Volvían caminando para Becú cuando se sintieron vencer por el delicioso hilo de olor a asado que les llegó al acercarse. Había fiesta de todos en mesas improvisadas y una gran parrilla. Damajuanas de vino y todos dando vueltas por ahí de gran jolgorio. El Roque con Aníbal y la Yiya, más atrás andaba la Mulata. Luque con toda la familia y hasta el Pichi, que fue unos de los primeros en reconocer a Manuel que se acercaba. Hubo gritería pero no tanto como de tarde ahora el ambiente era de fiesta y ya estaban conectando los parlantes para darle al baile. Algunos no sabían el motivo de la fiesta. Preguntaban. Por Manuel dijo alguien y los que preguntaban creyeron no entender por qué se le iba a hacer una fiesta tan grande a ese Manuel. Porque los que preguntaban el motivo de la fiesta casi nunca sabían quién era Manuel. Y vise versa o al revez. Todos los que conocían a Manuel sabían que la fiesta no era para Manuel sino por la Libertad que el venía a representar, como la mayoría había caído en la cuenta que era, aunque nunca hubieran puesto atención en el muchachito ese mulato, que andaba cortando pasto con el carrito… el primo del Rulo. Ah, ese sí, un gran muchacho! Se le veía algo particular en la mirada…
El Cholo y Manuel se sentaron con los otros amigos un rato y comieron asado mojado en vino, entre alharacas y felicitaciones de los que decían estar enterados de quien era el jefe de la revolución. Trató el Cholo de explicar los términos pero sin dejar de comer mientras Manuel masticando hacía que no con la cabeza y trataba de tragar para después decir algo. Que no llegó a decir porque al otro lado de la calle en otra hilera de mesas estaba sentada la señora de las blancas tetas que le saludaba sonriente con la mano y en el medio de la calle el marido con bigotes y ojos a los dos lados que empezaba a enfilar para donde él estaba. En tres pasos se le estaba tirando encima directamente a la garganta con las dos manos. Mientras la boca desencajada decía algunas cosas como subversivo o terrorista.
Pero las manos se cerraron estrangulando el aire cuando Manuel se escabulló hacía arriba dejando ver la suela de sus championes por encima de todas la cabezas. Estaba levitando sin haber terminado de tragar el asado!
Sorprendido como cualquiera, porque ni por un instante había pensado en salir volando cuando como en imágenes a de cine mudo estaba viendo las manos del milico que se acercaban a su garganta. Y encima el clamor de los vecinos que otra vez se empezaban a juntar. Quería bajarse pero se contuvo un poco hasta que Ferrari fue levantado por sus amigos e invitado a pasarse unos días por Montevideo hasta que estuviera más tranquilo.
(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)
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