Entraron al local y fueron al mostrador con la lista de los materiales. Rulo la desdobló después de sacarla del bolsillo de atrás. Vino el empleado. Se la dio. El empleado amagó a irse. Rulo le pidió que antes le hiciera la cuenta de cuanto dinero sumaría. El empleado -un extraño de pelo largo- tomó una calculadora en una mano y con la otra una birome. Se enfrentó a la hoja del pedido que había puesto sobre el mostrador donde leyó. Veinte litros de pintura acrílica. Con la mano en que tenía la birome quiso teclear 20x en el teclado, pero la birome le molestaba los dedos para apretar las teclas, así que fue a dejarla sobre el mostrador. La mala suerte hizo que la birome rodara y fuera a caer por delante. Rulo se la alcanzó y él le dio las gracias pero haciéndolo se olvidó de cuantos litros eran y entonces, ya con la birome otra vez en la mano, dirigió la mirada al papel y se dijo en voz alta “veinte” mientras volvía a mirar el teclado de la pequeña maquinita. En eso se dio cuenta que no tenía que multiplicar nada porque los precios estaban en la computadora por envases y no por litros. Pero la computadora la tenía el otro empleado –al que no quería preguntarle nada- así que… Por supuesto que había una lista de precios escrita que él ya había visto y que en ese momento…-paseó la mirada por todo el entorno- estaba exactamente allí debajo del mostrador y de aquellas fetas de mortadela que no había podido terminar de comer porque estaban revenidas. Tomó la lista y buscó pinturas acrílicas en tambores de veinte. Encontró dos distintas. Pintura acrílica al agua y látex acrílico.
-¿Usted dice látex acrílico?
-Pintura acrílica.
-Pinturas acrílicas son todas. Dígame, ¿látex o al agua?
-No, al agua no que se sale sola!
-¿Látex, entonces?
-Látex… ¿Pero esa no es la pintura sintética común que brilla mucho?
-Son las que hay.
-Pero si otras veces he llevado.
-¿Cuál?
¡Qué iba a saber Rulo cuál había llevado! Para él había una sola pintura acrílica desde que el año anterior se la había sentido mencionar a don Colucho que fue cuando se le ocurrió agarrar también changas de pintura, total que al rodillo y al pincel los sabía manejar y… sabiendo qué pintura usar… Se acordó del tambor que había comprado la última vez -la única- era…¡claro!
-Es una que viene en unos tambores que son más anchitos en la parte de arriba!
-Todas vienen en tambores más anchitos…
-Una que es espesita, medio cremosita.
-¿Te destapo un tambor de cada una y vos tanteas?
-¡No, pará! La común, la que llevan todos!
-Sabés qué? Yo entré a trabajar aquí ayer. Hay doce marcas de pinturas de cómo veinte tipos distintos. Cuatrocientos largos de tornillos en tres tipos de roscas diferentes y cinco formas de cabeza, con arandelas, si el cliente las pide, de cuatro formas. Hay aparatos sanitarios, azulejos y baldosas de Pórtland y de cerámica. Ladrillos de campo y de prensa, aparte de los huecos llamados ticholos y los de cemento y arena llamados bloques. Todos ellos de diferentes procedencias y calidades, ni que decir de medidas y precios. Caños de plástico, de plástico especial para agua caliente, plastiductos comunes, caños galvanizados y de bronce… Grifería nacional e importada, desagües, cajas sépticas, chapas de cinc, de fibrocemento, de plástico y cartón alquitranado. Tanques también de fibrocemento, de plástico o de acero inoxidable… ¿Creés que encima tenga que saber cuál es la pintura preferida?
-No flaco, no te calentés. Yo no sabía que habían dos tipos de pintura acrílica!
-Yo tampoco.
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