Ya no durmieron más por esa noche. Miraron el techo largo rato en silencio, sin darse cuenta cada uno, que el otro estaba en lo mismo. Después, más tarde, cuando la situación se hizo evidente, giraron los cuerpos para enfrentarse y mirarse ellos, frente a frente, aun por unos momentos sin hablar. Fue Magdalena la primera.
-Bueno, contame.
-¿De dónde salió el pedacito de aceituna?
-No te hagas el boludo.
Manuel tuvo que hablar. Comenzó despacio, tanteando la reacción de ella, temeroso de que se espantara y corriera como el otro día. Pero como nada de eso parecía ocurrir se dejó llevar por las historias y durante largo rato habló sólo frente a los ojos abiertos de la flaca. A grandes rasgos contó y explicó lo más importante, insistiendo en el punto de diferenciar las bolas de los ovnis, que no era fácil. Para él los ovnis eran ovnis y las bolas…eran bolas.
-¿Y vos creés que todo eso ocurrió de verdad, que fueron cosas reales?
-A mi no me parecen muy reales, pero así ocurrieron.
-No lo habrás imaginado o soñado?
-Magda, ¿qué me decís de las babas y el pedacito de aceituna?
La flaca calló. Sus grandes ojos observaban a Manuel y decían “Estás loco, loco. Pero igual te quiero.”
Ese era el punto. De qué le pudiera servir a Manuel su amor, si sólo era que lo quería. Si no pudiera hacer otra cosa por él que quererlo. Si no pudiera por lo menos tomarle de la mano y hacerle entender que ya no le soltaría?
Manuel insistió.
-¿Y qué me decís de cuando me viste que me encendía y me apagaba…?
-Pero eso es imposible, Manuel!
-Ya se, flaca, que eso es imposible… Pero sucedió…
-¿Y ahora querés hacer brujerías con esas piedritas…?
-Esas piedritas son la único que conservo de mi abuelo.
-Perdoname.
-No me dejes.
¡Qué lo iba a dejar! Por lo contrario, Magda se sintió de pronto más unida a él que nunca. Se estaba embarcando en una aventura donde arriesgaba todo. Apostando el resto, por plata o mierda.¡ Por el flaco!
-Está bien… Yo te creo.
Entonces Manuel sintió la presencia palpable del alma de Magdalena allí frente a él. Dos almas vibrando frente a frente… ¡Qué bolas las de la flaca, tirarse al vacío por él !
Quedaron en silencio por un rato más. Después sin haberlo acordado se fueron vistiendo y allegándose a la cocina a preparar desayuno para ambos…
Amanecía sobre Lagomar Norte. La tormenta de la noche anterior había desaparecido y en su lugar un cielo espléndido, aunque aun incoloro, iluminaba sobre los pinos y un poco entre ellos hasta las casas silenciosas y los patios y aun el suelo donde gotas ovales de agua aun restaban luminosas sobre las hojas de los pastos, sostenidas por invisibles vellosidades.
Era todo silencio. Por la puerta abierta de la cocina se veía una franja del patio… la carretilla y sobre ella un rastrillo… Más al fondo el gato gris del Toba miraba sereno y pensativo a un cascarudo negro que con infinita paciencia atravesaba justo aquella franja del patio…
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