Se había puesto pálido y ya no se reía al tiempo que levantaba el vaso de la mesa para darle un sorbo acompañado de un gesto que parecía decir. Bueno, contame la verdad. Estoy dispuesto a escucharla, aunque le sienta un tufillo de cosa jodida que se me viene encima. Manuel miró a la Magda y pensó si la que había pensado sería en serio la mejor manera de empezar la historia. De no asustarlo demasiado. Sin embargo abrió la boca y dejó pasar las palabras pensadas que iban formando la historia dicha de una manera simple. En la primavera pasada había sido raptado por una bola hueca y lo habían hecho aparecer aquí en Guichón, pero en 1967, para que Bosco le hiciera entrega de una cosa que era lo que le había dejado su abuelo al morir.
-¿Bosco?
-Si, tu vecino, digo…Cuando estaban allá…
-Y quién era tu abuelo?
-Abelardo Goiticoechea, yo entré a su casa, ese día, no había nadie porque se habían ido para Minas… De donde nunca volvieron creciendo al abuelo de Manuel allá. Más tarde, por cierto se volvió a mudar para San José de Carrasco tratando de seguirle los pasos a su Hija Margarita que se le había fugado de la casa atrás de una barra de Hippies, y bueno… Mi madre se juntó con otro y fue a vivir a Lagomar Norte, donde yo nací. Se da cuenta? Pero ahora estamos escondidos en una cueva porque nos andan buscando los ángeles! ¿Se da cuenta?
-¿Los ángeles?
-Y los milicos también….
-Pero ¿Qué mierda estás diciendo loquito?
Entonces cayó en la cuenta de que Magda le había estado tironeando la remera desde que dijo los ángeles y el Flaco se empezó a poner raro otra vez. Tenía que explicarle.
-Nosotros somos los de las bolas blancas que anduvieron haciendo piruetas no hace mucho por aquí arriba.
-A no! Es mucho! No te puedo aguantar!
-¿…no me creés…?
-¿Qué era lo que querían pedirme?
Manuel y la flaca se levantaron de los asientos casi ofendidos. El Flaco estaba suponiendo que habían armado toda esa historia estrafalaria sólo para terminar pidiendo una ayuda!
-Vení con nosotros. Te vamos a mostrar algo que te va a convencer.
No, no podía ser posible que este par de muchachitos terminaran siendo asaltantes que estuviesen tan idos al carajo como para venir a ejercer su profesión justo por aquí. No, no podía ser.
Así que fueron los tres caminando casi el mismo recorrido que habían hecho los dos un rato antes, pero ahora acompañado de saludos. Cuando cruzaron la avenida por la esquina del hotel, Oscar se volvió a poner serio.
-¿Y hasta dónde me piensan llevar?
-Falta una cuadra. ¿Te gustaría hacer un vuelo esta noche?
-
(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)
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