Cuando abrió los ojos vio una lágrima que resbalaba por la mejilla de la Magda.
-¿Mi amor…!
Ella, con un rápido revés de izquierda arrebató la caída de la lágrima y trató de sonreír quebrada sonrisa más bien de llanto…No había estado esperando que le hablara ni siquiera que abriera un ojo, tal había sido la parálisis en la que se había mantenido Manuel durante la última hora.
-¡Flaco…!
Y las lágrimas empezaron a caer desde los seis ojos que le rodeaban, de una en una y a tiempos desencontrados que ya se sentía el rumrun de la garúa lacrimógena en medio del veranillo soleado y húmedo de Lagomar-Norte. Como si una nube negra y baja se hubiera detenido justo sobre la casita del Rulo Pereira, el primo del Manuel ese que parece que se ha enloquecido y huye cada vez que ve aparecer una camioneta.
-Esperen, no estoy loco!
-¿Ah, no?, -Contestó el Rulo casi sin interés en seguir la conversación.
-Creo que puedo explicarles todo.
La rueda se cerró alrededor de Manuel. Julieta habló.
-¿Explicar…? ¿Cómo, explicar?
-Ya sé que va a ser bravo pero, creo que ahora lo entiendo.
El Rulo se agachó frente a Manuel, como un jugador de fútbol para la foto.
-Bueno, a ver, explicame ¿por qué diste ese salto mortal por encima de la mesa?
Manuel hizo señas de calma con las manos y se tomó el tiempo para empezar reconociendo que a él le venían ocurriendo cosas raras desde hacía unos días y que le parecía que lo que le había estado sucediendo era que por momentos se dividía en dos personas iguales que andaban por diferentes lugares y que ahora, que esas mitades se empezaban a rejuntar, cada una con una memoria diferente de lo que le había ocurrido en esos días de separación, las memorias se le entreveraban en un gran embrollo que le provocaba ese estado de confusión que…
-¿Qué mierda decís?
-Si pusieras buena onda, Rulo, lo entenderías.
-Bueno, seguí…
-Te decía que por todo eso que no entendiste ni un carajo, fue que justo que estábamos por comer los fideos se me apareció por el otro lado un auto rojo que me chocó una vez en Buenos Aires y casi me mata, que hasta me llevaron al hospital internado y que yo por evitar el golpe o algo di ese salto…
-¡Pero no estabas en Buenos Aires!
-No, claro que estaba en tu casa con ustedes que me habían invitado a comer. Pero por eso que te digo de las memorias mal acomodadas, me acordé de golpe de aquél auto y lo vi como que se aparecía volando para chocarme!
-Si ves cosas que no existen, estás loco, primo…
-Esas cosas existen!
-¿Un auto rojo corriendo dentro se mi casa…?
-¡No ves que sos un estúpido? ¿Me estás castigando, boludo?
-Mirá,…está bien, dejémoslo así. Vos decís que no estás loco y yo que sí. Vamos a hacer una cosa, por ahora quedás en libertad pero vamos a consultar con algún doctor o persona que entienda para que vea si es que te estás volviendo loco o no.
-Ja, ya tengo la consulta para pasado mañana, con el licenciado Giorgionne.
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