Estaban charlando todavía cuando un tucu tucu asomó por una boca de galería, miró a ambos lados y se largó a cruzar hasta otra que tenía enfrente, a la carrerita, tal vez pensando que no lo iban a ver.
Manuel, que nunca los había visto en persona, se quedó sin respiración, miró a Giorgionne que pálido aunque parlanchín, miraba a Ernesto Federico en ese momento.
-¿Cómo es que te comunicás con ellos? ¿Saben hablar?
-No, no pueden hablar como nosotros… Yo tuve que aprender a tucutucar.
-¿Qué joda es esa?
-Ninguna joda. Es esto: -hizo a continuación, con la boca cerrada, un sonido repetido y rápido con las fosas nasales, igual al que hacen los tucus.
-Ah claro, con eso se comunican! Pero suena siempre igual… ¿Qué pueden decir con ese ruido?
Ernesto Federico pareció un poco molesto por el comentario.
-No es siempre igual. Hacen muchas y sutiles diferencias que con la práctica se pueden aprender. Sobre una base estándar que podría ser de cinco tucus por vez, ellos van introduciendo diferencias de décimas o hasta centésimas de segundo, que junto con la entonación y los acentos… Porque cada tucu tiene su propio acento aunque parezcan todos iguales.
Al escuchar que la base de comunicación eran cinco tucus seguidos, Manuel salió de su nube.
-Cinco golpecitos cada vez?
-No siempre. Esa viene a ser la base, con la que codifican una idea o concepto.
-¿Una palabra?
-Sí, viene a ser una palabra. Yo he logrado reproducir todo su lenguaje en la computadora ya que tucutucar con nuestros órganos es muy difícil.
-Pero parecen seguir viviendo como cuando eran animales…
-¡Siguen siendo animales, Manuel! Igual que nosotros. Hasta han elaborado complicadas filosofías políticas… La suya es una verdadera sociedad anarquista.
-Como el Cholo… Así que no tienen propiedad privada?
-No, no la tienen pero eso no los hace anarquistas. El asunto es que no tienen jefes ni gobierno de ningún tipo.
Manuel se acordó de ese detalle que le estaba marcando Ernesto Federico y tal vez se puso colorado. Es decir que sin duda se puso, porque él debería ya saberlo. ¡Cuántas veces se lo había explicado el Cholo! … ¿por qué sería tan boludo?
Pero nadie vio los colores en la cara de Manuel. Ernesto Federico estaba demasiado entusiasmado con su tema predilecto, los Tucu tucus, como para detenerse en detalles, así que entonces continuaba con la explicación de que sus amigos conversaban todo el tiempo mientras hacían sus galerías, comían su comida o simplemente corrían carreras que era su único deporte conocido. Un individuo lanzaba una frase, una afirmación, para que otro la repitiera con pequeñas alteraciones que venían a ser su contribución al diálogo, después otro que escuchaba eso a su vez modificaba más la frase original y así la idea iba circulando, de uno en otro, siendo ampliada y mejorada cada vez.
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