Tenían claro que podía sobrevenir un ataque masivo y ciego. En ese caso iban a dar batalla, pero no iban a desestimar la posibilidad del acuerdo pacífico por improbable que pareciera. Por eso mientras esperaban la última respuesta decidieron movilizarse entre los vecinos, preparando y agitando el tema de la posible invasión angelical.
Margarita se visitaría sus viejas amigas de la zona con las que había compartido tantos carnavales y diversiones. Vittorio a los médicos de la policlínica que le estarían echando de menos y a las maestras. Ernesto a los fuertes comerciantes. Rulo a los del club de fútbol. Dengue se iba para el parador del Pichi y donde más quisiera, igual que Julieta y Pepponne. Manuel con El Cholo habían elegido tomar cerveza en lo de Luque…
Dio la casualidad que en el mostrador de Luque apoyaba un codo Ferrari mientras mirábase en el espejo de tras las botellas.
-Ah, por fin aparece el joven Manuel! Ya hace días que tengo un nuevo trabajo para ustedes…
-Ahora va a ser imposible –fue la respuesta de Manuel. –Y menos con esta situación.
-¿Qué situación?
Manuel echó una mirada significativa a los parroquianos.
-¿Qué…? No se ha enterado de los ataques de esas naves sobre plazas llenas de gente?
-Revoltosos, querrá decir.
-A usted le parece bien?
-Si la gente no saliera a perturbar el orden… Pero la culpa la tiene este gobierno de Tupamaros…Ja, si ellos son terroristas! Como van a hacer para mantener el orden?
-¿Qué orden?
-Y… salir a la calle todos juntos siempre fue un desorden! Cuando estábamos nosotros eso no ocurría.
-Y que nos invadan esas luces que no son uruguayas, ¿También le parece bien?
-Ellos tienen el poder… El poder no se discute. Más bien que si ganaron la guerra con el comunismo ahora van a imponer sus ideas. Siempre es así. El que gana tiene la razón.
-Pero la otra vez ustedes empezaron ganando y terminaron perdiendo.
-Ya se va a dar vuelta la tortilla. Cuando no puedan más, los del gobierno van a venir mansitos a pedirnos que los salvemos.
-Y las bolas?
-¿De qué me habla?
-Esas bolas luminosas que era lo que la gente salía a ver.
-No esos son unos globos que tiran los de alcaeda, diseñados por los judíos a control remoto! Nosotros los reventamos un un día!
-Y si no pueden…Si no son globos?
-¿Qué van a ser? Pero no importa, aunque fueran platos voladores nosotros los aniquilamos.
-Pero para torturarlos, primero tendrían que agarrarlos vivos.
-…yo no dije torturarlos!
Entonces Manuel calló antes de decirle al bicho que sí había pensado en la tortura, es más, había visto en su imaginación una truculenta escena presenciada cuando era un cadete….un pasillo oscuro entre hileras de chiqueros humanos apenas asomados entre la mierda. Su conmoción primera, por la identidad humana todavía presente en aquellos gestos, su temor después de poder algún día estar en aquellas covachas y por último las luz salvadora del entendimiento que le veno a avisar que estaba fuera de peligro por ser miembro de una casta privilegiada. Ese fue su orgullo.
(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)
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287: Yo no dije torturarlos.
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