martes, octubre 24, 2006

105 - Me quiero ir pa mi casa!

De los ojos del arcángel salieron dos largas lenguas de fuego que llegaron a chamuscar las pestañas de Manuel así como sus oídos fueron lastimados por los insultos que por lo bajo, aunque no tanto, lanzaba la boca del alado. Maldiciones y simples puteadas mezcladas con amenazas, que por ser quién las decía, no eran de tomarse en balde. Entonces comprendió que no le iban a contestar su pregunta de hasta qué punto podía comprometer un juramento como ese, arrancado en tan especiales condiciones. Sólo por haber quedado medio idiota por la caída en los abismos negros era que se le había ocurrido preguntar esa estupidez que nadie estaba voluntario en contestar… ¡Nada menos que frente a las cámaras de la Cadena del Eterno! ((( ¿y si lo mando al carajo frente a la cámara?)))-((( Ja, ja. ¡Me capan!)))-todo eso pensó y…- Entonces los dioses también temían algunas cosas… ¿Al diablo? No, que le iban a temer a los diablos si ya los habían cagado y mandado a los abismos! Sería tal vez a los que sintonizaban la Cadena del Eterno? La opinión Cósmica de todos los ángeles y los muertos idos al cielo. El viejerío comesantos de todos los tiempos que miraría el espectáculo tridimensional con un rosario en la mano y persignándose a cada escena “fuerte” como la niñita llorosa que por fin a encontrado su madre perdida…
Se había producido un silencio y seguro que el ángel acababa de hacerle otra vez la pregunta y estaba pasando el tiempo durante el que razonablemente debería responder “Sí, juro.” Si era que él quería jurar aquello puesto que no sabía hasta qué punto un juramente arrancado así en esas especiales circunstancias lo podría comprometer a…Bueno, él agarraba y juraba y se acabó!
Pero cuando levantaba ya la mirada para enfrentar al ángel y decirle “Sí, juro.” Fue que por casualidad su mirada se enfocó en aquel trasero espacio entre dos pesadas columnas de mármol donde una figura de macaco peludo saltaba y hacía señas con ambos brazos y con la cabeza de un lado a otro como diciendo NO, no… ¡Era la misma cara del abuelo Abelardo! Y era él, en persona. ¡Qué casualidad….! Y qué oportuno…
-No señor ángel. Yo no juro nada!
-¡Satanás! ¿Osáis acaso negarte a servir al Señor?
-Andá a cagar. Yo me quiero ir pa mi casa!
Se armó bruto relajo. El ángel se puso tan nervioso que saltaba sobre los cables de transmisión e intentaba cortarlos olvidando que las cámaras eran autónomas y flotaban en un campo de plasma de baja densidad sobre las cabezas del angelerío –que como se sabe tienen alas de pacotilla- lo que les da una agilidad vertiginosa para captar la imagen justa en el momento más justo en este mundo tan injusto. Pero había que disimular los movimientos –de eso se había olvidado el ángel- para no crear patrones visuales de situación panicosa que ipso facto atraerían al lente tridimensional de alguna cámara para lograr el mejor ángulo dentro del punto de interés emergente! No se podía cortar la transmisión de las imágenes aunque sí el sonido, como se hizo para el momento que se sentía la primera de una serie de explosiones cada una más cercana que la otra. Probablemente no se llegó a emitir más que la primera o a la sumo la segunda pero nada del griterío angelical y el barullo de aleteos al pedo que sucedieron al momento que se corrió la voz de que estaban siendo bombardeados otra vez por el Diablo. Eran bombas de mierda las que caían y explotaban largando su materia fecal por sobre aquella magnífica ciudad de Dios, sus pirámides y sus jardines. Bombas de mierda de un poder cagático inconmensurable, como estaban ya casi acostumbrados en los últimos lustros aunque nadie fuera capaz ni en los cielos ni en la tierra de acostumbrarse a aquel asqueroso olor que todo lo iba penetrando por mucho que las supermangueras robóticas lanzaran océanos de agua florida sobre las pirámides y sus merodeadores que entre otras cosas lo que sí estaba logrando era que muchos resbalaran escaleras abajo y fueran a dar allá en el valle dónde un amazonas de mierda fluía arrastrando un guiso de alas y de liras.
Manuel comprendió que se había quedado solo. Se habían olvidado de él en el apuro por protegerse cada cual a su manera y tenía que aprovechar el momento para intentar irse de allí… Por dentro de la pirámide misma seguro que habría alguna salida pero… prefirió acercarse al borde de la plataforma y encarar los infinitos escalones de la bajada…

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