Era un verdadero baile. Acalorado, sudoroso y desnudo. Una centena de cuerpos que brillaban a la luz de las hogueras, movían sus partes de una manera brutalmente sensual, sin modales ni educación. Se dejaban llevar por la música de adentro que era la que también seguían los músicos y la que prontamente se les iba contagiando a los visitantes. Mandinga se detuvo como para dejarles ver.
-Este es mi pueblo.
La música se interrumpió cuando se abrieron los bailarines para dejar pasar a un hombre coronado y decorado como un rey de bastos de Etiopía.
-Haz vuelto, hijo.
-Sí, viejo.
-Veo que traes invitados…
-Vienen a rescatar a un amigo.
-¿O a dos?
El tipo se llamaba Mandinga Tongo VII y por sus barbas blancas y risadas cualquiera le daría varios siglos de edad. Tenía veinticinco cuando le dijo a su hijo que mostrara el lugar a sus amigos, la ciudad, las maravillas del paisaje y la fiesta misma.
-Que se diviertan! –dijo, cuando ya se había dado vuelta junto con los pajes que le sostenían la capa de armiño sobre esa armazón que no la dejaba tocar la piel. Al irse caminaba de una manera graciosa, moviendo el culo según una música imaginaria, parecida a la que cuando dio la orden, levantando una lánguida mano, volvió a sonar.
Cholo se arrimó a los tamborileros, pidiendo con el gesto una bolada para también batir las lonjas. Lo hizo bien y fue festejado tanto como cuando se metió a la pista y fue tirando sus ropas por encima de las cabezas al tiempo que cantaba desacatado una melodía primitiva de tres notas que se repetían siempre distintas
Aoé, aoá, eoá, eoé…
Mandinga y Magda lo siguieron aunque esta última no se llegó a sacar las ropas porque justo cuando las manos trataban de hacerlo recibió aquel pantallazo de conciencia que le hizo gritar.
-¡Cholo! ¡Tenemos que ir a buscar a Manuel!
Cholo, en el medio del baile, se paralizó pálidamente. Descubrió su desnudez y se avergonzó. Salió de aquella fiesta, sin oír más la música y con las dos manos cubriendo las entrañas.
-Habría que llamar a Mandinga.
-Y recuperar tu ropa.
-Estos mundos son muy grandes, sólo él puede saber por dónde empezar a buscar.
-Porque con las manos en los huevos no vas a poder hacer nada, eh. No te compliques. Sos muy lindo, pero no te podés comparar con el flaco.
Apareció entonces Mandinga con rezongos del tipo ya se van? Y reproches de ser los terráqueos la gente más aburrida de la galaxia.
-No se pueden perder esta fiesta. Es la más importante que se hace y de ella es que terminamos naciendo todos, hijos de parejas que se forman al azar en medio de la danza.
-¿Y cómo saben después cual era el padre?
-A veces no se sabe…
(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)
narrativa
Technorati Profile
202: Aoé, aoá...
most-recent
No hay comentarios:
Publicar un comentario