Por fin Mandinga se decidió. Vengan, -dijo, al darse vuelta y enfilar hacia las altas palmeras que parecían formar una avenida de copas redondas por sobre el follaje abigarrado del oeste. Allí nomás, ni bien atravesaron cien metros de espesura, estaba la ciudad -gran aldea, entre nosotros- tal vez la capital de aquel reino de gigantes desnudos que parecían no tener otra preocupación que el baile y la sensualidad. Mandinga les llevó por entre chozas redondas puestas en lugares sin orden ni propósito, cuyas puertas y ventanas abiertas apenas ocultaban los interiores con livianas cortinas de gasa que ahora volaban silenciosamente en la brisa que se había puesto a soplar.
-Ahí adelante tienen la plaza principal, enfrente la vieja casa de mi familia y hacia la derecha, en esa casa muy alta vamos a encontrarnos con todo lo necesario para una expedición de rescate.
Era una especie de garaje inmenso que por fuera presentaba la misma traza que las chozas y por dentro estaba lleno de cosas raras, entre las que Magda y Cholo pudieron reconocer un bola totalmente negra con tibias cruzadas a la manera pirata.
-Es mi bola personal, -apenas dijo.
-Por qué no fuiste con esta a la tierra?
-No, me hubieran dado caza enseguida. ¡Estamos muy vigilados!
-Entonces no la podremos usar…
-No tenemos otro medio. La de ustedes no tendría potencia como para hacer lo que tenemos que hacer…
-Y qué es lo que tenemos que hacer…?
-Entrar al purgatorio.
-¿Nos estás jodiendo?
Mandinga hablaba en serio. El Purgatorio resultó ser un lugar como cualquier otro donde desde tiempos antiquísimos Yahvé había encerrado a sus enemigos políticos… Como cualquier otro entendiendo que todos los lugares no son más que lugares hasta que una mente perversa los transforma en centros de tormentos y encierro. El Purgatorio era eso y también con la mayor hipocresía, el lugar donde se intentaba recuperar a los pecadores con métodos parecidos a los de La Naranja Mecánica., pero desde dentro de la mente. Generando pensamientos que se confunden con las experiencias reales hasta en los detalles más crueles. Se suponía que eso debería generar en el sujeto una fuerte voluntad de cambio adaptativo a lo que se suponía era las reglas del juego, cosa que no ocurrió en ningún caso tras siglos de tratamiento, llenando en cambio todos los “pozos-del-ser” con mentes tan enmarañadamente confusas que con seguridad iban a necesitar algunos millones de años para volverse a poner en orden e intentar salir de aquel agujero. A Manuel y al Pepe posiblemente le tenían reservado algún lugar así porque no era imaginable que ante la corte celestial hubieran optado por declararse arrepentidos…
-Para que los soltaran pudieron haberlo hecho.
-Los ángeles no son tan tontos…Les miran el aura cuando ellos hablan…
-¿Así que aquí nadie puede mentir?
-Es difícil, pero no imposible. Hay que estar convencido de que la mentira es verdad.
(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)
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203: Vayamos al Purgatorio.
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