Bosco apareció por el fondo a pedirle a Manuel que le diera una mano con la carga de los muebles. “Sos mi primo de Montevideo”, -le dijo muy serio antes de llegar a la calle dónde esperaba aquella camioneta antigua pero recién pintada del fletero don Tucho. Viajaron arriba de la caja, agarrados de las altas barandas como monos del circo y desde esa altura vieron, al menos Manuel observó con cierta curiosidad, el pueblo que con aspecto de otoño, se extendía ondulado por las lomas como colcha sobre rodillas. -¿Sería cierto entonces que estábamos en Marzo?- La caída de las hojas permitía ver a través de las negras ramas toda la extensión del pueblo matizada de los manchones ocres de las semillas de los paraísos que aun no querían caer, los techos de cinc herrumbrados y otros pintados de aluminio hacía tiempo y las muchas casitas blanqueadas y hasta pequeñas quintas asomadas ente las casas con piolines y trapos para espantar los pájaros… La camioneta volvió a doblar y enseguida paró frente a donde cargaron dos o tres muebles viejos y un colchón. Siguieron después unas cuadras más para volver a repetir una carga similar en otra casa y enfilar a la estación, la que Manuel conocía, a despachar todo.
El trabajo había terminado y ellos volvieron a pié pero por otro camino.
-Bueno, me vas a contar lo de mi abuelo, o no?
-Me dijo que te dijera que lo más importante eran los objetos… El llamaba objetos a unos guijarros o piedritas extrañas en las que leía cosas y de las que según él había salido toda esta historia.
-Las piedras estaban escritas o el creía que…?
-No, no estaban escritas…
-El era loco…?
-No. Tampoco…Es que…mirá flaco, todo esto es muy complicado, es una historia como la del Eternauta…
-Ah, vos leíste El Eternauta?
-Claro, como todo el mundo, pero…para entender lo que te tengo que contar vas a tener que escucharme con calma. Me cuesta mucho encontrar las palabras…
-Mirá, y con lo inteligente que sos!
-…
En concreto, lo que Bosco le terminó explicando fue que esta historia había sido escrita por su abuelo a partir de la lectura de los guijarros. Primero de los cinco guijarros con los que jugaba al puente y después con los veinticinco que componían un juego de objetos en la actualidad. No era una verdadera lectura la que se hacía de las piedras sino que de ellas se rescataban números que eran alterados y permutados por otros, rescatados de otra manera de las mismas piedras y que todo ese conjunto de números determinaban un conjunto de ideas proclives a ser ordenadas con la lógica de un texto que por último necesitaba de un sujeto que lo pusiera por escrito…
-¿Todo eso te lo enseñó mi abuelo cuando ustedes tenían nueve años…?
-¡Me cagaste! –Dijo Bosco, ahora a las risas- No. La verdad es un poquito más complicada… Es que no sé cómo explicártelo…!
Doblaban otra esquina y Manuel reconoció la casa de su abuelo vista desde el otro lado. Llegaron y entraron y se pusieron a golpear los sillones con los puños para atorarse con la tierra que volaba y tener que salir al patio a toser y renovar el aire de los pulmones y esperar que el polvo de adentro terminara de caer para recién después volver a entrar y sentarse frente a frente…La charla continuaba.
-Tu abuelo era un genio, pero un genio opaco. Nadie se daba cuenta de que era un genio porque no era brillante…
-¿Brillante…?
-Mirá, yendo al grano, tu abuelo a los nueve años no me dijo todo esto. Sólo me mostró como bailan los objetos cuando son colocados en los lugares correctos y qué parecen querer decir… Pero primero me mostró dónde había encontrado esas piedras, cómo las había partido, dado forma…y descubierto que las piedras tienen conciencia! Y lo principal, que era posible ¡leer esa conciencia! Me mostró que partiendo las piedras de cierta manera de un juego se hacían dos que eran el mismo tanto que si alteras la posición de un objeto en un juego, en el otro se produce la misma alteración instantáneamente sin importar la distancia. Empezamos a jugar al envío de pequeños mensajes con una clave que el inventó…pero pronto yo me empecé a asustar de aquello porque el lenguaje se ampliaba y los temas y…¡Era como estar hablando con un espíritu poderoso que todo lo supiera…! Pero… volviendo a lo que nos importa… Cuando él se fue para Minas llevó su juego, ya de veinticinco piedras y yo me quedé con el que habíamos hecho juntos con el que cada tanto recibía sus mensajes. Por ese medio fue que me pasó las instrucciones de lo que te tenía que decir y las claves para que pudiera seguir tus movimientos y esperarte en el momento que vinieras para entregarte tu juego de objetos y especialmente qué debía hacer en el caso de que él mismo se arrepintiera y quisiera volverse atrás con todo lo planeado y debidamente jurado por nuestro primitivo pacto de sangre que habíamos copiado de las historietas de indios. Bueno, justamente, al cavo de un tiempo, tal cual lo había previsto sus propósitos se dieron vuelta y comenzó a inundarme con mensajes que intentaban convencerme de la invalidez de todo pacto anterior en el sentido de que las instrucciones juradas fueran inamovibles…Medio confuso, pero… Yo te lo digo como puedo y no quiero otra cosa que terminar con todo este asunto y entregarte tus piedras…!
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