La fuente de información de Ernesto siempre había sido la misma. La computadora. Especialmente desde que lograba meterse en aquellos lugares a los que nadie le invitaba.. Ahí estaba la gran memoria que el no dudaba de que existiera en otro lado, ordenada y completa, pero que encontraba aquí, desordenada y caótica, aunque siempre dispuesta a que él la ordenara.
De eso quedaron hablando un largo rato hasta que su ego logró recuperar buenos niveles de autoestima.
-Y de los milicos, ¿qué sabés?
-¿Cuáles milicos?
-¿Cuáles van a ser…? Los milicos de la dictadura…que todavía andan sueltos.
-Ah, sí. Algo he visto pero…prefiero no hablar de eso. Sólo te podría decir mis conjeturas…
-¿Coyunturas…?
-No, conjeturas. Quiero decir que no estoy seguro de nada.
-Yo creo que algo han de tener que ver con todo lo otro… están preparando algo…
Entró Giorgionne en la conversación.
-¿Por qué suponés que estén preparando algo-…? ¿Qué estarían preparando…?
-Manuel no quiso contestar. Tenía aun un poco de miedo a meter la pata.
En cambio Ernesto agregó:
-Hay algunas cosas raras… Pero ustedes saben que ellos no se llevan muy bien con las computadoras. Prefieren los celulares. Si pudiera poner a punto mi programa “Lechuza” tal vez interceptando las llamadas, podría averiguar en qué andan…¿Qué te suponés vos?
-Un golpe de estado.
-¡No muchacho! Eso ya pasó. Sólo se preocupan de que sus crímenes queden impunes como hasta ahora.
-A mi Oesterheld me llevó a un lugar a que escuchara lo que hablaban…
-Me podés recordar quién es ese señor?
-Un desaparecido.
-Sí eso me lo habías dicho. Pero qué tiene que ver con nuestra historia?
-Te dije que la bola en que mi abuelo me rescató es suya!
-Sí, ahora me acuerdo. Un desaparecido, ni muerto ni vivo, que se preocupa por destapar las tranzas de aquellos que… ¡Lástima que no podamos hablar con él!
-Tal vez podamos… -murmuró Manuel y se quedó callado. Sentía la incómoda sensación de no saber si aquello estaría bien. Revelar ese secreto. Bien que ya se lo había revelado a Giorgionne en el consultorio, entonces lo había hecho para demostrar que no estaba loco. Abelardo le había dejado los guijarros para comunicarse entre ellos. Nunca le había dicho que pudieran ser usados para otra cosa… Incluso había tenido sus dudas y por un tiempo había querido evitar que llegaran a sus manos… Para evitar seguramente que él se viera involucrado en todos esos líos del más allá. Pero…ahora ya estaba metido hasta las bolas!
-Voy a buscar los guijarros. Giorgionne, vos podrías ir explicándole a Ernesto… Ah, cuando vuelva voy a traer un nuevo socio… ¿Están de acuerdo?
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los crimenes impunes
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