La conversación se interrumpió porque golpeaban a la puerta. Un amigo de Bosco que venía a buscarlo para que lo ayudara con un asunto de carga de muebles, de viajes, de horario de trenes. Bosco se fue y era obvio que Manuel lo iba a esperar allí. No se hubiera atrevido a enfrentar un tiempo tan antiguo en un lugar que le era desconocido.
Se quedó recorriendo la casa así en medio de aquella semipenumbra reinante. En ese ambiente habían fotos familiares, un piano viejo y diminuto, un gran sombrero mejicano, una guitarrita colgada de la pared a modo de trofeo y un cuadro cuya lámina mostraba poco más que una estrella como la de los tupas, rodeada de signos y letras desconocidas para Manuel. Todo estaba cubierto de suficiente polvo y algunas telarañas.
¿Sería esa la casa de su abuelo…? No, él se había ido para Minas, seguramente llevado por sus padres, cuando era chico. Eso nunca le había contado cuando le visitaba en San José de Carrasco, la calle Aerosur, como si siempre hubiera vivido allí. Así que ahora estaba en Minas… ¿Y si él intentara llegar hasta allá…se lo impedirían las bolas? Por otra parte no se podía imaginar por qué lugar del mapa era que quedaba Guichón –para arriba del Río Negro- Sí. Más para el lado de la Argentina. Seguro…!
En la primera foto se veía un grupo del que sobresalía un hombre parado a la izquierda seguido de tres mujeres, en blanco y negro, con polleras floreadas que se veían movidas en la brisa aquella del campo que había atrás extendido hasta lejanos cerros solitarios y chatos. A los pies de la primera fila había otra, formada por tres muchachas reclinadas, como llevadas por una ola y un niño sobre el borde derecho, de expresión austera, tal vez indeciso a la sonrisa por salir en la foto con aquellos pantalones a media asta, entre abrigados y veraniegos, de aquella tela asquerosa llena de pelotitas en relieve, ásperas al tacto, que siempre se enganchan en las espinas del rosal cuando uno pretende arrancar una sola pero la mejor…para mamá.
La otra era la clásica foto del grupo escolar, formados de manera que algunas cabezas sobresalgan sobre las otras. Tontas caras de niños y niñas, algunas risueñas y otras visiblemente tristes. El cartel del frente informaba que era el grupo de cuarto año “C” del año 1956 y de la escuela n. 5 de Guichón, obviamente, la persona más alta y mayor de la derecha era la maestra.
En la tercera foto se veía un niño sólo. Era el retrato de su abuelo. Nadie se podría parecer tanto a su madre! –Abuelo!-
Esta había sido su casa. Aquí había vivido su infancia. Pah! Se sentaba en esos sillones, olía este olor… Pero ¿cómo…? ¿Cuándo se fueron para Minas no se llevaron las fotos…? …ni la guitarra…?
(¡Me parece que el Bosco este me está cagando a mentiras!)
(Pero… ¿por qué? ¿Qué enredo será este?
(Si esta fuera la casa de mi abuelo… él vivió aquí hasta más o menos los diez años…era compañero del Bosco que tiene mi edad…Hace diez años… Ahora es el 67, sería en el 57 que se fueron a Minas… cuando yo lo veía en San José de Carrasco tendría 54 y era… el año 2001. Sí, parece que todo coincide.)
(Esta es la casa pero se ve que hace tiempo que aquí no vive nadie…Hay mucha tierra sobre los muebles “querido Watson”)
¡Ruidos! Se sintieron ruidos y conversaciones en el frente. Un par de voces se habían recostado a la puerta y allí conversaban…Manuel quiso escuchar de qué se hablaba…
-Andá a cagar con la Loreley esa. ¡Flor de creída había resultado ser!
-Qué va a ser creída…? ¡Si es la tal macanuda!
-Sí, vos seguí nomás de perro faldero… ¡Vas a ver!
-¿Qué voy a ver? Que vos me lo vas a prohibir…? ¡Pajero de mierda!
-¡Andá a cagar!
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