martes, febrero 27, 2007

226: EL PODER ESTA EN LAS BOLAS

Cuando levantó Cholo la mirada del piso, se encontró con la sonrisa incontenible de Manuel que le estaba mirando distendido entre los paralelos brazos de la Magda. Había un doble sentido en esa mirada. La diversión por el mal momento que le había hecho pasar y el placer de comprobar que estaban pensando en paralelo sobre las mismas cosas. Pero Cholo no quería tener líderes y no los iba a tener a menos que un fenómeno extraordinario le demostrara que hay alguien que en definitiva las tiene claras y cuyas intenciones son más transparentes que el agua entre las piedras… Y menos este guacho que está madurando a fuerza de cosas raras que le pasan pero que tiene una concha en la cabeza y en ves de pensar mira los culos…! Aunque sea un buen loco.

-No te la creas! O acaso vos resolviste el problema del poder?

Manuel hizo como si no hubiese entendido lo que el otro decía, en cambio atendió al movimiento brusco de la intención de hablar de Ernesto y le contuvo el silencio para que el negro grande explicara su punto de vista tranquilizador con respecto al peligro de ser dominado por el poder. Decía que el poder domina y destruye a los espíritus débiles que no tienen tanta coherencia interna como para soportar los salvajes pataleos del poder que se han tragado. Se hinchan desmesuradamente hasta perder contacto entre las partes y desaparecen disgregados por los espacios siderales dónde la falta de información les impide volver a juntarse. Pero los espíritus fuertes, en cambio, pueden contener una gran cantidad de poder que usan para hacer mejor lo que ya de antes querían hacer.

A Magda le pareció bien, dejó incrédulo al Cholo, dudoso pero indiferente al Dengue y ni fu fa a Manuel.

-Pero ahora tenemos sólo una bola y en cualquier momento se nos prende fuego. Eso no es tener poder…

Ahora el Cholo se puso pálido. Estaba hablando de la construcción del poder, de la acumulación! Magda sonrió. Ernesto se contuvo.

-Para cuando les digamos que no a los políticos tenemos que tener diez bolas más!

Todos corearon:

-O nos aplastan!

Desde un recodo de la Galería Máxima sonó un voz cavernosa que decía:

-No. No. No lo pienso permitir!

Era mandinga quien apareció detrás de la única estalactita que había, vestido como de Samurai con una enorme espada atravesada en el lomo, sus rasgos antropoides y unos enormes zapatones hechos con casi cuarta vuelta de viejas cubiertas de autos.

El Cholo pensó en una ridícula pareja con el Chapulín Colorado. Para Magda era demasiado caballuno. Para el Dengue un capo. Para Ernesto, aunque no quisiera que se dieran cuenta, una tranquilidad.

Manuel supo que todo estaba en marcha.


(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)


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