadores medio estúpidos, como los tres chiflados que...pero el resto se le borraba.
La camioneta se fue y Julieta volvió con la noticia de haber conseguido una limpieza más. Rulo no le puso muy linda cara ni cuando ella justificó su alegría en las ropitas que compraría para el bebe con el dinero.
Manuel, por supuesto no opinó, por no meterse en cosas ajenas pero, mucho más por estar metido en la cacería del recuerdo de otro sueño, probablemente anterior. Era una sensación de un lugar oscuro y asfixiante donde veía cosas dibujadas. Porque de dibujos se trataba, azules sí, en una oscura gama de azules, cosas que estaban sobre el agua...¡góndolas! Pero ¡cuál sería ese sueño que no recordaba haber tenido con góndolas?
-Bueno. Yo ahora estoy sin trabajo, así que te acompaño cuando tengas que ir y me quedo tranquilo de que no les pase nada.
Ahora lo recordaba! Eran dos góndolas. Una en primer plano con esa cosa adelante que parece el mástil de un gran violín y allá a lo lejos otra pequeñita por la distancia que se asomaba o se iba metiendo por detrás de la primera. Y eran azules y sucias -¿por qué sucias?- y estaban dibujadas o hechas como por muchos mechoncitos de pelos..
Julieta dejó correr un tiempo desde la última palabra de Rulo. No dijo lo primero que sintió y pensó sobre que el Rulo la dejaba como una idiota con esos cuidados exagerados y continuos. Tampoco dijo algo más diplomático como: “yo estoy bien y si tuviera algún problema me hago traer hasta aquí”. Sólo abrazó al Rulo y le miró directamente a los ojos.
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