miércoles, abril 11, 2007

267: Ni el de zapatos rotos.

De pronto todos quisieron volver, es decir volver a tener dimensiones de esas que en la nada no caven. Estirar las piernas que extrañaban, llenarse los pulmones de aire y todas esas cosas que te dan de regalo cuando llegás al mundo, junto con el cuerpo. Salieron a la altura de Shangrilá apenas pasando el parque. Como pelotas soltadas abajo del agua subieron al espacio y saltaron en él una tras otra, las nueve bolas, mansamente si se quiere, considerando el despropósito de semejante hecho. No hubieron estruendos ni músicas heroicas resonando en los parlantes del sonido envolvente y ni apenas algún testigo trasnochado que deambulara aquellas calles quizá un poco ebrio y con los zapatos descocidos en el dedo gordo que amenazaba salirse. Ni eso. Las gaviotas de la costa estaban durmiendo. Un par de boliches acaparaban los ebrios. Ninguna ventana había quedado a propósito abierta. Poco había para robar…y bastante pereza. Una lástima, porque cualquiera que hubiera mirado para arriba se habría llenado los ojos de luces redondas que pasaban a ritmo de marcha bailoteando por sobre los techos, sí, muy bajas.
En el boliche del Cacho hablaban a propósito de lo que había mostrado la tele, las luces esas…Cococho creía que era todo publicidad de alguna fábrica de globos, que tanto! No costaba nada mantener los globos a cierta altura y que con las brisas se fueran moviendo. Otros estaban impresionados porque miles de personas no se iban a salir porque sí. Como se veía en la tele que dejaban los autos abiertos y caminaban como embobados. Renato pronosticó un buen fin de semana para el boliche aunque no para él. Seguro que muchos iban a rajar de Montevideo y de esas cosas y vendrían a romper las bolas por aquí. El negro Araújo miró por la ventanita de los vidrios sucios y no vio nada, justo a un minuto de que las bolas pasaran y a cinco de que fuera demasiado tarde para volver y encontrar la puerta sin tranca. Una hora después casi todos dormían en sus respectivas camas, algunos acompañados…
Sobre Lagomar fueron apagando las luces, cosa tan fácil como volver a poner la atención en el contorno con todos sus detalles y la imagen del punto hacia el que iban. La gran caverna del Bosque. Llegaron, estacionaron las bolas y fueron por algún brebaje de té o café y mirar la tele junto a Verónica y Margarita…que. ¡Pero mamá no pudo estar al mismo tiempo en los dos lados! –Pensó muy fuerte Manuel mirando a la Flaca que también dijo con la mirada haber escuchado el pensamiento de Margarita allá cuando estaban adentro del punto. Margarita se mostraba de lo más contenta y tranquila mientras acercaba las tazas a las manos de una manera como para no sospechar que se hubiese colado en alguna de las bolas y ahora estuviera haciendo teatro.
-(De modo que…)
No era posible que telepatearan con una persona que no se encontrara dentro de una bola porque su pensamiento así no se hubiera trasmitido! A no ser que todas esas ideas no fueran más que un montón de mentiras y pudieran ocurrir las cosas sin causas y en contra de las causas que han de ser cosas que alguien pensó para que las cosas ocurran siempre de la misma manera pero a veces fallan o tal vez otros hacen otras reglas para llevarle la contra a ese y entonces las cosas ocurren según cual de los tipos anda cerca. Cada uno cuidando que se cumplan sus reglas, que se estudien y que los maestros le inculquen a los niños lo que hay que esperar, para que todos esperen lo mismo y así se logre que siga ocurriendo.

(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)

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