Hubo clima festivo en la cueva. A las risas todos se abrazaban sin fingir felicidad. Manuel bailo unos pasos de milonga con Margarita y la boca llena de empanadas, mientras el Dengue se movía en candombe sin salirse del compás. Recién después prendieron la tele para enterarse de los comentarios que no escuchaban por comentar arriba y hacerse chistes. Estaban eufóricos. Todo había salido a pedir de bocas y encima se estaban perfeccionando en el manejo hasta el punto que en este momento se animaban a hacer cualquier cosa con el método de amplificar el pensamiento entre las cuerdas. Ellos lo podían, porque entre ellos circulaba una energía que no daba lugar a pensar en el fracaso.
Así lo fueron comentando mientras caminaban rumbo a sus respectivas bolas que fueron cerrando sus puertitas y con ello el paso al sonido de afuera…De afuera de las bolas, pero adentro de la caverna.
Comenzaba otra serie de misiones! Fraile Muerto, Melo, Paraje del Cerro de las Cuentas, Santa Clara de Olimar… Después Castillos, Rocha, San Carlos, Maldonado, Gregorio Aznares…
Al otro día lo mismo desde las diez de la mañana a las nueve de la noche. Y al otro día retornaron los ángeles sobre Santa Lucía y frente a los ojos de todo el mundo las bolas celestes y rosadas del Arcángel San Gabriel se lanzaron en funesta picada arrojando proyectiles sacrosantos que reventaban en los claros que dejaba la gente. Ellos sabían que debían huir hacia el punto, pero antes se conectó Manuel mentalmente con el Cholo y la Flaca y estos con los otros para acordar un único proyectil a largarles entre todos. Una soberana torta de merengues de cinco metros de diámetro que se estampó en el frente la nave madrina haciéndola perder el rumbo y recibir uno de los rosarios que venían de más atrás. Pero no pudieron ver más porque debían meterse para adentro antes de que les llegaran los proyectiles. Fue mucho más tarde, cuando ya estuvieron de vuelta frente al televisor que se enteraron que los laboratorios de la facultad de química se habían habilitado para el estudio de aquella extraña sustancia que había llovido sobre los campos y las calles a lo largo de quilómetros mientras se retiraba la flotilla a media marcha y a baja altura como no pudiendo con sus almas.
Había sido el bautismo de fuego para ellos y la segunda vez que salían ilesos. Preguntaba el Dengue por qué los estúpidos ángeles no les seguían cuando ellos entraban y el Cholo se cansó de quererle explicar mientras él sólo miraba a Manuel como si fuera el dueño de todo el poder y toda la sabiduría. Manuel se encogió de hombros con los labios apretados como no sabiendo la respuesta, aunque en realidad lo que ni buscó ni encontró fue la manera de poner aquella sensación en palabras. El interior del punto era sin dudas un lugar seguro, pero por qué… ¡Qué chicas quedaban las palabras…! Como un colador de fideos roto perdían todo el contenido junto con el agua. Se rió para Dengue que todavía le interrogaba con los ojos y pensó que sólo a Dengue se le podía ocurrir que pudiera entrar más de uno adentro de un punto!
(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)
narrativa
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278: EL DULZOR QUE CAYO DEL CIELO
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