Los que estaban desayunando -todos menos Mandinga- apenas si percibieron una sutil vacilación en el movimiento de la mano que llevaba la taza hacia los labios. Pero cuando la taza bajó destapando el rostro, Manuel tenía otra expresión. Se había puesto muy serio. Tragó ese bocado de café tal vez demasiado caliente, se adelantó dos pasos a dejar la taza sobre la mesa y barriendo a todos con una mirada preguntó por las novedades del día.
Ernesto informó sobre movimientos de bolas encima de Boiso Lanza.
Giorgionne y Pepponne acerca de las ambiguas declaraciones provenientes del gobierno, unas restando importancia a los fenómenos aéreos de los últimos días y otras, llegadas a la prensa a través de los corrillos y las puertas mal cerradas, que volvían a poner en el tapete el viejo tema del terrorismo.
Cholo había salido a volar en la madrugada para probar posibilidades defensivas que imaginó, aunque no se animó a actuar cuando el ataque de los ángeles.
Manuel puso su atención en el rostro del amigo.
-Cuales posibilidades defensivas?
-Arrojar pelotas de pensamientos, como hacen ellos.
-¿Pelotas…?
-Sï, se me ocurrió que eso son los rezos que ellos tiran. Pelotas de pensamientos que están en todas las cabezas y saltan con una brutal fuerza apenas apretás el gatillo.
Recién ahora Manuel insinuó una sonrisa.
-¿Te haz puesto a rezar…?
-No, hice la prueba con “fuera yanquis de Viet Nam”.
-¿Y…?
-No tenía mucha fuerza pero cuando la tiré sobre un bañado levantó una nube de mosquitos. Después probé otras…
-Mejores?
-Volaba bajo sobre un montecito nativo cuando largué un buena pelota con “hagan el amor y no la guerra”.
-¿Y…?
-Un millón de pajaritos se puso a cantar al mismo tiempo! Hasta adentro de la bola el ruido era ensordecedor.
Vittorio se vino con gran entusiasmo a preguntar más detalles. Era, según él, un descubrimiento científico de extraordinaria importancia. La fuerza del pensamiento. Esa esquiva cosa que nunca se había podido demostrar, claro! El simple pensamiento carecía de la energía necesaria ni siquiera para ser detectado con los más sutiles instrumentos. Pero en resonancia con las cuerdas…
Dengue no entendió el comentario de Vittorio pero quiso confirmar que aquel pensamiento había sido de John Lennon.
-Dicen que fue lo más grande que hay!
-El pensamiento! Dengue, el pensamiento –reconvino Ernesto cuando estaba queriendo cerrar el lazo del suyo alrededor de los datos que se estaban tirando. Las frases usadas, tenían en común el ser de dominio público, como había dicho Cholo, estaban en las cabezas de todos, bueno, de muchos. Como los rezos… Que de cabeza en cabeza va resonando al mismo tiempo que moldea cada una. La fuerza del pensamiento que emana desde un punto y se distribuye con creciente poder a medida que se multiplica hasta un límite máximo que… amenace…resentir el equilibrio…del sistema.
(O el plan preestablecido) –contestó Manuel.
¿Por qué debería haber un plan?
(Porque así está planeado.)
¿Está planeado que haya un plan…?
(Digo, tal vez…)
Sería no creer en la libertad.
Sería.
(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)
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