Después siguieron las preguntas y las respuestas. Quedó en claro que la cueva habitada más cercana era en el kilómetro 20, San José de Carrasco, donde vivían dos personas permanentemente y tres otras que entraban y salían. También en ese caso la caverna era vecina a una pequeña comunidad de Tucu Tucus gigantes de cuyos miembros habían llegado los comentarios sobre los humanos cavernarios y sobre la ubicación exacta. La parte principal de la caverna quedaba justo debajo de la oficina de UTE y por las noches esa gente subía hasta una tapa en el piso, supuestamente inútil, para hacer uso de las computadoras. No, las galerías de la comunidad de El Bosque no llegaban a conectarse con las de allá, pues se interrumpían unos cincuenta metros antes del arroyito que desagota la laguna.
Mas al norte no había cavernas tan importantes, pero sí una de las comunidades más grandes de Tucus gigantes con miles de miembros, con muchas salidas por las rutas 101 y 102 tanto como sobre la carreterita llamada Aerosur que conecta Gianastasio con el Aeropuerto de Carrasco.
Trum Urum describió esa comunidad con indisimulado orgullo. Se trataba de la metrópolis de los Tucus, con más de mil quilómetros de intrincadas galerías.
-Todos esos campos del aeropuerto están encima de la mayor maraña de cuevas hechas por los de nuestra especie…
Manuel a esa altura bromeo sobre que en cualquier momento algún avión se iba a enterrar de trompa pero, o no entendieron la broma o no les causó ninguna gracia.
Trum Urum y Porum Trucú siguieron con su relato aun más allá de lo que nadie les había preguntado. Pronto estuvieron entrando en los aspectos cuantitativos de todas las cuevas, sus volúmenes métricos, la acidez o alcalinidad de sus terrenos y la composición porcentual de sus atmósferas. Los humanos tuvieron que detener aquel alud de cifras para poderse centrar en lo que realmente interesaba.
-Y por casualidad, ¿saben ustedes si esos humanos de San José de Carrasco han estado tratando de comunicarse con otros grupos por intermedio de la computadora?
-Sí, sabemos que han mandado un mensaje…Ese mismo que ustedes tienen en la de ustedes…Claro que este lo trajo en persona un congénere nuestro al que le pidieron el favor cuando supieron que ustedes desconectaban la compu.
-¿Y cómo lo supieron?
Los bigotes del morro de Porum se achataron sobre el labio.
-Bueno…Nosotros… es decir nuestra comunidad y la de ellos intercambiamos a veces comentarios sobre todo…
Ernesto se puso rojo.
-¿Y cómo entró eso a la computadora de aquí?
Ahora Porum miró el suelo y lo mismo hizo Trum.
-Fue uno de nosotros, el que recibió el mensaje. Tenía miedo de olvidarse de alguna palabra y se sentó frente al teclado a escribir aquello.
Los tipos se parecían bastante más a los hombres que lo que cualquiera se hubiera imaginado. Confesaron por último que estaban estudiando idiomas. Aprendían palabras de cualquier modo y cuando ya podían sin duda su significado y ámbito de aplicación las intercambiaban, primero dentro del grupo local y después con las otras comunidades.
Tampoco la vergüenza les era ajena. Muy avergonzado estaba todavía, según dijeron, el pobre Tucu que se había comedido a escribir aquel mensaje y a punto de terminar se le redujo el tamaño de las letras del último renglón. No lo había podido remediar!
narrativa
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Las cuevas del aeropuerto.
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