jueves, abril 12, 2007

268: LAS BOLAS DEL PUEBLO

Bien. Pero la televisión escupía imágenes a borbotones casi sin intercalar avisos. Las bolas vistas en el Cerrito de la Victoria, las de La Bella Italia, las de Capurro. Que eran bastante parecidas, es decir iguales por ser las mismas, aunque nadie lo dijera. Cuando aparecía un comentarista –aparecieron varios- siempre era delante de las imágenes que quedaban como proyectadas en una pantalla de fondo. Gente entendida en Ovnis o en aviones o en palomas mensajeras, de todo, hasta un profeta vestido de bolsas que fue entrevistado mientras clamaba arriba de un casillero en la Plaza Cagancha, el fin de los tiempos y el comienzo del reino de Dios. Cholo se rió opinando que el tipo estaba más pirado que nosotros, porque nosotros al menos sabíamos que el reino de Dios era este. Entonces entrevistaron al ministro del interior y al jefe de policía, quienes no pensaban tomar medidas por ahora. Al intendente de Montevideo que dijo no tener nada que ver con las bolas luminosas y al vicepresidente de la república quién reiteró estar siempre abierto al diálogo. Pepponne se puso pálido cuando empezó a sonar la sinfonía 40 en el teléfono de Giorgionne. Seguro que estaban triangulando el país para darle la catura –había dejado su teléfono en Montevideo, sus amistades y su familia… Desesperado pidió por señas a su casi pariente que no contestara…pero Vittorio ya apretaba el botón.
Era la esposa de Vittorio, muy asustada preguntando cuando volvía y si se había enterado de la batalla sobre Montevideo.
-Ha de ser el comienzo de una invasión!.
-No mujer! Esas naves que atacaron desde arriba a las que bailaban, son las naves del imperio que siempre nos dominó.
-Si, parecía que las de abajo eran distintas…más rotosas…
-¿Lo notaste? Bueno, esas son las bolas del pueblo.
Sonó ahora La Marcha Turca en el de la Magda. Ufa era Mujica, es decir su secretario nuevo que ya le pasaba el aparato al ministro. –Che muchachita- dijo- tengo que encontrarme con ustedes! Eso que hicieron…eeehhh…-bajó un poco la voz y apretó el aparato contra la boca para que no se escapara nada- ¡Eso estuvo magnífico!- y lo dijo subiendo el volumen a cada sílaba, y cambiando la entonación de modo que lo que comenzó siendo un susurro terminó como el grito de un gran gol.-Pero tenemos que encontrarnos con mucha urgencia, ¿Estás ahí con los otros? En la misma casa no, ya lo se, pero decime dónde.¿Cómo que no me lo podés decir? Estamos en la misma. No sabés todo lo que he tenido que hacer para que no los aplastaran. Claro que ustedes se saben defender! Ya lo vi anoche. Pero hace días que les estoy ofreciendo alianza. No… Eso de la imagen de Manuel se puede conversar! Yo no quiero aliarme con un títere, por supuesto.


(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)

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