No había andado ni una cuadra cuando a la luz de una esquina reconoció a la flaca que venía hacia él. Levantaba los brazos y señalaba algo como queriendo advertirle o tal vez a comunicarle alguna cosa que en su ausencia hubiera ocurrido. Un poco más cerca ya empezó a hablar a gritos.
-Vi un resplandor arriba tuyo! ¿Qué pasó?
-Ah, lo viste? Entonces me vas a creer que vengo de encontrarme con el abuelo en el cielo.
-¿Cuándo?
-Toda la tarde… Quiero decir que varias horas, pero aquí… Seguro que viste un solo resplandor…
-Entonces tu abuelo está en el cielo?
-No, sólo fue a rescatarme. El Diablo bombardeo el cielo con mierda y él aprovechó la confusión para sacarme en su cachilo de papel.
-¡Ah, qué tarado! Me estabas jodiendo…!
-¡Magda! Me acabo de bajar de la bola del abuelo Abelardo. Es decir de Oesterheld, que se la prestó para eso.
-¿Pero qué hacías en el cielo?
-Me tenían agarrado. Quieren que denuncie a los pecadores… o algo así…
-¿En el cielo, frente a Dios?
-¡No, qué Dios! A Dios sólo llegan los ricos. A uno como nosotros lo hacen pasar por un montón de oficinas llenas de pelotudos que te piden siempre tu número, tu carné y esas cosas… Pero che, cambiando de tema… En casa no ha de haber nada para comer y yo ando muerto de hambre…
-Pasamos por el autoservicio del chino… Pero contame. ¿Qué te dijo tu abuelo?
-Uh! Un montón de cosas… Me enseñó cómo se usan las piedras. Las veinticinco! Es un poco complicado pero después vamos a probar.
-¿Y Dios, qué hacía?
-No te digo que no lo vi ?
-Quiero decir cuando el Diablo bombardeaba… Los santos, los ángeles, ¿no hacían nada?
-Primero se cagaron tanto que no sabían para dónde rajar, después… Bueno, yo no lo vi pero dice el abuelo que se defendían con unos cañones viejos que disparan oraciones. La bola del abuelo tenía un agujero que le había hecho un “gloria”, que es una pequeña oración. El lo había remendado con varios pedazos de papel higiénico pegados con engrudo, pero dice que si en vez de ser un “gloria” le hubieran dado con un “padrenuestro” no hubiera contado el cuento. Ni decir del daño que puede llegar a hacer un “credo” o alguno de esos rezos en latín que son un verdadero plomo… Claro que la defensa que estaban haciendo era muy improvisada. El ataque los agarró desprevenidos, fijate que no llegó a despegar ni una de las escuadrillas de arcángeles que están artilladas con ristras de “rosarios” que revolean y tiran como boleadores y arrasan con todo lo que encuentren en su camino… Hablando de ristras, el abuelo me contó algo gracioso. ¿Sabés por qué los del cielo andan siempre prendiendo incienso?
-Yo qué se…
-Para tapar el olor a ajo! Resulta que son muy supersticiosos, creen que el ajo espanta a las serpientes y como suponen que el diablo es una especie de serpiente, meten ajo en todos lados…Después se asquean de tanto olor a ajo… ¿No te parece gracioso…?
-No. ¡Ja!
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