sábado, junio 16, 2007

327 GIOCONDA MADRE

La conversación estaba interesante pero ellos tenían muchas cosas para resolver en el día. En primer lugar conocer al hijo de Julieta y asegurarse de que no estuvieran corriendo riesgos inútiles. Hacer lo mismo con respecto a Margarita y su casa. Tratar de conectarse con Vittorio Giorgionne y su casi pariente Pepponne para saber la situación en la capital y… y después de todos eso organizar las provisiones para trasladar a la nueva base secreta. Necesitaban dinero, ahora más que nunca, constante y sonante, como para comprar los materiales de las nuevas bolas y comida para una semana. De eso, daban por descontado, se encargaría Ernesto cuya fortuna parecía no tener fin aunque había estado sufriendo derrames sucesivos. Hasta las botellas de plástico las iban a tener que comprar para no exponerse demasiado por las calles que ahora estaban en poder del enemigo. Elementos de cocina y recipientes de todo tipo sin olvidar frazadas y ropa de abrigo para esas noches otoñales.

Sobrevolaron El bosque al ras de los pinos, derivando al norte, para la casa del Rulo a la que iban. Cuando asomó la primera bola, en el claro anterior a la casita, pareció que era rosada, un rosado huevo gigante de ñandú, que se bamboleó sobre la calle y descendió el tiempo justo como para que los pies de Manuel llegaran al piso. Lo dejaron como un aparecido en el medio de la nada y se fueron a ocultar en claros del monte que se veían bien estando arriba -ese era el problema.

Manuel se acercó y entró a la casa como tantas veces lo había hecho sin ninguna preocupación sobre el alma. A visitar a los primos, venía, con especial interés hoy que iba a conocer su sobrina recién nacida, la hermosa muchachita que pronto correría y cantaría por sobre el viejo planeta. No traía nada para regalar, a no ser las buenas ondas que manaban de su pecho y que ni tanto iba a necesitar la criatura estando en brazos y en pechos de Julieta, la muy bella, la muy madre que mientras la beba mamaba, miraba a su alrededor sin saber cómo expresar tanta alegría. Aquella escena, sacudió a Manuel mucho más de lo que esperaba, la vio como un cuadro, como una Gioconda madre y su bebé, como…Le temblaron los labios al acercarse a dar los dos besos en las dos mejillas apenas tostadas, la una de delicadas líneas y la otra redonda para llenarse los cachetes con la leche de la madre. No era una pintura sino- lo comprendió al retirar sus labios de la tibia piel- aquello que el cuadro nos quiere decir a veces y que lo termina de hacer perfecto. Cuando nos damos cuenta … de que toda la realidad empieza donde terminan las apariencias y que sin embargo… las apariencias nos dan a entender bastante bien. Era importante estar allí en ese momento, parado contra la pared y sonriendo al decir las cosas que siempre se dicen en estos casos, porque no hay palabras más perfectas que las tontas que todo el mundo dice para expresar los sentimientos primitivos de admiración ante la obra del amor. Repitió varios preciosa y buscó los parecidos que pudiera tener aquel montoncito de carne redondeada con las fachas de sus progenitores y antepasados. Ninguno, por supuesto y lo sabían aunque fuera una manera más de suponer personalidades futuras que el nuevo ser se encargaría de desmentir luego de pasar por momentáneas coincidencias con lo que se le ofrecía como modelo.

Sintió que los otros volvían y que lo mismo iba a tener que hacer. Ah. Por unos momentos había logrado olvidar las peripecias por las que estaban pasando por culpa de este mundo que se le ha antojado cambiar justo encima de sus cabezas!

(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)

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