miércoles, mayo 23, 2007

305 CADENA NACIONAL

Sobrevolaron las acacias bajo las que Ernesto ya no estaba y siguieron para la caverna haciéndose ver a baja altura para lograr la vuelta de todos los Maquis. Ernesto estaba por volver a salir en la bola. Se sentía mal por su flaqueza que había puesto en peligro a los demás y también a la bola misma, arma secreta que de ninguna manera podía caer en manos del enemigo. Lo consolaron con verdades y le pidieron que llamara a Vittorio para saber quién había dado la orden de la invasión.
-¿Cómo que nadie?
Parecía ser que mientras en el gobierno se discutía acaloradamente sobre los principios constitucionales que impedía ninguna sombra de extraterritoriedad que no fuera para proteger a contingentes extranjeros, un grupo de milicos, encabezado por un militar en retiro habían pergeñado un plan de ataque relámpago para refugiarse en el hecho consumado, después de limpiar a ese grupito de terroristas. El general retirado era el mismo que firmó el ingreso de los hombrecitos grises a la plantilla del ministerio de defensa.
-Pero les habrán mandado la orden de retroceder!?
-Tienen cerradas las comunicaciones y ahora el cielo de Montevideo está lleno de ángeles luminosos
-¿Qué hacen?
-Nada. Dan vueltas, van y vienen.
-No, digo…¿qué hacen ahora los del gobierno?
-Parece que en una hora habrá cadena nacional.
-¿La gente está en la calle?
-No. Sabés que no. No anda un alma en la calle…Es que esas luces no son como las nuestras. ¡Son autoritarias hasta para brillar!
Llegó el Dengue traído a rastras por los otros aunados todos en el olor a vino. Se caía, el Dengue, sin los hombros que le sostenían y las manos que lo agarraban. Se había diluido brindando por los nuevos tiempos, con el Chumbo y los amigos, que alguna vez debía llegar a ser primavera para las golondrinas oscuras y los gorriones flacos que ya iban pasando demasiados inviernos en la pobreza. Trató de explicarlo, pero no pudo más que repetir la misma frase de cuatro palabras entonadas de diferente forma.
-Les rompimos el culo!
Lo sentaron entre almohadones y luego que Ernesto volviera con la taza de café cargado se dispusieron a iniciar la discusión o el acuerdo sobre las medidas a tomar. Fue entonces que toda la caverna se sacudió en un terremoto que desprendió un enorme trozo del techo que vino justo a caer encima de una de las bolas estacionadas.
-¡Nos bombardean!
Sin mediar más palabras todos corrieron hacia las naves. Ernesto cargó a Dengue sobre sus hombros y lo colocó en el piso de su bola. Hubo otra explosión y una de las paredes dejó avanzar una grieta profunda. Magda entró a la nave de Manuel. Julieta a la de Rulo. Margarita a la del Cholo. Se hundió el techo del lado sur. Mandinga se rascó las rastas y entro a una de las bolas que quedaban.
(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)

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