Se acercó aun más al comienzo de la escalinata. Bajó la vista conteniendo un atisbo de vértigo y se decidió a bajar con cuidado aquellos infinitos escalones pero, un nuevo elemento, un silbido penetrante que parecía provenir de arriba y venir bajando le hizo levantar la mirada de nuevo. Fue entonces que vio por primera vez las negras bolas del diablo. Eran imponentes, negras y medio bruñidas. Se estaban tirando en picada sobre la extensión de aquel parque temático bíblico y la multitud de turistas japoneses que intentaban huir para salvar sus cámaras de la mierda que venía salpicando a cada nueva explosión de las múltiples bombas que como huevos amargos dejaban caer las bolas por todos lados... De pronto vio algo distinto. Una de aquellas bolas negras vino en picada sobre su pirámide, sin tirar ninguna bomba, pero haciendo una brusca levantada antes de estrellarse, que fue el momento en que pudo verle en la panza aquellas tibias cruzadas y pintadas de blanco pirata…Se levantó vertiginosa y detrás dejo al descubierto que la seguía, haciendo similar trayectoria, otra bola mucho más chica, descolorida y remendada, que venía sofrenando su caída tanto que al momento quedó a suspendida a un metro del suelo, abriendo una puerta corrediza y dejando ver en su interior al abuelo Abelardo que le hacía señas de que se acercara.
Manuel no se hizo rogar. En tres saltos de canguro llegó y se zambulló adentro de ese capullo salvador donde se reencontró con los brazos del abuelo; sólidos y concretos como habían sido siempre.
-Manolito!
-Abuelo!
La puerta corrediza se cerró enseguida y la inercia estaba diciendo que la bola aceleraba haciendo incómodo mantenerse de pié porque… era el modelo económico! Ni asientos ni nada.
-¿Quién maneja esto?- preguntó Manuel cuando se logró levantar del revolcón que le produjo una brusca curva cerrada.
-No te preocupes. Los movimientos están programados usando saltos continuos entre el primer y segundo tiempo según lo que sea más conveniente en cada caso.
-Pero vos me habías dicho que no tenías nada que ver con mis traslados…
-Es que recién me vengo a enterar de que el boludo de Germán había perfeccionado este modelo de T.O. y que con él te había llevado a algunos lugares.
-Otras veces han sido bolas enormes a todo lujo…
-Sí, me confesó que con ayuditas de algunos amigos te había logrado colar en naves de línea.
-¡Mirá si me dejaban en otro lugar o me metían preso!
-Ah, Germán es así! ¿Vos te creés que lo pensó? El es un entusiasta compulsivo, pero un gran tipo. El único buen amigo que mantengo después de muerto.
-Entonces… estás muerto nomás?
-Sí… Para tu tiempo y tu mundo estoy muerto, qué duda cave. Pero no te preocupes, esto del segundo tiempo está buenísimo!
-¿Y qué hacés ahí?
-Ahí no. ¡Aquí! Vos estás ahora en el segundo tiempo aunque no captes las diferencias. Construir este T.O. en tu mundo es casi imposible… ¡Si lo habré intentado!
-¿Y por qué…?
-Porque allá las leyes físicas son distintas. La gravedad, por ejemplo es más débil a causa de haber sólo cuatro dimensiones desarrolladas. Un imán de aquí atrae casi tanto por gravedad como por magnetismo.
-¿Pero la gravedad no es lo que hace que las cosas caigan?
-Claro Manuel. Pero el T.O. produce su propio campo a partir de los campos energéticos que nos rodean. Es un transformador de campos volante.
-¿Un T.C.V. entonces?
-No. Un T.O. Que uiere decir: Transportador Ovoide.
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