martes, mayo 08, 2007

291: Por Quinientos Pesos.

Un largo silencio, durante el cual los impetuosos temblores que recorrían la flacura de Manuel fueron disminuyendo poco a poco hasta que, al desaparecer, devolvieron el valor al muchacho como para intentar el descenso desde aquella inestable tribuna. Estaba en eso, flexionando ya las piernas para saltar desde la mesa al suelo cuando un nuevo clamor se levantó desde las gargantas. Sobre las copas de los altos eucaliptos del fondo, venían avanzado tres bolas en silencio. Parecían inmensas y su blancuzca imperfección les daba una realidad, casi imposible de creer ingrávida… Pero no caían ni emitían sonido alguno, sólo se acercaban a la vertical de dónde aun estaba Manuel tratando de bajarse de la mesa y una vez encima completaron un pequeño círculo y después otro mayor antes de alejarse aceleradamente en direcciones equidistantes.
Manuel habló con quienes tenía cerca, pidiéndoles que repitieran, que no esperaran nada de él, ni de las bolas ni de nadie. Que tomaran todo en sus manos, que resolvieran como mejor les pareciera todo… que hablaran entre ellos y se pusieran de acuerdo… Y sobre todo, que no reconocieran otra autoridad que la de ellos mismos.
Esas flacas palabras fueron repetidas de boca en boca, de oído en oído y de corazón en corazón. Fueron afirmadas por movimientos de cabezas y por golpes de puños en los pechos. Por abrazos entre gente que antes no se había conocido, aun siendo vecinos, separados por quinientos pesos más en los sueldos o techos de tejas en vez de chapas. Entre aquellos que alguna vez fueron amigos, hasta que dejaron de serlo, apartados por el afán del lucro, el orgullo de una profesión o el pretexto de la política… Por un momento se olvidaron de Manuel. Caminaron en grupos sin dejar de conversar sobre las mil cosas en las que estaban de acuerdo. Sobre las tantas que quisieran cambiar y que tal vez no fuera imposible, si cada cual hablaba con el corazón y el cerebro y no con el hígado y el bolsillo…Porque ahora… ¿Qué cosa nueva habían comprendido que no supieran de antes…? Sí, había una cosa nunca antes tenida en cuenta. La sencillez de la verdad. La pura desnudez de sus simples existencias que una y otra vez, porfiadamente, se habían afanado en complicar con los pretextos del progreso, los merecimientos y las virtudes. Ahora volvían para sus casas desvestidos de pretensiones, contentos de ser iguales, descargados de ansiedad. Lo habían visto todo en los ojos de Manuel, ese muchacho pobre y desgarbado que subido al pedestal no quiso otra cosa que bajarse para meterse entre la gente a ser, como todos, uno más.

(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)

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