lunes, febrero 12, 2007

210: METERSE A LO HONDO

-Y… siempre quise hacerlo pero recién lo logre allá cuando me tenían colgado del aire y la cabeza llena de luz.
-¿Cómo lo lograste…qué hiciste?
-La luz esa se metía en mi mente y me iba gravando ideas. Lo que logré primero fue hacer como un escudo que me volvía sordo y ciego para todo lo… Después me dí cuenta de que eso era manejar la mente. Lo que yo siempre había querido hacer porque una vez lo había leído en una historieta.
-¿Y cómo lo hiciste?
-Preguntale al Dengue que está con ganas de decir algo.
Cholo miró a Dengue no comprendiendo que pudiera tener que ver con lo que había hecho Manuel en el Purgatorio. Pero Dengue sí que tenía ganas de decir algo hasta con el brillo de los ojos.
-¡Aja! Es como dice Manuel, uno se defiende con lo que tenga. Yo lo hice cuando gurí…cuando me pegaban y me puteaban…
Ahora preguntó Manuel.
-¿Y después cómo quedabas. Después que ya te habían dejado de putear?
- Ah, después? Y…que quedaba medio tarado por un rato, no me importaba nada. Es lo mismo que cuando chupo…Me acuerdo que un día que me habían dado una biaba bárbara y me habían dicho… Bueno, salí a los tumbos disparando y me choqué con el Chumbo que venía por la calle. No lo podía conocer y el me sacudía la cara para despertarme…!
El Cholo insistió con su punto.
-¿Y cómo lo hacías?
-Ah, cuando no te queda otra lo hacés. Te metés más para lo hondo, donde nadie te puede seguir.
Entró Giorgionne.
-Una técnica de supervivencia perfecta!
Y Ernesto Federico:
-¡Ahora son dos los…
-¡Vieron que yo no soy tan raro!
-Qué vas a ser raro m’ijo. Sos inteligente como tu abuelo.
Manuel se rió. Había pensado que también por la locura se le parecía, pero no lo dijo para no meterla a Margarita en su viejo trillo de despotricar contra Abelardo al que siempre había querido y admirado sin poder reconocerlo como ahora.
-¿Y acaso no hay tipos que transmiten el pensamiento? Lo que hicimos con el Dengue es pura defensa propia.
-Defensa propia… No como el día que cacé un palo y se lo reventé en la cabeza a mi tío, que fue el día que me disparé de esa casa.
-¿Lo heriste? –preguntó interesado Ernesto.
-Me dijeron que no fue mucho.
-¡Qué lástima! –se le oyó terminara a Ernesto al mismo tiempo que se le vio ponerse muy colorado.
Giorgionne dictaminó:
-Eso también es defensa propia… al menos se lo merecía!
Manuel se felicitaba por toda la actuación. Y se avergonzaba también por mentirle a las personas que más quería. Sabía con largueza que eso no era todo y que a él siempre le habían pasado cosas con la mente. Pero nunca había querido ser el hijo de la directora de la escuela que lo ponían a recitar poemas para que todos aplaudieran. El había hipnotizado al más idiota de los torturadores, que por muy idiota que fuera tendría su propia voluntad. El había…

(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)

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