Al cabo de un rato volvió a aparecer el tema olvidado. El tema de si Ernesto por fin había encontrado la manera de meter la contestación en algún lado. En algún buzón del espacio cósmico o más modestamente en una botella arrojada al Mar de los Sargazos. Preguntado sobre eso contestó que el método posible requería un aporte muy grande de energía, y que, aunque pasaba cerca de ahí un cable de alta tensión, no le parecía práctico depender de esa energía. Sería algo muy peligroso.
Cuando Giorgionne bromeó con esperar a que cayera un rayo, como en aquella vieja película, fue que Manuel propuso buscar métodos más sencillos.
-Podríamos recurrir a los Tucu Tucus. Ellos hacen cuevas muy largas. Se han de encontrar con muchas cosas bajo tierra como cuevas o cavernas. Tal vez sepan si hay otros humanos en otra cueva… Yo no creo que ese mensaje haya llegado desde muy lejos.
-Podría ser de cualquier parte del mundo, -objetó Giorgionne.
-No lo creo. Si estuvieran lejos no habrían podido entrar a la computadora.
Ahora Ernesto se interesó.
-¿Y por qué se te ocurre que no?
-Porque la compu no estaba conectada. No podían entrar por el cable. Tienen que haber venido…-hizo un gesto revoleando los dedos-…por el aire.
-¡Ven que es un genio! Tiene razón, por mucha energía que dispusieran tendrían que estar muy cerca para lograr algún resultado!
Acordaron de inmediato pedir ayuda a los Tucus. Ernesto tenía amistad con cuatro o cinco de ellos y un parlante instalado en la boca de una galería que funcionaba conectado a la computadora y a un programa traductor Español-Tucu Tucu-Español. Sólo era cuestión de llamar a alguno de ellos, pero primero les iba a hacer una pequeña demostración.
Aprontó las cosas y se puso a decir cualquier palabra por el micrófono. Por los parlantes del costado salían sucesivos chorros de tururúes supuestamente en idioma Tucu. Después invirtió los términos. Emitía sonidos tipo tururú y por el parlante iban saliendo imperfectas pero entendibles palabras en español.
-Como ven mi pronunciación no es muy buena.
Enseguida hizo el llamado.
-“Atención les habla el hombre primitivo. Quisiera pedirle un favor a Trum Urum o a Porum Trucú, o a los dos si pueden venir a la Galería Máxima. Tengo jugo de macachines.”
Vinieron los dos. Enormes, peinados y muy perfumados con olor a menta. Ronroneando entre ellos se fueron a ubicar frente al pedestal bajo del micrófono del suelo. Desde allí, cuando Ernesto hizo una presentación genérica, cabecearon varias veces con mucho respeto y esperaron la explicación de cual era el favor que se les pedía.
Cuando la pregunta estuvo hecha. Trum Urum tomó la palabra.
-Siempre ha habido hombres viviendo en cavernas…
-No por gusto, -acotó Porum Trucú.
-Al principio para protegerse de los tigres diente de sable, de los rinocerontes de tres cuernos y de los búfalos primitivos…
-Venite más al presente.
-Más en nuestros día se llegaron a construir pequeñas ciudades como refugio de una probable guerra atómica…
-En el presente y en esta zona!
-Bueno, hoy por hoy y sólo en el departamento de Canelones hemos contado quince humanos que habitan permanentemente en cuevas y otros treinta y cinco que entran y salen por períodos variables.
narrativa
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